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De Cuentos sin plumas (Without Feathers) de Woody Allen
(Capítulo 4: Los Pergaminos)
(Capítulo 4: Los Pergaminos)
Y Abraham se despertó en mitad de la noche y dijo a su único hijo, Isaac:
— He tenido un sueño en que la voz del Señor me ha ordenado que sacrifique a mi único hijo, así que vete poniendo los pantalones.
E Isaac tembló y repuso:
— ¿Y qué has dicho tú? Quiero decir, cuando Él te ha presentado esa papeleta.
— ¿Y qué iba a decir? — contestó Abraham —. Estaba allí, a las dos de la madrugada, en ropa interior ante el Creador del Universo. ¿Iba a discutir con Él?
— Bueno, ¿dijo Él por qué desea que me sacrifiques? — preguntó Isaac a su padre.
Pero Abraham replicó:
— El creyente no hace preguntas. Y ahora vamos, que mañana me espera un día muy ajetreado.
Y Sarah, al escuchar los planes de Abraham, se irritó y dijo:
— ¿Cómo sabes que era el Señor y no, pongo por caso, ese amigo tuyo al que le gustan tanto las bromas pesadas? Porque el Señor detesta las bromas pesadas, y todo aquel que gaste una será entregado a sus enemigos, puedan éstos o no pagar los gastos de envío.
Y Abraham respondió:
— Porque yo sé que era el Señor. Era una voz profunda, resonante, bien modulada, y nadie en el desierto es capaz de retumbar de esa forma.
Y Sarah insistió:
— ¿Y pretendes consumar ese acto insensato?
Pero Abraham respondió:
— Francamente, sí, porque poner en duda la palabra del Señor es una de las peores cosas que puede hacer un hombre, sobre todo estando como está la economía.
Y así llevó a Isaac a cierto lugar y se dispuso a sacrificarle, pero en el último momento el Señor detuvo la mano de Abraham y dijo:
— ¿Cómo puedes hacer semejante barbaridad?
Y Abraham protestó:
— Pero Tú dijiste…
— No importa lo que Yo dijera — tronó el Señor —. ¿Prestas atención a todas las ideas absurdas que se te presentan?
Y Abraham se sintió avergonzado.
- Ejem, no, en realidad, no.
- Te sugiero en broma que sacrifiques a Isaac y te falta tiempo para poner manos a la obra
- Y Abraham cayó de rodillas.
- Mira, nunca sé cuando hablas en broma.
Y El Señor estalló:
- No tienes sentido del humor. No puedo creerlo.
- Pero, ¿no prueba eso que te amo? Estaba dispuesto a entregarte a mi único hijo según tu capricho.
Y el Señor contestó:
- Eso prueba solo que algunos hombres obedecen cualquier orden, por cretina que sea, mientras la formule una voz resonante y bien modulada.
Y con esto, el Señor ordenó a Abraham que se fuera a descansar y volviese a despachar con Él, al día siguiente.
— He tenido un sueño en que la voz del Señor me ha ordenado que sacrifique a mi único hijo, así que vete poniendo los pantalones.
E Isaac tembló y repuso:
— ¿Y qué has dicho tú? Quiero decir, cuando Él te ha presentado esa papeleta.
— ¿Y qué iba a decir? — contestó Abraham —. Estaba allí, a las dos de la madrugada, en ropa interior ante el Creador del Universo. ¿Iba a discutir con Él?
— Bueno, ¿dijo Él por qué desea que me sacrifiques? — preguntó Isaac a su padre.
Pero Abraham replicó:
— El creyente no hace preguntas. Y ahora vamos, que mañana me espera un día muy ajetreado.
Y Sarah, al escuchar los planes de Abraham, se irritó y dijo:
— ¿Cómo sabes que era el Señor y no, pongo por caso, ese amigo tuyo al que le gustan tanto las bromas pesadas? Porque el Señor detesta las bromas pesadas, y todo aquel que gaste una será entregado a sus enemigos, puedan éstos o no pagar los gastos de envío.
Y Abraham respondió:
— Porque yo sé que era el Señor. Era una voz profunda, resonante, bien modulada, y nadie en el desierto es capaz de retumbar de esa forma.
Y Sarah insistió:
— ¿Y pretendes consumar ese acto insensato?
Pero Abraham respondió:
— Francamente, sí, porque poner en duda la palabra del Señor es una de las peores cosas que puede hacer un hombre, sobre todo estando como está la economía.
Y así llevó a Isaac a cierto lugar y se dispuso a sacrificarle, pero en el último momento el Señor detuvo la mano de Abraham y dijo:
— ¿Cómo puedes hacer semejante barbaridad?
Y Abraham protestó:
— Pero Tú dijiste…
— No importa lo que Yo dijera — tronó el Señor —. ¿Prestas atención a todas las ideas absurdas que se te presentan?
Y Abraham se sintió avergonzado.
- Ejem, no, en realidad, no.
- Te sugiero en broma que sacrifiques a Isaac y te falta tiempo para poner manos a la obra
- Y Abraham cayó de rodillas.
- Mira, nunca sé cuando hablas en broma.
Y El Señor estalló:
- No tienes sentido del humor. No puedo creerlo.
- Pero, ¿no prueba eso que te amo? Estaba dispuesto a entregarte a mi único hijo según tu capricho.
Y el Señor contestó:
- Eso prueba solo que algunos hombres obedecen cualquier orden, por cretina que sea, mientras la formule una voz resonante y bien modulada.
Y con esto, el Señor ordenó a Abraham que se fuera a descansar y volviese a despachar con Él, al día siguiente.
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