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Creen que existen
porque escriben
creen que saben
porque hacen
del lenguaje
garabatos
Componen y declaman
siempre del silencio
pero nunca se callan
siempre de la muerte
pero nunca se matan
Se conforman con saber
un sólo idioma, o dos
o tres, o diez
o veinticuatro
Memorizan y emplean
las huecas palabras
de los diccionarios
Desdeñan la sabidría infantil
y la potencialidad sonora
de una chilleta,
un ercuto
un flato
Juegan a la solemnidad
cuando sus voces
modulan y engrosan
al recitar sus estrofas
¡Uy!¡Ay!¡Que miedo!
¡Que impacto!
Sienten sus versos inspirados
como los de libros luminosos
Místicos metafísicos profetas
de la palabra, de la lengua
Piensan en viajar
En el peregrinaje
Pero al contemplar
las posibilidades
de sed y hambre
retornan igual
que becerritos
a la sombra
de sus madres
Huyen del amor
como si de tarántulas
de mil mandíbulas
y mil patas se tratara
Dicen disfrutar sus soledades
Pero no han oído las cantares
del clarín y del canario
que envejecen enjaulados
(Morirían de estremecimiento
si entendieran las lenguas
y dialectos de los pájaros)
Pudiendo alcanzar la eternidad
se entregan a la placidez
de vaciar sus vacíos
y llenarse de vicios
que los tornan estropajos
Pudiendo probar las mieles
de la vida, del ser, de ser
optan por acostumbrarse
a los sabores amargos
Del café, de la vejez
del humo de cigarros
Pero lo que más añoran
como todos
es dormir amamantados
mientras reciben
caricias salivadas
en el sacro centro
del regazo
...
No se crean
Todo lo que escriben es poesía
Poesía bella y eterna
que ni siquiera El Eterno
podría borrar
por más que lo quisiera
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