lunes, 9 de noviembre de 2015

Obsesionado

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(De Cuentos espirituales del Himalaya
de Ramiro Calle)

Era muy supersticioso. Un mago le echó el mal de ojo y estaba obsesionado porque algo muy grave le iba a suceder. Aunque todo el mundo le decía que eso eran pamplinas, él seguía muy preocupado por el mal que el brujo pudiera provocarle con sus maléficas potencias. Nadie lograba convencerle de lo contrario y se sentía muy desdichado. Entonces comenzó a sentirse muy mal físicamente y pensó que estaba comenzando a tener una enfermedad que acabaría por matarle.

Hundido en la desesperación, fue a visitar a un maestro de la mente y le contó lo sucedido. Luego le dijo:

- Ya estoy muy enfermo. No puedo respirar bien, me duelen todos los huesos y me falta la energía. Si no hay algún remedio, moriré.

- Bueno, bueno, no te preocupes, amigo mío. Por fortuna dispongo de una receta infalible - dijo el maestro -. Te voy a entregar una palabra muy sagrada que me transmitió mi maestro y que a él le transmitió el suyo. Ésta palabra todo lo puede. Es una fórmula sanadora. Personas mucho más graves y enfermas que tú se han salvado. El miso Dios entregó ésta palabra a un maestro de la antigüedad y se ha ido legando secreta y celosamente de maestro en maestro. Guárdala muy en secreto.

El mastro acercó sus labios a la oreja del obsesionado y le recitó la palabra.

- Vuelve dentro de un mes. Estarás libre del maleficio y te sentirás mejor que nunca.

 El hombre recitó todos los días la palabra, como se le había indicado. Cada vez se fue sintiendo mejor. Al mes, pletórico y lleno de vitalidad, regresó junto al maestro y le dijo:

- Jamás había sido tan feliz en mi vida. Me siento vital, alegre y con una gran fuerza. Estoy mucho mejor que antes del conjuro del mago. Soy un hombre nuevo. Pero, maestro, dime ¿Qué significa la palabra que me entregaste?


- No tiene el menor significado - rió el maestro -. Me la inventé sobre la marcha. Con una invención te quité otra invención. Mira, amigo, es como ese hombre que soñó que un temible león venía hacia él a devorarlo; pero en el suelo apareció un revólver y, cuando el león iba a saltarle encima para devorarlo, el hombre disparó y mató al león. O sea, que con un revólver ilusorio mató a un león ilusorio y se salvó.
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La mente genera sus creaciones y luego nos identifica con ellas y nos las hace ver como ciertas e incluso "razonables". Nadie es tan hábil en trucos y artimañanas como ese monstruo en el que puede convertirse la mente.
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