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De Cuentos de los derviches persas de Sa'di
Cuando el joven viajero saltó de la barca, todo el mundo advirtió que
parecía tan sabio, devoto y humilde que solo había un sitio en el que
pudiera alojarse.
Llevaron su equipaje al monasterio, donde la piadosa comunidad le dio la bienvenida.
Un día el superior de esa comunidad dijo al joven:
Llevaron su equipaje al monasterio, donde la piadosa comunidad le dio la bienvenida.
Un día el superior de esa comunidad dijo al joven:
– ¿Os importaría sacar la basura de la mezquita?
Y esa fue la última vez que lo vieron. Todos estaban desconcertados, pero decidieron que el joven no tenía las aptitudes para trabajar.
Pero, al día siguiente, uno de los servidores de la comunidad lo vio por casualidad al joven y lo detuvo.
– Ha sido una estupidez por tu parte irte de esa manera – le advirtió –. ¿No sabes que sólo mediante el servicio podrás alcanzar la perfección?
Al oír estás palabras el joven lloró.
– ¡Oh amigo mío! – Exclamó – ¿Qué otra cosa podría hacer? Miré por toda la mezquita y estaba impoluta. Y al final deduje que el superior se estaba refiriendo a mí. Así que me fui de allí para que siguiese pura y sin mancha alguna.
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