domingo, 27 de julio de 2014

Como calentarse sin fuego entre las nieves

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 De Magos y místicos del Tíbet de Alexandra David Néel
(Capítulo 6: Entrenamiento psíquico)

Pasar el invierno en una cueva, situada a veces entre 4.000 y 5.000 metros de altitud, con un vestido ligero o desnudo, y no perecer helado, es un problema complicado. No obstante, numerosos ermitaños tibetanos lo han resuelto, y se atribuye su resistencia al hecho de que poseen el medio de estimular el calor interno, denominado tumo. La palabra tumo (escrito glumo) significa calor, pero  no se emplea en el lenguaje corriente para designar el calor ordinario. Es una palabra técnica de la terminología mística, y los efectos del calor misterioso llamado así, no se limitan a calentar el cuerpo de los ascetas capaces de engendrarlo.

Los adeptos de las ciencias secretas tibetanas distinguen diferentes especies de tumo.

Tumo exotérico, que surge espontáneamente durante ciertos éxtasis y gradualmente envuelve al místico en el «suave y abrigado manto de los dioses».

Tumo esotérico, que acabamos de mencionar, y asegura el bienestar de los ermitaños de las montañas nevadas.

Tumo místico, que no puede pretender más que un parentesco muy distante con la idea de calor, porque se describe como haciendo sentir
en este mundo las «delicias paradisíacas».

En la enseñanza secreta, tumo es también el fuego sutil que da calor al fluido generativo y hace subir la energía latente en él a lo largo de los canales filiformes de los tsas1 hasta la cabeza, dando, en vez del placer carnal, delicias intelectuales y espirituales.

La superstición y nociones fisiológicas extravagantes han creado historias extraordinarias sobre este asunto. Me aventuro a resumir una de ellas:

El célebre asceta Restchunga, atormentado por el deseo de ser erudito, abandonó a su maestro Milarepa, contra la voluntad de éste, para ir a estudiar literatura y filosofía a Lasa.

Por su desobediencia, le fueron las cosas mal, al menos desde el punto de vista religioso.

Un hombre rico se entusiasmó con su erudición y con los poderes mágicos que ya poseía y le acosó para que se convirtiese  en su heredero, casándole con su única hija. Esto hechos ocurrían antes de la reforma de Tong Khapa, cuando todos los lamas tenían libertad para casarse. La muchacha, que en nada participaba de la admiración de su padre por Restchungpa, tuvo que aceptar el marido impuesto, pero le hizo la vida dura, y el pobre marido se arrepintió bien pronto de haber dejado a su maestro y de haber cedido al atractivo de la opulencia.

Su dulzura no desarmó el rencor de su mujer, que llegó un día a darle una puñalada. Y he aquí el prodigio: en lugar de sangre, fue esperma que manó de la herida. Por la práctica del tumo, me dijo muy convencido el lama que me contaba la historia, el cuerpo de Restchungpa se había llenado por completo de simiente de vida. En verdad, debo decir que otro lama se burló de su inocente colega, y me explicó la cosa del siguiente modo: es exacto que con la práctica de cierto género de tumo se llena el cuerpo de fuerza generadora que hace al individuo capaz de reacciones psíquicas, pero es una sutil e invisible energía y no una sustancia corpórea.

De todos modos, sólo un pequeño número de lamas, aun en los medios místicos, se familiariza con todas estas categorías de tumo, mientras que los efectos maravillosos del tumo que calienta y mantiene vivos a los ermitaños que invernan en las nieves de las elevadas soledades es conocido de todos los tibetanos. No se desprende de esto que el conocimiento de los medios para que este calor se produzca esté muy extendido; al contrario, el procedimiento se mantiene secreto entre los lamas que lo enseñan, y éstos no dejan de afirmar que los informes adquiridos por lo que se oye o por la lectura de los libros no llevan a ningún resultado práctico. Son necesarias las lecciones personales de un guía que sea experto en tumo.

Además, sólo los calificados para emprender el aprendizaje pueden tener esperanza de alcanzar los frutos. Las condiciones más  importantes son ser ya hábil en la práctica de distintos ejercicios respiratorios, ser capaz de una concentración intensa, que llega hasta el trance en que los pensamientos se objetivan, y haber recibido la iniciación especial de tumo de algún lama que tenga poder para conferirlo.

Un largo período de prueba precede siempre a la iniciación. Me ha parecido que la primera tiene, entre otros fines, el de permitir que el maestro esté seguro de que el aspirante es de constitución robusta. Por mucha confianza que me inspire el sistema de tumo, dudo que puedan practicarlo los delicados del pulmón.

No sé si cediendo a mis vivas instancias, y acortando el período de espera, el venerable lama a quien importunaba con mis demandadas trató de liberarse de mí definitivamente: el caso es que me dijo que fuese a un lugar desierto y me bañase en un río helado, y que luego, sin secarme ni vestirme, pasase la noche inmóvil, meditando. Era el comienzo del invierno y la altura del sitio debía de llegar a unos 3,000 metros. Me sentí orgullosísima de no haberme acatarrado.

Pese a que no lo deseaba, luego sufrí otro baño semejante, esta vez al tropezar y caer en el Mekong, que cruzaba a pie, no lejos de Rakchi, al norte del Tíbet. Al llegar a la orilla, la ropa se heló sobre mi cuerpo... No tenía con qué cambiarme.
Se comprende que los tibetanos, muy expuestos a los accidentes por un clima riguroso, estimen mucho un arte que trata de protegerlos. Una vez iniciados, hay que  renunciar a las prendas de lana y no acercarse nunca al fuego.
Después de haberse ejercitado durante algún tiempo bajo la dirección atenta de su maestro, el novicio se dirige a un sitio apartado, completamente solitario y alto.
En el Tíbet, el calificativo de altura no se aplica más que a los lugares que rebasan los 4.000 metros de altitud.

Según los respas2, no hay que ejercitarse nunca en producir tumo en el interior de la casa ni en una aglomeración de habitaciones, porque el aire viciado por el humo,
los olores y otras causas ocultas contraría los esfuerzos del discípulo y puede perjudicar seriamente su salud.
Una vez instalado en lugar conveniente, el aspirante a respas no puede ver a nadie, salvo a su gurú, que viene de vez en cuando para enterarse de sus progresos o que él va a visitar a su ermita.

El iniciado debe practicar todos os días antes del alba y terminar el ejercicio relativo a tumo antes de la salida del sol, porque otras prácticas le reclaman, generalmente, en aquel momento. Por eso, cuando sale de su choza o de su caverna falta aún mucho para que termine la noche. Ha de estar completamente desnudo o sólo con un vestido de algodón muy fino, por baja que sea la temperatura.

Los debutantes pueden sentarse sobre un pedazo de alfombra o sobre una madera. Los discípulos avanzados se sientan en el suelo desnudo, y si tienen mayor grado de capacidad, en la nieve, en el cielo de un río helado, etcétera. Hay que hacer este ejercicio en ayunas; toda case de bebidas, especialmente las calientes, están prohibidas antes de haberlo terminado.
Se permiten dos posturas. Ya sea la postura habitual de la meditación, con las piernas cruzadas, o sentado al estilo occidental, con cada mano colocada sobre la rodilla correspondiente, el dedo pulgar, el índice y el meñique extendidos y el corazón y el anular doblados bajo la palma de la mano.


Como preludio, hay varios ejercicios de respiración. Uno de sus fines es que pase libremente el aire por la nariz.
Después, el orgullo, la cólera, el odio, la codicia, la pereza y a estupidez se rechazan mentalmente con la espiración.
Con la inspiración se atrae y se asimila la bendición de los santos, el espíritu de Buda, las cinco sabidurías, todo cuanto es noble y bueno en el mundo.

Recogiéndose un rato, hay que rechazar todas las preocupaciones, las reflexiones, y después de abismarse en una calma profunda, hay que imaginarse en el cuerpo, a la altura del ombligo, un loto de oro en el cual está de pie, brillante como el sol, o siendo ella misma un sol, la sílaba ram. Sobre ésta, a sílaba ma, de la que sale la diosa Dordji Naldjorma.

Entre sílabas místicas, que se llaman simientes, no deben considerarse como simples caracteres de escritura que representan simbólicamente diferentes cosas, sino como seres vivientes mantenidos en pie y con facultad de movimientos.
Por ejemplo, ram no es un nombre místico del fuego, sino la simiente del fuego.

Los hindúes dan gran importancia a la pronunciación de estas palabras simientes. Creen que su poder reside en el sonido, que es creador.

En el Tíbet se emplean sobre todo estas palabras como formas esquemáticas de los elementos, de las deidades, etcétera. Sin embargo,  ciertos ocultistas admiten que pueden ser utilizadas también en su calidad de simiente. Pero según ellos, el procedimiento no es emitir un sonido a pronunciarlas. Consiste en emplear la imagen subjetiva de la sílaba. De este modo, siendo ram la simiente del fuego, el mago instruido en este arte puede, por medio de la imagen subjetiva de esa palabra, prender fuego a cualquier cosa y hasta producir llamas sin combustible aparente. Esa es la teoría que tienen.

En cuanto se imagina a Dordji Naldjorma surgiendo de la sílaba ma, hay que identificarse con ella. Se contempla después de la letra A en el sitio del ombligo y la letra Ha3 encima de la cabeza. Inspiraciones lentas y profundas obran como fuelle y reaniman un fuego que dormía bajo la ceniza. Éste reside en A, tiene forma de bola diminuta4. Cada inspiración produce la sensación de una bocanada de aire que penetra en el vientre en el unto en que se encuentra el ombligo, y reanima el fuego. Luego, a cada inspiración profunda sucede la retención de fuego, cuyo grado aumenta paulatinamente.

El pensamiento sigue al despertar del fuego subiendo or la vena uma, que se eleva en el centro del cuerpo.

Los tibetanos han copiado de los hindúes las tres venas místicas que desempeñan un gran papel en el adiestramiento psíquico de los yoguinis.
Las llamadas venas no son consideradas como venas verdaderas que contienen sangre, sino como nervios extremadamente tenues que sirven de hilos conductores de corrientes de energía. Existen muchas otras fuera de las tres principales, que los tibetanos denominan roma, uma y kyangma.

Los místicos avanzados consideran esta especie de red sin realidad física. Según ellos, es una representación imaginaria y ficticia de las corrientes de fuerza.

El ejercicio comprende diez partes o fases, que se suceden sin interrupción. Las visiones subjetivas y las sensaciones que las acompañan se encadenan por una serie de modificaciones graduales. Las inspiraciones, la retención de la respiración y las espiraciones continúan rítmicamente, y se repite sin cesar una fórmula mística.

El espíritu debe permanecer concentrado totalmente sobre la visión del fuego y la sensación de calor que sigue a ella, con exclusión de cualquier otro pensamiento o imagen mental.

Las diez etapas pueden describirse brevemente de este modo:

1.° Hay que imaginar la vena central uma y verla subjetivamente del grueso de un hilo o de un cabello. Está llena de la llama ascendente y la atraviesa la corriente
de aire que produce la respiración.
2.° La vena se convierte en el tamaño de dedo meñique.
3.° Se convierte en el tamaño del brazo.
4.° Llena el cuerpo entero, o más bien el cuerpo es ya una especie de tubo que contiene fuego.
5.° Ya no se siente el cuero. La vena, terriblemente aumentada, engloba el universo entero, y el naldjorpa entra en estado de  éxtasis y se siente convertido en llama azotada por el viento, entre las olas ardientes de un océano de fuego.

Los que se inician y aún no tienen el hábito de meditaciones prolongadas, efectúan las cinco etapas con mayor rapidez que los discípulos más adelantados, que se estacionan en cada una de ellas, sumidos en la contemplación. No obstante, aun el más rápido emplea, por lo menos una hora en llegar a la quinta

Las visiones subjetivas se repiten después en sentido inverso.

6.°La tempestad se desencadena, las olas de fuego son menos altas y menos agitadas, el océano se retrae y el cuerpo lo absorbe.
7.°La vena sólo tiene ya la dimensión del brazo.
8.°Es del tamaño del dedo meñique.
9.°Es fina como un cabello.
10.°Desaparece. Ya no se advierte el fuego ni las demás formas o imágenes. Las ideas que se refieren a un objeto cualquiera desaparecen también. El espíritu se abisma en el gran vacío en que la dualidad del que percibe y el objeto percibido no existe ya.

Este trance dura más o menos, según el grado de desarrollo espiritual y psíquico que tenga el naldjorpa.

El ejercicio con las cinco últimas etapas, o sin ellas, puede repetirse varias veces durante el día, o en cualquier momento, cuando se sufre de frío; pero el aprendizaje propiamente dicho lo constituye el ejercicio matutino.

Milarepa recurrió a la práctica del tumo cuando se encontró inopinadamente prisionero en una cueva de Latchi Khang (Monte Everest) por un alud de nieve, y tuvo que permanecer allí, sin suficientes víveres, hasta la primavera siguiente. Esta aventura le dio tema para un poema, famoso en el Tíbet. Cito una parte, en traducción libre:


Hastiado de la vida del mundo,
del Latchi Khang en las pendientes busqué la soledad.
Los cielos y la tierra celebrando consejo
mandaron la tormenta como su mensajero.
Los elementos de agua y viento, asociados
a hoscas nubes del sur,
a la Luna y al Sol aprisionaron.
Soplando las pequeñas estrellas, las barrieron del cielo
envolviendo en sudario de niebla a las mayores.
Nevó entonces, seguido, nueve días y noches;
eran los grandes copos espesos como copos de lana;
descendían volando como pájaros.
Los pequeños tenían el tamaño de guisantes y granos de mostaza;
descendían rodando en torbellino.
Sobrepujaba la inmensidad de nieve a toda descripción.
En la altura cubrían la cresta de los heleros;
enterraban, abajo, los árboles del bosque hasta la cima.
Los negros montes parecían blanqueados con cal.
La helada alisaba los lagos de olas enfurecidas,
cubriendo el hielo los riachuelos de azuladas aguas.
Semejaban un llano, nivelados, los valles y la altura.
Los hombres, prisioneros en la aldea.
Los animales domésticos padecían hambre
y ayunaban los pajarillos y las fieras.
Cual tesoros, los ratones y ratas yacían bajo tierra
por la ferocidad de la tormenta.
De una parte la nieve, el huracán de invierno y mi liviano traje
en la montaña alba libraron combate.
Al tiempo que caía convertida en arroyo me anegaba la nieve;
dentro de su recinto de fuego ardiente
donde la tempestad rugiendo se estrellaba.
Vióse allí al luchador en guerra a vida o muerte;
mas a los ermitaños legué con mi triungo
ejemplo que demuestra la gran virtud del tumo.

Milarepa describe sus impresiones como poeta, pero no son excepcionales. Muchos anacoretas tibetanos pasan los inviernos en sitios iguales a los que describe, con la diferencia, ciertamente considerable, de que él se encontró de repente cogido entre las nieves sin provisiones suficientes y en un sitio falto de abrigo.


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1.- Tsa (escrito rtsa) significa vena, arteria y nervio.
2.- «Que se viste de algodón» : ras. Así llaman a los expertos en el arte de producir tumo.
3.- Ha es una de las etras del alfabeto tibetano.
4.- La comparación tibetana es: «Redonda como rima (deyección de cabra) y de su tamaño».

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