De El cucú y el pichón - Colección de cuentos folklóricos Butaneses
de Gawang Phuntsho
En una pequeña aldea, vivían un hombre y su esposa, quien dio a luz a una hermosa hija.
Inmediatamente después de dar a luz, la madre murió por causa de una aguda afección. El esposo tuvo que tomar la responsabilidad de cuidar de la pequeña.
Un día, el padre se encontró con una gran Bembochen (una serpiente) mientras estaba recolectando leña en la montaña.
La serpiente lo amenazó con comerlo. El hombreno no temía la pérdida de su propia vida, pero sólo podía pensar en su hija, quien no tenía madre y pronto carecería de padre también. ¿Quién la cuidaría?
Con ese pensamiento cruzando su mente una y otra vez, le brotaron lágrimas de sus ojos, que hiceron que hasta la serpiente se llenara de compasión.
- Por favor no me mates, pues tengo que cuidar de mi hija - suplicó el hombre - ella no tiene a nadie más que la cuide. Ten piedad de mi y haré cualquier cosa por ti.
- En ese caso, tendré piedad de ti, pero debes de prometerme una cosa - contestó la serpiente - Dame a tu hija. Yo me encargaré de ella. Pero si fallas en el cumplimiento de tu promesa, te mataré.
La decisión era dolorosa, pero no tenía más opciones. El hombre le prometió que le daría a su hija. Sólo si la serpiente le perdonaba la vida.
Su hija no quería marcharse. ¿Cómo podría pensar ella en casarse con una horrible serpiente? Pero su gran amor por su padre le hizo aceptar tal propuesta.
A la mañana siguiente, el padre llevó a su hija a lamontaña y se la ofreció a la serpiente. Pero aún y antes de que pusiera la mano sobre su hija, la serpiente se transformó en un apuesto príncipe. ¡Era todo un milagro! ¡En verdad era un príncipe! Una bruja lo había transformado en una serpiente y cargaría con la maldición hasta el día que una mujer le prometiera fielmente casarse con él. El príncipe y la hija del hombre vivieron felizmente luego de eso.
En una tierra lejana, vivía un hombre muy rico, pero muy egoísta, quien también tenía una hija.
En cuanto escuchó la historia del príncipe encantado y de su transformación, el hombre egoísta salió a buscar una serpiente así para casarlo con su hija. Él deseaba aún más grandes riquezas de las que ya poseía.
En el bosque, el hombre se encontró una enorme serpiente durmiendo plácidamente entre las largas hojas de hierba. La atrapó con una red y se la llevo a su casa entre violentos forcejeos. Al llegar, empujó a su hija y a la serpiente en una recámara y los encerró con llave desde afuera.
Esa noche, mientras escuchaba una oleada de ruidos provenientes de esa recámara, el hombre se puso eufórico pensando en que el milagro se llevaba a cabo en su propia casa. Difícilmente podía esperar por el amanecer.
Por la mañana, el padre le quitó el candado a la puerta y la abrió, gozoso de saludar a la pareja milagrosa. Sin embargo, para su desilusión y horror, todo lo que quedaba de su hija era una parte de su mano, contorsionada en pose de súplica. La serpiente había muerto también, ahogada en un charco de sangre.
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