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martes, 21 de enero de 2014

El día más feliz de mi vida

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Resulta que durante la década de los noventa del pasado siglo, en Cadereyta N.L, existieron unos seres fantásticos, mitológicos y hermosos. Los seres más nobles de los que yo tenga conocimiento.

Estos seres eran llamados comúnmente "camaleones" (aunque no tengan la capacidad del camuflaje) ahí en aquél pequeño pueblo del norte de México. Su nombre científico era "frinosoma corotata/coronatum. También entre los conocedores del tema, es llamado adecuadamente "sapo cornudo o lagarto cornudo.

En aquén entonces era niño, y como todo buen pequeño explorador fascinado, interesado por develar los misterios del mundo, me aventuraba en los áridos y extensos montes de Cadereyta. Siempre teniendo en mente ideas de que encontraría tarde o temprano, lugares y seres de ensueño, como oasis, portales dimensionales, fantasmas, espíritus de la naturaleza, e híbridos de humanos con insectos, cosas así.

Y sí, las expediciones diarias a altas temperaturas a los confines de las tierras cadereytanas llevaban eventualmente a encuentros con seres reales e imaginados ( quizá los calores y fluctuaciones geomagnéticas que rompían termómetros y brújulas provocaba alucinaciones ) hacían que las salidas con amigos o en solitarios resultaran fructíferas, exitosas.

Eso y las imaginaciones frescas de unos críos apartados de la civilización carente de alma, corazón y mente propia.

A veces volvía a casa con "insectos-palo, viudas negras, capulinas (sí, allá son dos especies distintas, aunque emparentadas), alacranes, serpientes de cascabel...

Reflexionando ahora, me resulta increíble que nunca haya sido letalmente mordido o picado por algunos de estos bichos del desierto. 

Entonces, decía yo, fue durante las 3:00 PM de un sábado allá por 1994 cuando tuve mi primer encuentro cercano del primer tipo con uno de estos "camaleones", lo tomé entre mis manos con familiaridad y alegría. Lo llamé "Anquilito" en honor al Gran Anquilosaurio, del cuál era descendiente, y lo llevé a casa. En casa compartí recámara,  viajes a la la escuela, la ciudad, al norte y al sur del país, y así. Hasta que - con el correr de los meses - se extravió (quiero pensar que logró fugarse con éxito de la pequeña casa, para él inmensa cárcel).

Esto me hizo interesarme más, ya no por los artrópodos e insectos, pues ya tenía tantos conocimientos en la materia como para ser todo un pequeño entomólogo, sino por el fascinante mundo de los reptiles. ¡Ah! Los descendientes de aquellos monstruos que dominaban la tierra hace millones de años, antes de que los mamíferos vinieran a arruinar el balance del mundo.

Se hizo 1995, tenía ya 10 años y estaba en quinto de primaria. En aquél entonces aún no había internet y los únicos modos de obtener información en aquél remoto lugar era buscando en los libros de los estantes de la casa y de la biblioteca municipal.

Ni tardo ni perezoso fui a intentar descubrir todo lo referente al "frinosoma" sin tanto éxito, pues la información referida era superficial y no pasaba de "su modo de defensa contra los depredadores es disparando chorros de sangre por sus ojos" (Más tuve la grata fortuna de que nunca me consideraran un depredador, y si lo fue sí, quizá fui el depredador más amoroso, servicial y proveedor para con ellos) Y aunque yo ya sabía que comían única y exclusivamente hormigas y que bebían poca agua y de sus hábitos de descanso y de sueño. Quería saber más, como era su interacción con los de sus especie, con el sexo opuesto. Como era juntar dos, tres, cuatro, veinte. Esto resultaba tan excitante que no quería perder más tiempo sólo imaginando. Tenía que tenerlos, poseerlos.

Decidí a aventurarme y buscarlos personalmente, aprender de ellos. Se me hizo un emocionante rutina el llegar de la escuela y - luego de comer con prisa, imaginando los encuentros con los pequeños saurios - salir de casa a "cazarlos" (es decir, atraparlos, y que nunca me pasó ni me pasará por la cabeza el atreverme a hacerles daño).

Fue así como, con el correr de los meses llegué a tener media centena de estos hermosos animalitos y no tardaron algunos compañeritos de la escuela en unirse a la "cacería", más no todos corrían con la misma suerte de toparse con algunos, pues no sé, para poder verlos había que tener la mente en blanco, es decir, debido a sus colores, se mimetizaban con la tierra y como son muy estáticos, pasaban desapercibidos. Entonces debías ir con la mente de un monje zen para poder percibir cualquier lívido movimiento y sonido proveniente de entre las rocas y los arbustos (había que tomar precauciones y estar alerta, pues en esta empresa, las serpientes de coralillo y de cascabel - cuyas conocidas toxinas son mortales - era ocasionales protagonistas de terroríficas, pero de algún modo divertidos sustos y - afortunadamente esporádicas -  persecuciones  de infarto.

Y aprendí todo sobre ellos, sus reacciones a los sonidos de las melodías de la flauta mía (me gustaba tocarles la conocida danza egipcia para ver si tendrían efectos hipnóticos en ellos como esas serpientes danzantes que salen de jarrones siguiendo zigzagueantes las flautas de los encantadores de serpientes de la India y Pakistán), sus reacciones a las elevadoras canciones del disco "Cross of changes" de Enigma o las canciones de los álbumes Abbey Road y Magical Mistery Tour de los Beatles. Intenté la conversación telepática con ellos, aunque sin mucho éxito, pues en aquél entonces creía que este tipo de comunicación era mediante mensajes mentales  con palabras.

Aprendí a descifrar sus miradas: cuando estaban cansados, irritables, cuando querían salir, tomar el sol, comer, beber, escapar. De sus necesidades básicas, supe de lo que daban a entender por medio de sus movimientos, que defecarían, si querían espacio si necesitaban estar solos, etcétera. Lo que más me maravilló fue descubrir que también tenían sus sonrisas, reservadas a dos cosas: la satisfacción total luego de comer hasta el hartazgo sus manjares fórmicos y cuando ejecutaban sus danzas de cortejo. ¡Caray! Sus danzas de cortejo me resultaban bellas, mágicas. Todo desplazamiento y retroceso, giro, acercamiento, todo movimiento era tan sutil y cargado de energías hipnóticas. El apareamiento.

Todo en ellos era bello. Luego vino la preñez, los cambios anímicos (sí, las reptiles también tienen notables e importantes cambios, amigos), el desove, y todo lo que conlleva a la bienvenida de los nuevos pequeños lagartos al mundo.

¡Ah, que tiempos aquellos!  Más no fue sino, luego de haber logrado tener números alrededor de la centena, en 1996 que encontré al camaleón más bello de todos los tiempos. Era un macho y todos sus átomos, desde la punta de su cornamenta hasta la punta de los dedos de sus pies estaba hecho de oro, de oro eterico. Resplandecía, con la misma aura dorada de las auroras y los atardeceres Nuevo-leoneses, como la atmósfera irreal de quienes se encuentran tomando un viaje de ácido lisérgico en una tarde de Verano sobre las plays de Beirut.

Ese camaleón no tenía comparación. Ninguno de los otros machos por más grandes y dominantes que fueran, no podían competir contra sus formas, su pose, su actitud, sus miradas de Buda, y sobre todo su resplandor dorado. Tampoco hubo hembra alguna entre las que tenía de mi harén de camaleones que tuviera ese encanto sutil y seductor que tenía él.

Estaba embelesado con su imagen y ciertamente le adoré, así como la gran mayoría de los camaleones que tenía en casa. Los machos parecían respetarlos y las hembras lo seguían, aun cuando él no mostraba el más absoluto interés en "socializar" o interaccionar de maneras más íntimas.

Cuando hablo de él, él que no tuvo nombre, pues no podía hallar un nombre digno apropiado a su belleza física y espiritual, hablo de que ya sólo tenía unos 16 lagartos cornudos en casa.

Era toda una tremenda tarea y labor el tener que formarlos en grupos para ir al hormiguero a hacerles comer, a llevarles a que tomaran sus baños de sol, etcétera.

Más, con el pasar de los días, el pequeño camaleón de origen divino se resistía a comer y beber. Mientras todos los demás lo hacían sin aparentes problemas, él se quedaba quieto, cerraba los ojos y se quedaba buen rato así, inmóvil, ni siquiera intentaba escapar.

El pobre se veía triste, y en efecto, adelgazó. Y la peor de las angustias vino cuando, no sólo había pasado de ser el Buda Chino rechoncho de la prosperidad y la abundancia, o el iluminado y resplandeciente Shakyamuni, sino el Buda asceta y esquelético, sino que había perdido su característico y regocijante tono y fulgor dorado de su piel, y el brillo de sus ojos. Me lastimaba profundamente verlo sí, e intentaba cualquier método para animarle, reanimarle: Lo acariciaba de más, le procuraba la mejor de mis sonrisas, le contaba chistes, intentaba la telepatía, transmitirle vibras positivas, lo dejaba tiempo extra bajo el sol, le daba prologados baños con agua tibia, esperando que, tal vez así, bebiera agua. Lo colocaba junto a todas las hembras para ver si así podía provocarle algún estímulo placentero que lo animase a vivir y brillar. Más nada.

La cosa estaba mal, él empeoraba y yo me sentía terrible. Malo, como un tirano y como el más imbécil de entre los imbéciles que no podía hacerse cargo del bienestar de una pequeña Gran criatura. También llegué a perder el apetito y los ánimos, pues estuviera en la escuela o afuera con mis camaradas de infancia, no podía dejar de pensar en él. En que llegaría y lo encontraría aún más flaco, con débiles inhalaciones que hacían entrever sus frágiles costillas. Me aterraba y me deprimía la idea de llegar a casa y encontrarlo sin vida. Ya que en los últimos días, y ni siquiera quería abrir los ojos, y cuando lo hacía, ya no veía más los brillos de la vida, sino agujeros, vacíos.

Y yacía ahí, apagado. Ya no era más un sol encarnado en camaleón, ya ni siquiera un camaleón, sino un estropajo.

Fue así que una tarde de abril a las 3:00 PM, la misma hora en que había encontrado a mi primer camaleón dos años atrás, decidí dejarlo en libertad, esperando que pudiese reunir las fuerzas suficientes para arrastrarse al hormiguero más cercano y probar por fin bocado. Fui con un caminar lento y pesaroso, sin despegar mi baja vista de mi "objeto" amado que yacía cadavérico entre mis manos.

Luego de recorrer un camino que parecía un océano de espigas en un retirado monte, a tres kilómetros de mi casa, llegué a una pequeña colina y ahí, con el viento fresco - cosa rara en aquella época del año y lugar - atravesando ondulante nuestros rostros.

Me hinqué con lentitud, lo coloqué en el suelo, con tal delicadeza, como si se su cuerpo estuviese formado por esas flores llamadas "diente de león" y lo entregué al suelo.

Contemplé al pequeño ser, tendido, y no pude pronunciar otras palabras más que "perdón" seguido de un "por favor, vive".

Y en seguida, después de haber dicho la palabra "vive" el camaleón abrió sus ojitos con lentitud, alzó la cabeza, me miró y vi por fin como recuperó sus brillos de vida en ambos ojos. Su piel pareció encenderse nuevamente y casi estoy seguro de que escuché su corazón palpitar con alegría, y el mío, latiendo al unísono. Llenos de vigor, de vida.

El viento pareció también alegrarse porque sopló más fuerte, desacomodando mis cabellos. Y entonces, como todo lo que rodeaba al precioso lagarto, como magia, se levantó de su posición derrumbada, me miró diciéndome sin palabras, clara y sencillamente "gracias"

Sin remordimientos, sin exigencias, sin nada, sólo un "Gracias", dio la vuelta y - como si nunca hubiese perdido sus fuerzas - se fue corriendo a toda velocidad.

Me iluminé, y también en un arranque irracional me fui corriendo todo el monte, camino de regreso, atravesando arbustos espinosos y enormes olas de espigas, todo el trayecto hasta mi casa, al igual que el camaleón, a toda prisa, llorando y riendo a carcajadas. Todos los tres kilómetros sin parar.

Sintiendo la agitación, los pulmones incendiados, la falta de aire, pero sin parar. Corriendo y corriendo y soltando lágrimas de la más pura felicidad, riendo, carcajeándome como si hubiese visto la escena más graciosa de la historia del cine.

Finalmente, cundo llegué al hogar mío, completamente fuera de mí. Sofocado, con los tendones y las articulaciones de mis piernas adoloridas, sudado y sin poder agarrar aire, y sin dejar de reír y sonreír, tomé a todos los demás camaleones que tenía en la recámara y los dejé en libertad en otro lugar del monte que estaba frente a mi casa.

Ese día a esa corta edad comprendí que sólo cuando somos realmente libres podemos encontrar el amor de verdad y que el verdadero amor te hace libre. Incluso libre de desear el amor de verdad.

Ahora cada vez que encuentro en mi camino algún otro ser de la creación, llámese pájaro, iguana, basilisco, perro, gato, zarigüeya, lo que sea, sólo saludo, y ocasionalmente si uno de mis acompañantes trae consigo cámara le pido que nos tome fotos juntos y vuelvo a dejar al "hermanito/a" en donde estaba, continuando cada quien nuestro viaje. 
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Y es que continuamente se nos dice que cuando se ama a alguien debes demostrárselo pasando todo el tiempo con esa persona, procurarle el mayor número de cosas, de satisfacer sus necesidades y apetitos. Que es propio del enamoramiento. De hacer todo lo posible para que quiera mantenerse a nuestro lado. Y se insiste en que el afecto debe ser recíproco, que para lograr ese afecto recíproco, debes entonces esforzarte en lograr su atención y su cariño.

Si le sumamos a esos tétricos temores infundados, la presión social de que debes de tener una pareja, unirte a ella en sagrado matrimonio y fundar una familia sin existir un verdadero deseo de querer ver y hacer feliz a tu pareja, dejándole ser como realmente es, vemos como, al igual que el camaleón de mi historia - con el correr del tiempo - una o ambas partes van perdiendo su esplendor inicial, sus ganas de vivir. Se apagan los brillos de los ojos, las risas, los deseos sensuales, los ánimos, las ganas de probar cosas nuevas. El mundo alrededor se torna gris. Se pierde la forma física, la salud, la alegría de los frescos y mágicos días de juventud. Todo.

Y la cosa se complica aún más cuando uno no sabe quién y que se es realmente, y sobre todo, de los potenciales casi ilimitados que se poseen.

Pero para eso, para saber qué y quienes somos realmente, y para conocer la verdadera libertad, tenemos que atrevernos a conocernos, a pasar tiempo a solas con nosotros mismos, sin temores, ni presiones. Identificarnos e identificarnos, saber que en realidad no somos dueños de nada ni de nadie y que tampoco somos posesión de nada ni de nadie. Si queremos conocer lo que en verdad es la liberación y la libertad, debemos antes haber sido ambas cosas: oprimidos y opresores. Y sobre todo, perder el miedo a la libertad.

Porque hay pocos sentimientos más bellos y dadores de felicidad, que el de la libertad. La libertad de ser y elegir. Sí, eso y hacer felices a quienes amamos, dejándolos ser y dándoles la libertad de que encuentren su camino. Y ahora que si el camino del bienamado se intersecta y forma uno sólo con el nuestro con total naturalidad Pues ¡¿qué más!? ¡Bienaventurados!
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miércoles, 17 de febrero de 2010

Ah, mi maestra racista de preparatoria XD



Hacia el último semestre de la preparatoria, la maestra asignada para darnos inglés, me llamó la atención desde el primer día de clases.

Llenita, blanca, ojos...mmh..no recuerdo si café claro ó miel, pero para el caso no importa. Rubia, rubia oxigenada más aparte tinta de plumón o de ese colorante artificial que le ponen al refresco de piña. Lentes y ropa de McCallen, supongo, ya que casi la mayoría de los cadereytanos y en general los regiomontanos solían ir ciertos fines de semana a comprar a
ciudad al otro lado de la frontera. Y con buena pronunciación del idioma que enseñaba, inglés americano.

La maestra era buena, por lo general siempre tranquila, amable, atenta, para con todos o....casi con todos, a excepción de los negros, o morenos.
Y de hecho sólo habían tres negros (o morenos), o bueno, moreno-cedro (Sí, porque en la clasificación de tonos hay de todo y he escuchado de todo: moreno-claro, moreno -cedro,
negro-chocolate, negro-cacao, negro-caca, negro-neumático, negro-neumático carbonizado, y hasta negro - obsidiana que a contra luz parece tornarse azul-verdoso, morado- violáceo, etc). o bueno, moreno intermedio, del color del snickers.

El caso da lo mismo. Pues resulta que como parte del programa, está el que la clase debía de ser lo más interactiva posible, esto es, que tanto catedrático como alumno participaran, en muchos casos de-a-huevo (obligatorio).

Y esta maestra, que lamentablemente no puedo recordar su nombre, más que su "original" sobrenombre, se ensañaba con estos singularísimos compañeros de clase.


Uno de esos alumnos, "blanco" de ataques sutiles dignos de cualquier villana de Disney y novela barata de televisa (perdonar el pleonasmo) fue José Luis, quien en su inocencia y nobleza soportaba las burlas de la sádica maestra.

¿Cómo eran estos ataques?
Bueno, por ejemplo, la maestra en ciertas ocasiones después de leer las lecciones, hacia preguntas "al azar" a la clase, para ver si habían puesto atención y sobre todo aprendido las nuevas lecciones. Entonces, como ya se podrán imaginar, la víctima de esas preguntas era mi querido amigo Jose Luis (Mazo Luis para los camaradas, ya luego comentaré porque). Todo podría estar bien, sino fuera porque la maestra a veces le hacia preguntas que ni al tema, en inglés, como burlándose de su inferioridad en conocimientos de la materia, y sobre todo de la pronunciación de ese jodido idioma.

En otras ocasiones, cuando los alumnos se concentraban en sus lecciones y bajaban la mirada para contestas sus ejercicios, la maestra se le quedaba viendo a nuestro amigo, quien se sentaba en mero enfrente de la fila cara a cara con la teacher), con una cara de repulsión, como si ésta hubiese ingerido yemas de huevo con flema verde y coágulos de sangre menstrual. Es verdad, nunca lo agredió físicamente, pero esas miraditas eran suficiente para bajarle la moral y las calificaciones , sobre todo las calificaciones al güichín (apócope deformado y con diminutivo de Jose Luis). Así nada más, por sus ovarios.

José Luis también en ciertas ocasiones la cachó cuando ella lo veía de esa manera tan despectiva, pero la maestra lejos de retirar o disimular su mirada, solamente sonreía, era una sonrisa de placer malévolo. No sé si saboreaba la incomodidad de nuestro compañero, o si acaso le mandaba mensajes telepáticos insultantes o de acoso sexual.

Y no es que él tuviera una apariencia física desagradable, para nada, es más, uno de sus apodos entre sus sádicos amigos, los mazos, era "oso". Porque precisamente parecía uno de esos tiernos ositos de peluche, es más, era la viva imagen de Winnie pooh pero en café y con pantalones. Pero claro, nada zonzo, más que noblejo eso sí. Noblejo quiere decir noble pero que llega a los extremos de la pendejez, (es decir un estado intermedio entre noble y pendejo, en resumidas cuentas) lo que puede provocar el abuso deliberado de terceros sobre esa persona, ya que son muy pasivos.

Era más bien, que en su posible complejo de superioridad racial, y tomando como premisas de que la maestra enseñaba un idioma correspondiente a cabrones que también se creen la primer, única y última maravilla del mundo y los amos del mundo, y de que le gustaba el páis vecino, podriamos suponer que también asimiló los modelos de pensamiento de los típicos ciudadanos racistas de esas ciudades, más aparte el orgullo regiomontano, pues quizá el motivo de su repulsión era más bien el color de piel y nada más.

Esto, lejos de causarnos indignación, a nuestro círculo de amigos, nos causaba gracia, risa, mucha risa, era motivo de comentarios después de clase y de carcajada. Incluso José Luis, no se dejaba afectar.

(Aunque "La teacher" no era nazi ni tenía nada en contra de los judíos al parecer si sostenía un sutil prejuicio racial contra negros y morenos. Este otro de los pocos dibujos que hice de esta profesora, de los que pude rescatar de los cuadernos de la preparatoria)


Pero uno de esos momentos inolvidables y de tremenda euforia, fue que un día, mientras la clase estaba en silencio, cada quien contestando los ejercicios, de casualidad, unos amigos y yo volteamos en el preciso momento en que una gran cucaracha salió de la mochila de José Luis, hecha la raja, escapando asustada, como si el interior de esa mochila hubiese sido un campo de concentración para cucarachas. La maestra como siempre, aprovechaba los momentos de silencio para dirigir su mirada repulsiva/lasciva hacia nuestro amiguito.

Y en ese momento, ella vio todo. Todo. Obvio. Lo vio a él a los ojos, y él la vio a los ojos, ella vio a la cucaracha, la cual estaba detenida, como aterrada por la incertidumbre de recibir un pisotón, y de nuevo la maestra lo vio a él, él vio entonces a la cucaracha a los ojos, y la cucaracha lo vio a él, luego él nuevamente dirigió su vista hacia la profesora y la profesora entonces lo escaneó de piez a cabeza, y de cabeza a pies. Y la cucaracha se escapó a toda marcha por la puerta. Oh, libertad, sagrada libertad. De haber tenido vista de halcón hubiese podido apreciar lágrimas en los ojos de áquel despreciado y miserable insecto.

Supongo que en ese momento la maestra se imaginaría las condiciones más antihigiénicas, degradantes, denigrantes, despreciables y asquerosas en la que nuestro amigo viviría, en un nido de ratas, bajo las cloacas, en un contenedor de basura, o en un túnel bajo el basurero municipal, que sé yo.

Entonces la maestra profirió una leve risa pausada y queda, después nos miró a nosotros que habíamos contemplado tan singular escena y entonces, la risa que estaba ya en su punto de ebullición, finalmente hizo erupción y tanto ellas como nosotros, reímos gradualmente a carcajadas. El resto de la clase dejó los ejercicios para prestar atención a nuestras risas descontroladas. Los compañeros y copañeras sonreían también, por contagio, claro, sin saber la causa de tal ataque de risa.
Hasta preguntaban ¿Qué pasa profe? , también me preguntaron a mi, y a mis camaradas ¿Qué pasó? ¿De qué se ríen?

Pero nadie podía articular una respuesta siquiera, y por supuesto, si José Luis hubiese sido blanco, se hubiese puesto rojo-rojo, luego café, de la vergüenza, pero claro, no le quedó de otra mas que sonreír apenado, mirando hacia abajo, y luego sin palabras dirigir una mirada como implorando clemencia a "la teacher", y luego hacia nosotros, como rogando no revelar la causa de nuestro arranque de risas.

La clase estaba insistente, y tras quizás unos 3 minutos de risas que hasta me marcaron cuadros en el abdomen y me hicieron derramar lágrimas y aumentarme unos 10 minutos de vida, "La teacher" finalmente respondió:

- ¿Quieren saber?

- Sí, díganos teacher. Ándele profe, díganos, cuéntenos el chiste - y peticiones por el estilo se repetían con todo y coro y eco.

- Pregúntenle a Jose Luis - dijo ella, con una expresión fácial burlona y sarcástica, también con la epidermis enrojecida por la presión sanguínea disparada por la euforia - Anda José Luis, diles de que nos reímos.

Entonces la clase le preguntó a Güichín, y luego a nosotros, pero nunca respondimos, a pesar de la insistencia y el atosigo.
Todos guardamos el secreto, pero sería uno de esos miles de momentos dorados de alegría de mi juventud preparatoriana en Cadereyta.

Supongo que "La teacher" ya luego convendría con él, y hasta posiblemente lo hubiese chantajeado, tanto para no revelar ese oscuro y blattodeaico secreto y también quizás, para aumentar de calificaciones. Sabrá Dios o los dioses el que habrá hecho el oso para pasar la materia (a pesar de ser bueno en ella) y las clases de actos humillantes o dolorosos a los que ella lo habrá expuesto.

Quizá simplemente esté exagerando, pero quien sabe, en este mundo todo puede suceder, y mucho más en cadereyta, en aquél ya perdido cadereyta del siglo pasado, en donde todo podía literalmente suceder.

En fin, ya es tarde y ya me voy a acostar, hasta pronto.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Escritura automática ¿comunicación cósmica?



De unas noches a la fecha he empezado a tener esos sueños raros que no tenía desde hace muchos años, y a los que les asocio viajes interdimensionales.
En estos sueños veo cosas parecidas a cuando uno se presiona los parpados por varios minutos: rodetes fosforescentes, rayos, electricidad multicolor, soles y estrellitas que titilan en esa mezcolanza de nebulosas cósmicas en un juego de engranajes de mándalas vivientes.

Pero sumando a esto, y por fin, con la mente callada, una catarata de símbolos se movían en muchas direcciones y formaban estructuras y diagramas complejos, formas geométricas imposibles - o bueno, no imposibles, pero más bien figuras con exagerados ángulos y puntas, y en fin, todo un carnaval de formas y colores que cualquier motorolo que se las truene bonito con ácido y cocteles alucinógenos daría su alma por quedarse en este tipo de viajes.

No se lo atribuyo a nada especial. Sin embargo, desde niño y dejando a un lado el gusto por el dibujo y el arte, había ocasiones en que de pronto me daba por tomar una libreta y escribir una serie de símbolos y signos de este tipo. Y el estúpido cerebro, no contento con esto, manifestaba sus desvaríos químicos y tormentas sinápticas en esto. Incluso en la secundaria.

El caso es que tengo unos tíos, por el lado materno, que han estado en esas ondas de la new age, y que creen y forman parte en la federación galáctica y en esas ondas desquiciadas donde encontrara un cóctel de las ideas más estrambóticas, surrealistas, absurdas y sinfín de adjetivos mamilas. Imagine solamente, una mezcla de cienciología, hinduismo, budismo, cristianismo, taoísmo, sintoísmo, kábala, magia, gnosticismo, meditación trascendental, ufología, hermetismo egipcio, y...bueno ¿para qué continuar?

A lo que voy. Con todo esto, un día mis tíos pleyadianos descubrieron una de esas hojas en la sala y me preguntaron que eran. Yo les dije que no sabía, idioteces que se me ocurrían, y me pidieron prestada la hoja, y les dije que si querían se podían llevar todo el cuaderno. A lo que aceptaron gustosos.


Ellos, con sus múltiples contactos, mandaron analizar los apuntes de apariencia intergaláctica, con diferentes personas dispersadas en el mundo (según ellos, yo creo que nomás se lo han de haber enseñado a algunos de sus amigos que están en estas ondas grifas, y a uno que otro gringo de igual militancia sectaria). Después de varios meses y ya olvidado el caso, me dijeron que algunos caracteres contenían semejanza con sánscrito, koreano, ideogramas chinos, jeroglíficos egipcios y mayas, aztecas, nepalí, devanagari y un sinfín de cosas que en aquel entonces ignoraba- y que al parecer si contenían frases legibles o los códigos numéricos parecían tener sentido - ¡Vaya sorpresa para mi!, ya que eso de las matemáticas realmente nunca se me dio y hasta un niño con síndrome de down, parálisis cerebral, tartamudo y disléxico tendría una capacidad infinitamente superior para los números que la mía.

Canalización le llamaban,y yo en aquél entonces tendría unos 13 años, y ya salían con estas succionadas de miembro de que eran mensajes extraterrestres. Explicaban que desde sus madres nodrizas, los maestros ascendidos (léase Jesús el Cristo, Buda, krishna, el Conde Sanit Germain, Hermes trimegistro y demás personalidades de la farándula esotérica) y otros seres evolucionados (extraterrestres de la quinta y sexta dimensión - no, en serio) a veces canalizan a seres humanos - por lo general gringos que hacen fortunas con conferencias, pláticas y libros, donde canalizan mensajes con temas como los niños índigo ( y ahora con esto de los "niños psíquicos", que han nacido miles en México y China, según), los viajes astrales, el aura, el cambio de la conciencia, el plano eterico,etc.

No le tomé importancia, claro, y simplemente lo tomaba como una especie de terapia desestresante en donde lograba a veces callar mi mente, liberarme de pensamientos, y en algunas otras ocasiones, todo lo contrario, saturarme hasta quedar en estado casi catatónico.


Total, crecí un poco más, y me la pasaba más con mis amigos de vago (aaaaah, que bonitos tiempos...TT__TT...)
Lo interesante de esto es que en aquél entonces, No contaba con fuentes de información para poder "copiar" o "recordar" este tipo de escrituras, puesto que no había internet, y sólo se veían tres canales en Cadereyta: Canal 2 de Monterrey, canal cinco (donde pasaban friegös de caricaturas), el canal de las estrellas, y el canal 54, transmitiendo desde el cerro de la silla con 50,000 watts de potencia (creo) en donde pasaban las películas más bizarras del mundo, que por supuesto, en Cadereyta - La capital mundial de los locos, y de las escobas- era de lo más normal. Y en ninguna librería del pueblo o de Monterrey había libros que hablasen sobre las culturas, lenguas y sistemas de escritura de esos pueblos. O bueno sí, pero en aquel entonces me interesaban realmente los comics y uno que otra novela.

Y bien, pasó el tiempo, y hasta entrar a la universidad reincidí con estas "escrituras automáticas". Muchas veces he pensado en ya por fin, darle un hasta aquí, pero no puedo, y creo que se ha convertido en un serio problema. Ahora tengo algunos conocimientos de las supuestas lenguas que en apariencia, pudiesen tener similitud. Sin embargo...caray, ahora estoy pensando que realmente tengo un problema mental, alguna deficiencia o exceso de alguna vitamina o proteína, neurotransmisor, ¿Qué se yo?, De ser así, pido ayuda por este medio a algún profesional de la salud mental
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Ó quizás realmente si son mensajes cósmicos y quizá si sea alguna especie de codificador, pero en este caso... ¿Por qué no enviar mensajes claros y específicos?...
Y ya por último, sea lo que sea, lo consideraría alguna clase de arte de mi invención o autoría - o más bien, de mi mente subconsciente - pero en todo caso, como me prometí dedicar cualquier arte a ese maravilloso ser con el que comparto mi existencia - Kine - pues decidí hacer una recopilación de todos los escritos "cósmicos" y hacer una especie de libro. "El codex Kine" =D!!
Sin embargo tengo que recuperar los viejos escritos para poder juntarlos con los nuevos. Una vez los obtenga todos, los subiré a la red en un PDF. Pero mientras tanto he ahí algunos fragmentos.

¡Gracias y que los maestros ascendidos los bendigan, haha! y como dice ese astrologo estafador (¿pleonasmo?) marica: “Que Dios me los bendiga hoy, mañana y siempre y reciban de mí siempre mucha paz, pero sobre todo mucho mucho mucho…(***muackz *** )...amorrrrr!"
Y si alguien tiene la sabiduría necesaria para descifrar el código o lo que sea, que me lo comuniqué....realmente me gustaría pensar que sin querer contribuí de niño al desarrollo de nuevas tecnologías para el bien de la humanidad, o para el progreso de la carrera espacial o el colisionador de hadrones, lo que sea, XD!!!!

Y ahora sí, ya fue mucho. Gracias nuevamente y hasta otra.

lunes, 27 de octubre de 2008

Cadereyta parte I





Cadereyta actualmente es una ciudad que ha crecido desorganizada y desproporcionadamente. Se puede sentir un poco esa carga energética negativa en el aire. La gente está muriendo espiritualmente, la tierra se erosiona cada día, las plantas se secan, sus especies se extinguen, su idioma se distorsiona, su gente involuciona, sus estrellas se apagan una a una en el firmamento, pero... Alguna vez Cadereyta fue un lugar sumamente pacífico y altamente civilizado. Con una cultura fascinante cuyos habitantes -de alguna manera - habían alcanzado la inmortalidad. Conocían las leyes divinas y se regían por estas. Era un pueblo pequeño en población, pero exageradamente inmenso en cuanto a conocimientos y artes se refiere. Algo sucedió, ha sido borrado de la memoria colectiva, y si bien no todos lo saben, todos lo presienten. En este espacio, iré introduciendo poco a poco, algunas de mis investigaciones y descubrimientos de esta tierra sin igual. Experiencias, relatos, curiosidades, cuestiones culturales, y así.


Breve paréntesis

En cadereyta, existían, creo, y si mal no recuerdo, entre 1985- 1990, cerca de 10,000 lenguas y otros tantos miles de dialectos, a saber que cada persona o habitante hablaba su idioma y escribía a como sus diseños y designios mentales le dieran a entender, pero lo curioso es que todos nos entendíamos, y tanto niños como adultos, recién nacidos y recién fallecidos (1) , aves y réptiles, peces y mamíferos, artrópodos e insectos, todos nos entendíamos perfectamente. Todos hablábamos con poesía. Con versos tan bellos, métricas perfectas, todo era un canto alegre y melódico, vibrando al uníoslo con el latir del corazón del universo. Éramos uno con la gracia y la belleza.

(1).- El tema de "la muerte" lo tocaré en otro apartado, ya que antes de la <> este concepto y hecho como tal, no existían)

En cuanto a la forma escrita, la caligrafía individual de toda persona era hermosa , sin excepciones, no existían límites estructurales en cuanto a la forma, concepto y contenido de los jeroglíficos, ideogramas, silabarios o alfabetos que aquí se usaban. Todo tenía esencia, todo tenía sentido. Y lo más importante: Todos entendíamos.

Sin embargo, con el advenimiento de las nuevas colonias maderenses y tampiqueñas, el equilibrio físico, mental y espiritual de Cadereyta se fue deteriorando, a tal grado que el 99.99% de la población antigua, fue olvidando esas maravillosas formas llenas de sabiduría. En la actualidad, su gente sólo se comunica con el lenguaje coloquial y profano del Bajo -Tampico.

Sin embargo ese 0.1% restante aun recuerda, vagamente, algo de la tradición oral y escrita de aquel Pueblo increíble que fue alguna vez Cadereyta. Ese 0.1 % es éste escriba y servidor...y espero que algún día, aquellos seres rompan las ataduras "culturales" impuestas por los invasores, que lo llevaron a la decadencia y a su ruina espiritual, y que pronto ese 0.1% aumente a 0.2%, 1%, 10% y así hasta el 100%.


Mientras tanto en su debido apartado iré explicando algo de lo poco que viene a mi memoria, por medio del influjo auto-hipnótico, aquí en ésta página. Ya que el recuerdo de aquél maravilloso lenguaje de Caderyta me ha ayudado a contactar con esas entidades de las estrellas, quienes siguen comunicándose por medio de la poesía.

Iré subiendo poco a poco los secretos de los primigenios, planificadores y creadores de ese lugar en el que tuve la fortuna de vivir por largos y felices años, hasta aquél día negro que duró años. Años de soledad y de nostalgia lacerante.









Mientras, he aquí algunos ejemplos de la escritura Cadereytana o también llamada "Káder" ó "Kádar" , en una de sus infinitas variantes, en su infinita sabiduría. Estos son parte de un bello pasaje que describe la belleza inagotable de una noche en Cadereyta.

Gracias y hasta otra.




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