De Cuentos folklóricos Tailandeses, adaptado por Amy Friedman
Ilustración de Jillian Gilliand
Hace mucho tiempo, el pájaro conocido como Barbudo (Capitonidae), un ave muy colorida, vivía en los hogares de la gente. Los Barbuddos eran tan inteligentes que aprendían fácilmente a hablar como la gente con la que vivían.
También eran reflexivos, y así los humanos y los pájaros conversaban mutuamente.
¡Oh, destino! Un día, un joven campesino llamado Sunan se encontraba hambriento y espió a un búfalo que deambulaba por los campos cercanos a su casa. Tenía tanta hambre que lo mató, lo cortó en pedazos y se lo llevó a su casa, en donde cocinó algo de la carne y escondió el resto en su arrocera.
Pero verán, Sunan sabía que éste búfalo pertenecía a su vecino.
- Esposa, niños - llamó Sunan a su familia - ya no pasaremos más hambre - y entonces les contó lo sucedido con el búfalo del vecino.
Aldía siguiente, el vecino de Sunan, Klahan, tocó a la puerta y dijo:
- Estoy buscando a mi búfalo, Sunan. Me preguntaba si lo habías visto.
Sunan apartó la mirada y dijo "No" friamente "No he visto a tu búfalo"
Pero justo entonces, el barbudo habló:
- Sunan comió búfalo anoche y escondió el resto en la arrocera
Ambos hombres miraron alarmados al pájaro, pero antes de que Sunan pudiera decir algo, Klahan corrió hacia la arrocera. Sunan corrió trás él, y el pájaro voló trás ellos.
Cuando Klahan vio la carne, estaba incrédulo
- ¿Qué es esto? - le preguntó a Sunan.
- ¡Oh! - dijo Sunan -, aquí mantego la carne de búfalo, pero éste no es tu animal. Ésta es la carne de una criatura que maté hace mucho tiempo.
El pájaro barbudo estaba asombrado.
- No - dijo el pájaro - éste es el búfalo que mataste ayer. Eso es lo que le dijiste a tu esposa anoche.
Una vez más, ambos hombres miraron al pájaro. Sunan estaba furioso, y Klahan no sabía a quien creerle.
- Llevemos este caso con un juez - dijo Sunan -. Sin duda, ningún juez inteligente considerará la palabra de un tonto pájarraco por encima de la de un hombre.
- Entonces mañana - dijo Klahan - los veré a ti y a tu pájaro en la corte.
Sunan fue hacia su casa, preocupado y furioso, cuando de repente tuvo una idea. Agarró al barbudo y lo colocó en una vasija, y sobre esta vasija le colocó un trozo de tela negra.
Esa noche el cielo estaba resplandeciente de estrellas y de la luz de la luna llena, pero dentro de la vasija sólo había oscuridad. Y entonces Sunan comenzó a golpear la vasija. Primeo quedamente, pero luego con más y más intensidad.
Dentro de la vasija, el barbudo temblaba de miedo.
- ¡Oh, los truenos son tan fuertes! - murmuró acobardado, porque no le gustaban las tormentas.
Entonces Sunan comenzó a verter agua sobre la tela para que se sintiera como lluvia que caía sobre la colorida espalda del pobre barbudo.
- ¡Oh! Pero que noche tan oscura y tormentosa - dijo temblando el barbudo, esperando ansiosamente que llegara el amanecer.
Y así, al amanecer Sunan sacó al barbudo fuera de la vasija y lo colocó en su jaula.
- Ahora iremos a la corte - le dijo al pájaro.
En la corte, el juez escuchó atentamente el testimonio de Klahan, y entonces mandó llamar al barbudo para que hablara.
El pájaro se irguió e hizo uso de la palabra:
- Mi amo mató al búfalo del vecino y escondió lo que no se comió en la arrocera. Eso fue lo que le dijo a su esposa.
Sunan comenzó a reír suavemente.
- ¿De qué se está riendo? - reclamó el juez.
- Lo siento - dijo Sunan -, es sólo que no puedo imaginar el porque Usted tendría que escuchar lo que tuviera que decir un tonto pájaro.
El juez dijo enojado:
- Todos saben que el barbudo es una criatura altamente inteligente.
Sunan rió disimuladamente.
- Bueno, éste barbudo dice tonterías y sin sentidos muy a menudo, a veces se me olvida. Adelante, pregúntele lo que sea. Pregúntele como fue la noche anterior.
Y así lo hizo el juez. El barbudo nuevamente se irguió y dijo:
- Anoche estubo oscuro y tormentoso. Los truenos nunca pararon durante toda la noche.
Todos en la corte miraron al pájaro con descrédito, puesto que todos recordaban que la noche anterior había sido clara y hermosa.
- Señor Juez - dijo Sunan -, seguramente Usted no me condenará por un crimen basado en las palabras de semejante criatura.
El juez cabeceó.
- No. Veo que Usted es inocente. Y debido a que las palabras de esta criatura lo pusieron en peligro, ordenaré que nadie tenga y cuide a estos pájaros en sus casas nunca más. Enviáremos a todos los barbudos a vivir a los bosques.
Y así sucedió.
Unos meses después, el barbudo de Sunan estaba en el bosque cuando divisó un pájaro mucho más grande y brillante que él.
- ¿Quién eres tú? - preguntó el barbudo.
- Soy un loro - dijo el extraño, he venido aquí desde el sur con mi parvada. Hablamos el lenguaje de los humanos.
- Bienvendio - dijo el barbudo -, pero déjame advertirte. Cuando los humanos descubran que puedes hablar en su idioma, te capturarán y te llevarán a sus casas.
- Estará bien - dijo el loro.
- Pero ten cuidado - dijo el barbudo -. Debes tener cuidado de lo que dices. Los humanos no siempre son confíables y sólo quieren escuchar sus propios pensamientos. No están interesados en nuestra sabiduría. Si se las ofreces, podrías ser castigado.
- El loro le agradeció al barbudo, y no mucho después sus predicciones se volvieron realidad. Los humanos se enteraron de que los loros hablaban y los capturaron y se los llevaron a sus casas. Ahí ellos se encargaban de cuidarlos y alimentarlos, pero al igual que alguna vez lo hicieron con los barbudos, les enseñaron a sus loros palabras que ellos esperaban que dijeran.
Pero el loro le transmitió la sabiduría del barbudo a sus compañeros, y es por eso que los loros nunca dicen lo que piensan; sólo hacen eco de lo que los humanos les dicen.
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