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De Cuentos de los derviches persas de Sa'di
Un esclavo que pertenecía al Sultán Umrulais, se escapó. Rápidamente
enviaron sirvientes en su búsqueda. No llegó muy lejos, lo atraparon, lo
trajeron de vuelta y, lleno de cadenas, lo arrojaron a los pies del
Sultán.
- Dadle un escarmiento – dijo el visir, que tenía cierta inquina al esclavo -. Ejecutadlo, mi señor, o todos vuestros esclavos tratarán de huir.
El esclavo se humilló ante Umrulais.
- ¡Oh Sultán! – dijo-. Si quieres mi cabeza, no hay nada que yo pueda hacer. A pesar de todo, no habéis sido un mal amo. Me habéis alimentado bien, y con todo, he sido feliz a vuestro servicio. Aun así, me dolería que el día del Juicio Final fueseis castigado por no haber derramado ilegalmente mi sangre. Si debéis matarme, hacedlo de conformidad con la ley.
- ¿En serio? – dijo el Sultán. ¿Te importaría decirme cómo hacer eso?
- Bien – respondió el esclavo. He aquí una forma de hacerlo. Por ejemplo, la ley establece que es completamente justo matar en desagravio por otra muerte. Y si vos me dais permiso para matar a vuestro visir aquí presente, entonces podríais ejecutarme legamente sin ningún temor.
- ¿Qué contesta a esto –preguntó el Sultán, riendo, mientras se dirigía al visir.
Este gimió y levantó los ojos hacía el cielo.
- ¡Es culpa mía! – dijo suspirando. Debería haber recordado el dicho: “Si lanzas una flecha a tu enemigo, no olvides que también eres un blanco fijo para él” Mi señor, antes de ponerme en peligro, ¡os ruego que liberéis a este bellaco!”.
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- Dadle un escarmiento – dijo el visir, que tenía cierta inquina al esclavo -. Ejecutadlo, mi señor, o todos vuestros esclavos tratarán de huir.
El esclavo se humilló ante Umrulais.
- ¡Oh Sultán! – dijo-. Si quieres mi cabeza, no hay nada que yo pueda hacer. A pesar de todo, no habéis sido un mal amo. Me habéis alimentado bien, y con todo, he sido feliz a vuestro servicio. Aun así, me dolería que el día del Juicio Final fueseis castigado por no haber derramado ilegalmente mi sangre. Si debéis matarme, hacedlo de conformidad con la ley.
- ¿En serio? – dijo el Sultán. ¿Te importaría decirme cómo hacer eso?
- Bien – respondió el esclavo. He aquí una forma de hacerlo. Por ejemplo, la ley establece que es completamente justo matar en desagravio por otra muerte. Y si vos me dais permiso para matar a vuestro visir aquí presente, entonces podríais ejecutarme legamente sin ningún temor.
- ¿Qué contesta a esto –preguntó el Sultán, riendo, mientras se dirigía al visir.
Este gimió y levantó los ojos hacía el cielo.
- ¡Es culpa mía! – dijo suspirando. Debería haber recordado el dicho: “Si lanzas una flecha a tu enemigo, no olvides que también eres un blanco fijo para él” Mi señor, antes de ponerme en peligro, ¡os ruego que liberéis a este bellaco!”.
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