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De Un abrazo para el alma
(Segunda Sección: Mujeres y hombres maduros)
de Rubén Armendáriz Ramírez
de Rubén Armendáriz Ramírez
Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que
le gustaba mucho sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía
sólo con tenerlo, él necesitaba, además, que todos lo admiraran por ser
poderoso. Así como a la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba
con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo
que le dijera lo poderoso que era. Él no tenía espejos mágicos, pero
contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor
a quienes preguntarle si él era el más poderoso del reino.
Invariablemente todos le decían lo mismo:
– Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él conoce el futuro.
El rey estaba muy celoso del mago pues aquel no sólo tenía fama de ser
un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero
lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.
No decían lo mismo del rey. Quizás porque necesitaba demostrar que era
él quien mandaba y el rey no era justo, ni ecuánime y mucho menos
bondadoso.
Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era
el mago, o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera
la envidia, el rey urdió un plan: Organizaría una gran fiesta a la cual
invitaría al mago. Después de la cena, pediría la atención de todos.
Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos,
le preguntaría al mago si era cierto que sabía leer el futuro.
El invitado tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando
así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo
de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda
posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la
que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta un día
cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey,
sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo
golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda,
demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, ya que
se había equivocado en su predicción. Se acabarían, en una sola noche,
el mago y el mito de sus poderes...
Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto llegó el día
del festejo....... Después de la gran cena, el rey hizo pasar al mago
al centro y le preguntó:
– ¿Es cierto que puedes leer el futuro?
– Un poco – dijo el mago.
– ¿Y puedes leer tu propio futuro? – preguntó el rey
– Un poco – dijo el mago.
– Entonces quiero que me des una prueba – dijo el rey ¿Qué día morirás? ¿Cuál es la fecha de tu muerte?
EI mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.
– ¿Qué pasa mago? – dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... no es cierto que puedes ver el futuro?
– No es eso – dijo el mago – pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
-¿Cómo que no te animas? – dijo el rey... Yo soy tu soberano y te ordeno
que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para
el reino saber cuando perderemos a sus personajes más eminentes...
Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?
Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:
-No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey.
Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.
El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en
adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.
Lo perdonó, sí por conveniencia, pero le perdonó la vida. Lentamente
el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio... Los pensamientos
se agolpaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que se había equivocado.
Su odio había sido el peor consejero
-Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.
-Me estoy sintiendo mal – contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto,
te agradezco que hayas venido. Y con un gesto confuso giró en silencio
encaminándose a sus habitaciones...
El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte
¿Habría leído su mente? La predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y
si lo fuera?... Estaba aturdido... Se le ocurrió que sería trágico
que le pasara algo al mago camino a su casa
El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta :
-Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta
noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas
decisiones reales.
-¡Majestad! Será un gran honor, dijo el invitado con una reverencia.
El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran
al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y custodiasen
su puerta asegurándose de que nada le pasara...
Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto
pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la comida, o si
se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si,
simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus
decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo
la pregunta...necesitaba una excusa.
Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su huésped
por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más supuestamente,
para “consultarle” otro asunto... (obviamente, el rey sólo quería
asegurarse de que nada le pasara). El mago – que gozaba de la libertad
que sólo conquistan los iluminados – aceptó.
Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey
iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía
para una nueva consulta al día siguiente.
No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que
los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi
sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de sus decisiones.
Pasaron los meses y luego los años.
Y como siempre... estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no
era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso,
y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.
Empezó a aprender que la humildad también podía tener sus ventajas.
Empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa. Y sucedió
que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.
El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente
para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar.
El rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.
Hasta que un día, a más de cuatro años de aquella cena, sin motivo,
el rey recordó. Recordó que este hombre, a quien consideraba ahora
su mejor amigo, había sido su más odiado enemigo. Recordó aquel plan
que alguna vez urdió para matarlo. Y se dio cuenta de que no podía
seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró, le dijo:
-Hermano mío, tengo algo para contarte que me oprime el pecho.
-Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón
-Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte,
yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte frente
a cualquier cosa que me dijeras, quería que tu muerte inesperada
desmistificara tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban....
Estoy tan avergonzado...
El rey suspiró profundamente y siguió:
-Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más
que amigo, hermanos, me aterra pensar todo lo que hubiera perdido si lo
hubiera hecho. Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote
mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me
desprecies, pero sin ocultamientos.
El mago lo miró y le dijo:
-Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo, pero de todas maneras,
me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá
decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y acariciaste
con la mano el puño de tu espada, fue tan clara tu intención,
que no hacía falta ser adivino para darse cuenta de lo que pensabas
hacer.
El mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey
– Como justa devolución a tu sinceridad, debo decirte que yo también
te mentí... Te confieso que inventé esa absurda historia de mi muerte
antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién
hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa
que yo te haya enseñado: Vamos por el mundo odiando y rechazando
aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos
despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si nos damos
tiempo, terminamos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir
sin aquellas cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte, querido
amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes.
Es importante que sepas que yo estoy viejo, y mi día seguramente
se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar
atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras
muertes.
El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza
que cada uno sentía en esta relación que habían sabido construir juntos.
Cuenta la leyenda... que misteriosamente, esa misma noche... el mago... murió durante el sueño.
El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente y se sintió
desolado. No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había
aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en este mundo.
Estaba triste por la muerte de su amigo.
Qué coincidencia extraña había hecho que el rey le pudiera contar esto
al mago justo la noche anterior a su muerte? Tal vez de alguna manera
desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para poder
quitarle su fantasía de morirse un día después. Un último acto de amor
para librarlo de sus temores de otros tiempos... Cuentan que el rey
se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo
su ventana, una tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su cuerpo
y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando
como sólo se llora ante la pérdida de los seres más queridos.
Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.
Cuenta la leyenda... que esa misma noche... veinticuatro horas después
de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía...
quizás de casualidad... quizás de dolor... quizás para confirmar
la última enseñanza de su maestro.
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