Cuento popular budista, basado en la historia autobiográfica del maestro Zen Tanzan
Dos monjes zen, Tanzan y Ekido, se encontraban en viaje de peregrinación, cuando, al pasar por un río lodoso, vieron a una hermosa mujer vestida con kimono, obviamente sin saber como cruzar el rió sin arruinar su vestimenta.
Sin objeciones, Tanzan la levantó con gentileza, la sujetó muy pegada a él y la cargó, cruzando el río, bajándola luego en suelo seco. Después, él y Ekido continuaron su viaje en silencio hasta que, horas más tarde, se aposentaron en un monasterio.
Y es aquí donde Ekido no pudo contenerse más y descargó su ira:
- ¡Eso que hiciste fue contra las reglas! ¡Tocar a una mujer simplemente no está permitido! ¿Cómo pudiste haber hecho eso? ¡Y luego haber tenido ese contacto tan cercano! ¡Esto es una violación de todas las relgas monásticas!
Y así, continuó con su verborrea. Tanzan escuchó pacientemente todas sus acusaciones. Finalmente, durante una pausa, dijo:
- Mira, yo dejé a la mujer al otro lado del río, hace ya muchas horas y leguas atrás. ¿Pero tú aún la sigues cargando?
Sin objeciones, Tanzan la levantó con gentileza, la sujetó muy pegada a él y la cargó, cruzando el río, bajándola luego en suelo seco. Después, él y Ekido continuaron su viaje en silencio hasta que, horas más tarde, se aposentaron en un monasterio.
Y es aquí donde Ekido no pudo contenerse más y descargó su ira:
- ¡Eso que hiciste fue contra las reglas! ¡Tocar a una mujer simplemente no está permitido! ¿Cómo pudiste haber hecho eso? ¡Y luego haber tenido ese contacto tan cercano! ¡Esto es una violación de todas las relgas monásticas!
Y así, continuó con su verborrea. Tanzan escuchó pacientemente todas sus acusaciones. Finalmente, durante una pausa, dijo:
- Mira, yo dejé a la mujer al otro lado del río, hace ya muchas horas y leguas atrás. ¿Pero tú aún la sigues cargando?
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