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Fuga hacia el Desierto celeste de la Tranquilidad y La
batalla introspectiva
Una vez más en el cuarto, me tiré a la cama, cayendo mi cabeza sobre mi cuarto, y no podía percibir más que un aroma, un único aroma agriamargo. No sabía si era mío o no. Pero lo odiaba, sentía toda mi espalda polvorosa y no sabía por qué. Algo había sucedido. ¿Dónde había estado? ¿Por qué tenía piedritas incrustadas en la nuca?
Me paso por la cabeza que estaba
atravesando un agudo cuadro de amnesia. Y sí, había transcurrido una elipsis y
no sabía por cuánto tiempo. Creí que habían pasado al menos dos semanas. Me encontraba
cansado, desesperado, como si efectivamente, no hubiese dormido en dos semanas.
Pero a la vez, volviendo con las paradojas, sentía como si siempre hubiese
estado dormido y era la primera vez que estaba despierto.
Me levanté - también por vez
centésima, y de pronto me vi a mi mismo a través de los ojos de mi "compañera de viaje", aunque
no me veía tal como yo lo hacía cuando me veía en el espejo.
Me veía a través de su percepción
visual, tal como yo me veía. Con distintas proporciones y distintas
características. Me veía confundido, como girando sobre mi propio eje, como un
huracán autoprrovocándose vorágines psicóticas. Era penoso, patético.
"¡Basta!" le grité,
"No soy tú. Déjame en paz, no soy tú, no soy tú" "Yo soy
yo". Siendo su respuesta más bien silenciosa, como si no supiera de lo que
hablara, lo cual me molesto, porque la veía tan calmada y como siendo responsable
de todo lo que me sucedía.
Los pensamientos mutaron y la perdí
de vista otra vez. Era ahora una bestia sin raciocinio y no sé por qué se me
ocurrió la idea de que era un hámster dentro de un pecera siendo tratado con
drogas en un cruel experimento científico en un laboratorio. Y se lo dije entre
risas irónicas "Sólo somos hámsters en observación, ¿verdad?, somos ratas
de laboratorio dentro de una caja de cristal, yendo de un lado a otro
confundidos, estamos atrapados aquí, no somos quienes creemos que somos".
No recuerdo cuál fue su respuesta, y
creo que en ese momento no hubiese escuchado cualquier cosa que me hubiese
dicho, pero: "Jahahahahahahahaha" volvían loops auditivos de su risas
de disco-rayado. Y volvían flashbacks de los momentos en que ingeríamos el
ácido.
"Apenas han transcurrido 30
minutos desde que tomaron LSD" - sugirió una voz muy solemne proyectada
desde mi cabeza -, "disfruta la fiesta". "¡Fiesta! ¡Eso es,
estoy en la fiesta (una fiesta o más bien reunión con algo de alcohol, que se
había llevado a cabo hacia una semana), puedo arreglar esto, sólo tengo que
volver y cambiar las cosas, debo evitar el haber venido aquí. Sí, debo cambiar
la historia, debo crear una paradoja para poder romperla, ¡eso es! ¡Crear una
paradoja dentro de otra paradoja!" Pensé, creyendo que había logrado una
iluminación intelectual desprovista de lógica.
Nuevamente, salí a toda marcha de la habitación, y no fue sorpresa verme a mi mismo entrando a la habitación. Supuse ahora que me estaba moviendo más rápido que la luz y que había logrado "arrebasar" la "velocidad normal" del tiempo, que podía moverme adelante y atrás en el tiempo.
Al cruzar el umbral de la puerta, me
vi a mi mismo en un determinado momento, con la cara tensa por la angustia y la
confusión, pero no me importo, me dije mentalmente algo como "Tranquilo,
ahorita haré que todo se termine".
Bajé las escaleras, que ahora
aparentaban sobriedad y al contacto con mis pies descalzos, provocaba chispas rosazulosas
que atribuí a la súper-velocidad con la que creí que me estaba moviendo.
En cuanto crucé el pasillo que da a
la entrada de su casa, vi nuevamente la biblia que había roto momentos antes y
la imagen de la Virgen santificada se encontraba distinta, difusa, pero no me
importó en lo absoluto.
Abrí la puerta y - creo que en ese
momento habría pasado algún avión, o algún automóvil que habría distorsionado
la percepción de las luces - comencé a ver como el cielo tornaba sus colores,
de negro a morado, de morado a rosa y de rosa a anaranjado y de anaranjado a
ámbar. El cielo se volvió una traslucidez vidriosa de color ámbar.
"¡Perfecto!" exclamé "puede funcionar, hagámoslo".
La suposición era que debía de salir
de la casa por dónde había venido y así lograría retroceder el tiempo, y la
intensión fue enfocada hacia donde mi suposición apuntaba.
Me dirigí corriendo hacia las rejas,
que estaban cerradas con candado. "¡Ah, sí, claro, tengo que saltar la
cerca, son candados, son bloqueos, se trata de quitar los bloqueos, encontrar
soluciones fuera de detenciones obvias!", asocié.
Salté entonces alegre de que mi plan
estuviese funcionando. Pero la alegría se amargó al ver que tras los primeros
pasos, el camino que antes me era familiar, identificable, comenzó a cambiar en
la cosa más irreconocible. Las casas vecinas comenzaron a alejarse, y las
calles se retrajeron. Los espacios vacíos dejados por las casas, pronto fueron sustituidos
por arena, y la colonia donde me encontraba se había vuelto el desierto. Paré.
Desesperanza. Abandoné mi intento de fuga. ¡Basta! "Está bien, esa cosa
que me tomé es en verdad potente, es poderosa" pensé, recordando que había
ingerido media dosis de LSD.
Una vez ahí en el desierto, abandoné
la idea de luchar. Más quería aún tener el control de la cordura. Quería estar
cuerdo, pero, una brisa fresca que definiría como una "corriente de aire
de espíritus" me recorrió. Me tranquilicé. Se fueron todas las palabras de
mi cabeza. Me sentí como un perro, como un cachorro de labrador. Manso,
tranquilo.
Me sentía en paz conmigo mismo. No
había nadie más que yo. El cielo era ahora azul marino, y había sólo un astro
en cénit, no sabía decir si se trataba de un sol o una luna. Era más bien como el
foco de una lámpara de luz mercurial. Supongo ahora que eso había sido, o que
la visión de una de esas lámparas de un poste cercano se me había quedado
impreso en las pupilas.
Silencio. Había silencio. Silencio
sagrado. Silencio purificante. Silencio que había lavado toda la basura mental.
Silencio que había detenido las querellas mentales, que se sentía como una gran
cascada detenida. El tiempo transcurría, pero a un - valga la redundancia -
"tiempo" sutil, a un ritmo sedoso, sabroso.
Me eché a las dunas de las arenas de
color celeste, donde me encontraba, contemplando el cielo, el astro de cálida
luz naranja.
Sentí como si hubiese pasado una hora
observando el cielo, el desierto, mis manos, mis pies descalzos, las uñas de
los dedos de mis pies. ¡Mi cuerpo! Volví a tener conciencia de mi cuerpo.
Estaba ahí, ¿cuánto tiempo había
transcurrido? ¡Oh! Más o menos me importaba, por un lado, no me molestaba ni me
asustaba la soledad, ni ser el único ser en ese mundo inhóspito de cielos y
arenas.
Por un lado me sentía muy tranquilo,
muy cómodo, muy relajado, en paz conmigo mismo. No habían voces que me dijeran
lo que debía, tenía, no debía o no tenía que hacer. Y por el otro, a sentir piedritas
bajo las pantas de mis pies, recordé que ese cuerpo pertenecía al "mundo
real".
La visión del desierto comenzó a
desvanecerse poco a poco y me pareció ver en la distancia, una ballena de un
morado obscuro lleno de ojos amarillos fluorescentes por todo el cuerpo.
La ballena emergía de ese océano de
olas de dunas de arenas celestes del "desierto de la tranquilidad", y
esa tranquilidad se vio interrumpida por mi deseo creciente de volver al
"mundo real".
(Otro de los dibujos inspirados por el viaje, hecho a tres semanas luego de la travesía psicodélica)
Pero ¡horror! volví al mundo real, y me encontraba semidesnudo y extraviado, sin saber cómo ni cuándo ni por qué me había largado de la casa del LSD. De mi dulce captora. Mi "Bruja negra".
Me encontré de pronto entre las
calles a mitad de la noche, en una colonia desconocida, y no sabía si me
encontraba en Cadereyta, Monterrey, Tampico, México, Brasil, Noruega, Seúl o Angola.
Vi mi pecho y por fin me sentía
"yo mismo" otra vez, es decir, "humano". Humano e
impotente. Humano e indefenso. No tenía playera ni tennies y la idea que
sobrevolaba y aterrizó sobre mis pistas craneales fueron que era un vagabundo.
Asumí que sí me había "quedado en el viaje". Que el cartoncito había
sido adulterado por malvivientes que querían tenían ganas de joderle la mente y
las vidas a incautos como yo.
"Tranquilo, tranquilo, consumiste
LSD, eso es lo que pasa, estas bajo sus efectos, tranquilo" Me decía está
ve, haciéndola de tranquilizador. Pero
al caminar por las calles así, y doblar en cada esquina, sentía que me perdía
cada vez más. "¿A dónde quieres ir?" Me pregunté, "No lo sé, no
lo sé" Me respondí. "A casa, tengo que ir a casa", surgió una ahogada
voz dentro de mi pecho.
"Pero, ¿dónde está mi
casa?" "¿En dónde estoy?" No podía pensar claramente y sentía
como poco a poco, conforme aceleraba mi paso, mis recuerdos se borraban y mis
capacidades cognitivas disminuían.
Experimenté un nuevo terror, el
terror más irracional y nocivo de todos, el más fatal, el más indeseable e indecible:
el olvido.
Olvidé como me llamaba, de dónde
venía, lo que había sucedido, a dónde iba y por qué había llegado ahí. Estaba extraviado
y no podía distinguir un punto de referencia para poder volver a mi casa o a la
casa de donde había escapado. Quería volver aunque fuese, a ese último lugar
donde había abierto la puerta de las realidades.
"¿Cómo me llamo?"
"¿Cómo me llamo?" me pregunté repetidamente. "Recuerda,
recuerda, recuerda. Tienes que recordar. Recuerda lo que sea", me
respondía una y otra vez, a forma de mantra como mecanismo forzado que me
impulsara a echar a andar mi cerebro.
Luego de muchos intentos y de seguir
caminando entre las calles, en esa fatídica madrugada, volví la vista la suelo,
como buscando pistas, pero no veía nada que pudiese traer de vuelta mi memoria.
De pronto, de golpe, me fue arrebatada el habla y la capacidad de expresar mis
emociones. Me sentí nuevamente como un recién nacido, o como un moribundo al
que se le ha ido la voz, justo segundos antes de expirar. Jamás había
experimentado tanta angustia, como esa de no poder querer expresar lo que
quería y sentía por ningún modo.
Me desplomé al suelo de rodillas, y
me quedé observando los detalles de la textura del concreto, quizá por cosa de
segundos, o minutos, muy lentos y pesados minutos. Vi que había tierrita,
arena, y me puse a revolverla con el dedo índice.
Fue aquí cuando recordé las vocales. A-e-i-o-u...
trace. "Sí, si,
eso, recuerda, recuerda" "A-e-i-o-u" volví a trazar, ahora en mayúsculas.
Y seguí trazando las letras del alfabeto que recordaba.
"B-c-d-e-f-j-k-m-p-s" repetidamente, hasta que recordé la palabra
"alfabeto" "¡Alfabeto! ¡Exacto, debo de invocar a la lógica!”
Y al terminar de decir “lógica” vino
al rescate el recuerdo del “Hangeul” el alfabeto koreano. Comencé a trazar de
inmediato sílabas como “ma”( 마), “shi”( 시) “da” (다) y de inmediato recordé su significado: “beber” y
“comer”, luego escribí “si”( 시): tiempo. “Sí, beber, comer, tiempo”. “Es tiempo de comer”,
pensé que había pasado muchísimo tiempo desde que había ingerido alimentos, líquidos,
y aunque no sentía hambre ni sed, debía de comer algo, para no morir ni de
hambre, deshidratación ni locura, además de que creí que también la comida
provocaría alguna clase de interferencia con el LSD, causando una especie de
corto circuito de las neuronas implicadas en ese atroz estado alucinatorio de
confusión. Pero debía asegurarme además de que debía recordar lo suficiente,
así que volví a la arena del suelo, borre las sílabas y me concentré en otra
palabra. “Bien, bien, comida, comida, eso es, comida en chino es “shi” y trace
el ideograma (食), y suena a
sushi, ¡exacto! ¡Me gusta el sushi, me encanta el sushi, amo el sushi! Ya
recuerdo, debo volver y comer sushi. Sushi, suchi…chi… “Kimchi” comida koreana,
y escribí en koreano “Kimchi” (김치), de lo cual seguido de pronunciar chi, se
adjuntó la asociación simbólica del “Chi” (氣) energía en “Chi kung” y el “chi de la pronunciación de “ji”( 极)en “Tai ji quan, o Tai Chi Chuan”. Perfecto, sonreí nerviosamente
“¡Así es! Comida, bebida, sushi, kimchi, energía, sí, shí, chí, Chi Kung, Tai
chi chuan, artes marciales! ¡Me gustan las artes marciales, practico Tae Kwon
Do, capoeira! ¡Chi kung! ¡Me gusta entrenar, practico artes marciales! ¡Me
gusta la energía! ¡Korean0o, música Koreana, Kim Gun Mo!”
Nombré repetidamente estas palabras
–descubrimientos que eran pistas para recordar mi identidad en el mundo real.
Pero no era suficiente, había logrado una hilación mental, basada en fonemas,
pero no me resultaba lo suficientemente revelador para reforzar el recuerdo del
camino a casa.
“Debo recordar personas, esforzarme
por recordar todo lo que pueda, sobre mi vida ¡Quiero mi vida de vuelta!"
Y así, apresuré el paso entre las ajenas calles nocturnas, bajo las luces
mercuriales de los postes. "¡Evoca personas lógicas! ¡Invócalas!"
"Piensa en personas
lógicas" "La lógica puede salvar mi vida" "¡Mi vida!"
"¡Elijo mi vida!, quiero una vida!" Pensé, y comenzaron a llover
ideas introspectivas, a la vez que percibía como las casas volvían a recobrar
aspectos realistas, y sobre las bardas adyacentes, garabatos formaban letras de
anuncios, aunque aún no recobraba la capacidad de reconocer palabras escritas y
mucho menos los números de las placas que indicaban nombres y números de calles
por donde caminaba y corría errante.
Mencioné a manera de mantras los
nombres de las personas lógicas, demasiado lógicas y lineales que conocía,
personas racionales, científicas, de pensamientos predecibles.
Pasaron por mi mente mis padres, mi hermana, mis
vecinos, familiares, amigos "¡Perfecto, sí, sí, debo quedarme con ellos!
está funcionando, hay esperanza"...Pero la esperanza se decantó en desesperanza cuando por fin vino a mi mente mi nombre. Lo repetí en voz alta... y luego mi apellido... me quedé trabado con mi nombre, "Mi nombre es..." "Mi nombre es..." “Me llamo…” “Me llamo…” Y repetía una y otra vez mi nombre y apellido en voz alta. Me detuve.
Surgió la fatalista y sombría idea de que me encontraba así, repitiendo mi nombre porque me encontraba en la estación de policía declarando mi sangriento crimen: había asesinado a mi inductora de ese infernal estado de confusión. Confusión que se había agudizado y me había llevado a matarla salvajemente en un ataque de pánico indescriptible. Tenía lógica. Supuse que mi cuerpo se encontraba en la hipotética estación de policía, contestando automáticamente mi nombre, y de las personas que conocía, mientras mi mente, o sea el yo de ese momento, se encontraba aun vagando sin rumbo, tratando de evadir la funesta realidad.
"LSD, tomé LSD" "LSD, tomé LSD y todo se salió de control" pensé, "No sé dónde vivo o dónde estoy" pero tengo que lograr llegar a una avenida y caminar hasta casa, aún y con que sólo esté en pantalones. De seguro soy un viejo loco, me quedé en el viaje, pero al menos tengo que llegar a casa, y reunir a mi familia. Decirles que los quiero, que los amo, y que quiero verlos felices, decirles que estoy bien, que tienen que estar bien, que la vida es bella, que deben vivirla, atreverse a vivirla"
"Amar" "Atreverse" Hilé estas dos palabras, y pensé, quizá así pueda volver. Quizá la lección de éste viaje fue para atreverme a amarme a mí mismo, después de todo, siempre he tenido aversión, asco ante la melosa y absurda idea de amarse a sí mismo" acepté "quizá sea cierto que debo amarme a mí mismo para pasar la prueba, debo intentarlo, debo atreverme, debo de hacerlo, se sentirá y se verá muy estúpido si alguien me está viendo, pero debo de hacerlo"
Y se me ocurrió que debía besarme a mí mismo, por más narcisista que me resultase. Y como no podía besarme a mí mismo, opté por la solución más viable que era besando mi brazo, mi bíceps. Y así lo hice. Cerré los ojos y besé con aparente apasionamiento mi brazo izquierdo, y luego el derecho.
Abrí los ojos y... nada. Seguía en el mismo lugar.
"¡Coño! ¡¿Entonces?!" Exclamé... "Ah, entonces quizá tengo que besar a la pacha-mama, demostrarle mi amor a la tierra. Bien, la besaré, de seguro se trata de un prueba iniciática de mi maga obscura" Y me puse de rodillas, me postre con sincera reverencia y besé el suelo como si se tratara de una ardiente amante.
Pero nada. Seguía en el mismo lugar y me sentía de lo más estúpido. Me paré, y nuevamente afloró la desesperación.
"¡LSD, maldita basura! ¡Si salgo de ésta, jamás volveré a tomarlo!" Maldije. "¡Espera!, salir...salir, sacar, sacar... ¡eso es, debo de correr y correr, sudar hasta sacar de mi organismo toda esa cochinada!”¡Tengo que sacarlo, expulsarlo a través del sudor, de la orina! Y sin más tiempo que perder, en una alucinante carrera por recuperar la cordura y volver a casa, me bajé la bragueta y me dispuse a orinar frente a una barda, pero nada salía. "Vamos, vamos, concéntrate..." me concentré, más nada salía. "Bien, está bien, entonces corramos, corramos y corramos hasta que saquemos todo, o encontremos la casa"
Corrí, corrí, corrí. Doblaba esquinas, salté bardas de casas ajenas, con velocidad y agilidad de gato, crucé jardines, parques, solares baldíos, y nada.
No logré ni sacar las toxinas de ácido lisérgico, ni llegar a casa. Me tiré a la tierra de un terreno y maldije el haber tenido tan excelente condición física. Por entrenar tan duro. Dije "bueno... tranquilo, echémonos al suelo, descansemos, tomémoslo con calma, de seguro cerraré los ojos y al abrirlos me encontraré nuevamente sobre la cama, como si todo esto hubiese sido sólo un mal sueño".
Me recosté por cosa de... 5 minutos, quizás. Crucé los brazos por detrás de la nuca, y cerré los ojos. Pero al cerrar los ojos, venían nuevamente ideas de que quizás si había asesinado a mi amiga, o que tal vez me había suicidado, o las dos cosas, o que quizás habíamos muerto por sobredosis los dos y yo era en realidad mi alma que vagaba por el mundo.
No, no podía ser. Y de ser así tenía que averiguarlo. Tenía que volver y afrontar la realidad de mis irresponsables actos. Tenía que asegurarme de que todo estaba bien, de que mi amiga se encontraba bien, y si en realidad le había hecho algún daño... habría de confrontar los hechos, aceptar la culpa y... huir cobardemente de la ciudad, del país.
Me levanté y entonces, como por obra de un milagro, las calles me parecían más familiares. Reconocibles. Seguí el camino que creí que era por el que había venido, sentí las piedritas incrustadas en mi espalda, a la altura de la nuca y los omóplatos, sintiendo un escalofriante Deja-Vú: Recordé que había sentido esa misma sensación de las piedritas hacia algunas horas en la habitación, antes de mi escape, y tres ideas dieron una estocada simultánea atravesándolas sienes y la frente: La primer sensación-pensamiento, fue que estaba viviendo una retrospectiva reciente, la segunda, que el tiempo estaba yendo a la inversa y tercero, que estaba repitiendo la misma actuación, escena. ¡Otro maldito y jodido loop! Pero con la misma rapidez, me desencajé las filosas ocurrencias y seguí caminando, con determinación.
Nuevamente surgieron alucinaciones. Quizá la idea de la muerte había tocado fibras sensibles y reactivas en mi subconsciente que no quería tocar.
"Vamos, no pienses en la muerte, piensa en la vida, piensa en la vida, la vida es bella! ¡La vida es bella, carajo!, ¡La realidad es bella, quieres volver a la realidad!, ¿recuerdas?" me atosigaba.
Inmediatamente después, una macabromista voz hizo titubear la determinación de seguir adelante “Hey, tal vez eres un condenado a muerte, quizá por eso sientes esa mórbida fascinación fetichista por la silla eléctrica, piensa en Linus Bragg, en George Stinney Jr., en este estado probablemente puedas experimentar tu propia electrocución, tal vez ya tengas los electrodos conectados a tu pierna y cabeza. ¡Es más, a lo mejor acaban de accionar el interruptor y la corriente de alto voltaje apenas acaba de hacer contacto con tu cuerpo y estás teniendo un desdoblamiento evasivo de la personalidad” e inmediatamente repliqué renegando "¡No, no, ssssh, ya cállate, yo soy yo, estoy seguro de eso, quiero estar seguro de eso!
Caminé unos minutos más, con la cabeza hecha “piedra aplanada”, “sapo contorsionado atorado en sí mismo”, “tortuga volteada, recostada sobre su espalda”
Se invitaron solas las alucinaciones. Alucinaciones que tomaron forma de "almas en pena". Eran seres descarnados, pseudo-transparentes, putrefactos, y algunos otros eran personas con rasgos que denotaban cansancio. “¿Ves lo que pasa cuando te pones a cavilar o invocar pensamientos sobre la muerte?” – Pensé.
Observé las almas, a las que podría describir como "vagabundos astrales", unos se veían algo nítido y otros difusos, borrosos. Unos flotantes y otros pesados, arrastrando sus pies, unos tenían pies completos, otros ya muy apenas y parecían garrotes. "Comprendí" aquí que estas eran realmente "almas" de personas fallecidas, de comatosos, de drogadictos que se habían quedado en el viaje, y... bueno. Percibí de inmediato dos características que compartían en común toda esa procesión de desdichadas almas caminantes: Todas parecían cansadas, exhaustas, perdidas. Como si hubiesen abandonado las esperanzas de regreso a sus vidas ordinarias, a sus cuerpos, rendidas. Y la otro era que parecía que no lograban verse entre ellas. Como si cada una estuviese orbitando alrededor de su propio mundo, que no les permitían ver el mundo de las demás almas, establecer contactos. Quizá por falta de sensibilidad, por egoísmo, o por bloqueos y auto-limitaciones, no lo sé. Pero eso fue lo que se me ocurrió en ese instante.
Las almas iban ahí todas zombies, siguiendo cada una sus rumbos, el extravío indeterminado, quizá por la eternidad, hasta que experimentaran la auténtica muerte, la segunda muerte: El olvido. Su propio olvido. Y quizá este profundo y macabro terror primigenio era o que les impedía extinguirse a pesar de su agotamiento.
Sea como sea, me recorrió el escalofrío y pude sentir nuevamente el palpitar de mi corazón. Me sentí vivo. Como un rayo, me golpeo la luz del impulso vital de la trascendencia: "Quiero ser alguien", "No quiero olvidarme de quién soy" "No quiero que me olviden" "No quiero olvidar" "No quiero el olvido", y muchas otras frases que parecieran sacadas de libros de motivación personal de bolsillo me acribillaban. "Quiero trascender" "No quiero ser un junkie" "No quiero ser un drogadicto haragán" "No quiero acabar en la calle" "Quiero hacer las cosas bien" "No quiero hacer lo que quiera, quiero hacer lo que debo" "Quiero hacer el bien" "Quiero hacer lo que es importante" "Quiero ser responsable" "Respetaré a los demás" "No juzgaré" "Me atreveré a ser feliz, a trascender, a darme a mí mismo totalmente" “Estudiaré duro, trabajaré duro” “Me esforzaré en mejorar las áreas matemáticas” “Pondré atención del dónde me encuentro, tendré sentido de la orientación, me esforzaré en entender los mapas”... fueron tantas cosas que me dije a mí mismo, a la vez que sentía una profunda pena pena por esas "almas en pena". Pero luego pensé que quizás ellas se habían puesto ahí por ellas mismas, que habían llegado a ese estado debido a que habían caído en las trampas de sus egos, de sus placeres, de sus ensimismamientos.
Así que seguí adelante, no sin antes ver antes, como si fuesen proyecciones de un proyector de cine, en el cielo, escenas del Bardo Tibetano. El reino intermedio entre la muerte y los renacimientos. "Dios, es Real... el Bardo es real" recuerdo que susurré... "real, es cierto, debo de seguir buscando mi camino de regreso a lo real, a la realidad" continué y proseguí mi intento de retorno.
Afrontar los hechos. Redención. Disolución convulsiva
"¡Mierda!, ¡Sí la mate! ¡Sí la maté! ¡Dios, no! Me detuve esperando que en cualquier momento sacaran su cuerpo, o posiblemente nuestros cuerpos de la casa, dentro de bolsas para cadáveres. Titubeé, y luego, en un acto de valentía, me animé con pesadez "Vamos, querías ser responsable ¿no? pues ahora tienes que demostrarlo y asumir las consecuencias, si debes de ir a la cárcel, entonces irás y cumplirás la condena, es el precio que debes de pagar por tu estupidez, quizá sólo así puedas madurar y valorar tu vida" Fue la auto-sentencia mental que me juzgó.
Caminé temeroso, pero con la sensación de que hacía lo correcto, de que me había redimido, y que debí llegar la resolución.
Me sentía fresco a pesar de haber corrido y caminado a toda prisa durante horas. Me sentía aliviado, a pesar de que me enfrentaría a violento, vengativo y corruptible puño de la ley.
Pero mientras más me acercaba, vi como la patrulla y la ambulancia de desvanecían en el aire, dejando sólo una camioneta oscura afuera. Volví a saltarme las rejas, entré a la casa sin seguro. Observé la biblia rota. Seguía rota y entré a la sala...
Ya estaba en casa, aunque no en la mía, ya habían transcurrido casi 5 horas luego de la ingesta del elíxir de la locura, y los efectos parecían desvancerse... ¿Qué más podía pasar ahora?...
Pues sí. Habrían de pasar más cosas. Cosas reveladoras.
つづく
Continuará...
..
Continuará...
..
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