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Leyenda japonesa
Hace muchos y muchos años, vivía Urashima en una isla del Japón. Era el
único hijo de un matrimonio de pescadores muy pobres cuyas únicas
pertenencias eran una red, una pequeña barca y una casita cerca de la
playa. Pese a ser tan pobres, los padres de Urashima querían mucho a su
hijo, un muchacho sencillo y muy bueno.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban maltratando a una enorme tortuga. En ese momento Urashima se enfadó mucho y fue hacía los críos para reprenderlos y salvar a la tortuga. Cuando acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regresó a casa la mar de contento.
Un día, cuando Urashima volvía de pescar vió como unos niños estaban maltratando a una enorme tortuga. En ese momento Urashima se enfadó mucho y fue hacía los críos para reprenderlos y salvar a la tortuga. Cuando acabó de hablar con los niños y estos se fueron cabizbajos, cogió la tortuga y la llevó al mar. Cuando vió que la tortuga reaccionaba al contacto con el agua y se podía mover y nadar, regresó a casa la mar de contento.
Al cabo de un tiempo, Urashima se fue a pescar. Todo estaba tranquilo en
el mar y Urashima tiraba al agua y recogía su red con entusiasmo. Una de
las veces, al subir la red vio que estaba la tortuga que el había
echado al mar unos días antes. Ésta le dijo: "Urashima, el gran señor de
los mares se ha maravillado con la buena acción que hiciste conmigo, y
me ha enviado para que te conduzca a su palacio. Además te quiere dar la
mano de su hija, la hermosa princesa Otohime". Urashima accedió gustoso
y juntos se fueron mar adentro, hasta que llegaron a Riugú, la ciudad
del reino del mar. Era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda y los
tejidos de oro; el suelo estaba cubierto de perlas y grandes árboles de
coral daban sombra en los jardines; sus hojas eran de nácar y sus frutos
de las más bellas pedrería.
Urashima se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una felicidad completa. Pero al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la superficie para decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su marido, y dio un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la dio, le dijo que si quería volver a verla no la abriera.
Urashima se casó con Otohime, la hija del rey del mar, y pasaron una semana de una felicidad completa. Pero al cabo de esos días, Urashima pensó que sus padre debían de estar preocupados por él, y decidió subir a la superficie para decirles que se encontraba bien y que se había casado. Otohime comprendió a su marido, y dio un pequeña caja de laca atada con un cordón de seda. Cuando se la dio, le dijo que si quería volver a verla no la abriera.
Cuando Urashima llegó al pueblo, todo había cambiado, ya no reconocía ni
las casas ni a las personas. Y cuando busco la casita de sus padres
sólo vio un gran edificio en el que nadie sabía nada de unos ancianos.
Finalmente, un anciano, viendo la desesperación de Urashima empezó a
recordar y le explicó que no lo recordaba muy bien, porque había pasado
mucho tiempo, pero que recordaba a su madre haberle contado sobre la
desdichada suerte de un par de ancianitos cuyo único hijo salió a pescar
y no regresó jamás. Urashima empezó a comprender: mientras vivió en la
ciudad del mar había perdido la noción del tiempo. Lo que le había parecido sólo unos cuantos días habían sido más de cien años.
Se dirigió a la playa, y sin saber que hacer abrió la caja que le había
dado su mujer. Al instante un viento frío salió de la caja y envolvió a
Urashima. Éste recordó lo que le había dicho su mujer pero de pronto se
sintió muy cansado, sus cabellos se volvieron blancos y cayó al suelo.
Cuando a la mañana siguiente fueron los muchachos a bañarse, vieron
tendido en la arena a un anciano sin vida. Era Urashima que había muerto
de viejo.
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