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Cuento judío
Había un hombre muy rico, quién poseía dos hijos y pretendía que no se conviertan en holgazanes, sino que se ocupasen en trabajos de los cuales obtubiesen ganancias de ellos, aunque sea que no necesitase el dinero que ellos podrían aportar, ya que tenía tierras arrendadas que lo que percibía a cambio ascendía cien veces al dinero requerido para los gastos de su casa.
Con todo eso, deseaba que se ocuparan y no se hicieran haraganes por causa del ocio.
Por tal razón, dio a cada uno un capital de doscientas monedas de oro para que cada uno se ocupara con ese dinero en una mesa en la feria.
Además les puso la condición de que fueran hacia él cada vísperas de "Shabat" antes de la plegaria vespertina. Y si le dijeren a él, que les fue bien y obtuvieron ganancias en esa semana, él les daría en calidad de obsequio la suma de cincuenta monedas de oro de su propio bolsillo a aquel que ganó, y si no obtuvieron ganancias, no daría siquiera un céntimo. Más aun si perdieron esa semana, que no les daría nada.
Ellos procedieron así por varias semanas, y tomaban de su padre cada uno la suma de cincuenta monedas de oro como habían convenido.
Solo que una semana ambos perdieron, y vino uno a su padre en vísperas de "Shabat" y le comunicó a su padre la noticia de que había tenido pérdidas, y no le dio nada.
Sin embargo, su hermano pensó "¿Para qué voy a decir ‘perdí’ y le voy a abrir la boca al Satá’n?. Sino que le informaré de modo tal para que entienda por si solo que perdí y no me de nada".
Fue entonces y le dijo: "Gané la semana pasada".
Y por cuanto que abrió su boca con algo bueno, aconteció que provocó que gracias al Cielo, su padre sólo escuchara la primera palabra "gané", sin prestar atención al final de la oración que tendría que ser "esta semana" y le dio las cincuenta monedas de oro.
Con todo eso, deseaba que se ocuparan y no se hicieran haraganes por causa del ocio.
Por tal razón, dio a cada uno un capital de doscientas monedas de oro para que cada uno se ocupara con ese dinero en una mesa en la feria.
Además les puso la condición de que fueran hacia él cada vísperas de "Shabat" antes de la plegaria vespertina. Y si le dijeren a él, que les fue bien y obtuvieron ganancias en esa semana, él les daría en calidad de obsequio la suma de cincuenta monedas de oro de su propio bolsillo a aquel que ganó, y si no obtuvieron ganancias, no daría siquiera un céntimo. Más aun si perdieron esa semana, que no les daría nada.
Ellos procedieron así por varias semanas, y tomaban de su padre cada uno la suma de cincuenta monedas de oro como habían convenido.
Solo que una semana ambos perdieron, y vino uno a su padre en vísperas de "Shabat" y le comunicó a su padre la noticia de que había tenido pérdidas, y no le dio nada.
Sin embargo, su hermano pensó "¿Para qué voy a decir ‘perdí’ y le voy a abrir la boca al Satá’n?. Sino que le informaré de modo tal para que entienda por si solo que perdí y no me de nada".
Fue entonces y le dijo: "Gané la semana pasada".
Y por cuanto que abrió su boca con algo bueno, aconteció que provocó que gracias al Cielo, su padre sólo escuchara la primera palabra "gané", sin prestar atención al final de la oración que tendría que ser "esta semana" y le dio las cincuenta monedas de oro.
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De aquí debe aprender toda persona en no abrir su boca para pronunciar algo malo en absoluto y así no provocará que su destino negativo caiga sobre él.
Además no debe menospreciar las situaciones, ya que un pacto se promulgó con los labios, y si requieren a él para dar caridad, otorgar un préstamo, generosidad, etc. que no diga "mis bolsillos están vacíos, o no tengo", puesto que el tiempo se pronunciará contra él en algún momento invirtiendo las cosas a menos que haga obras de bien.
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