viernes, 24 de octubre de 2014

ツ Diario de LSD. Parte IX: Conclusiones reflexivas ツ

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Con el correr de los días, vinieron introspecciones profundas cargadas de múltiples asociaciones e interpretaciones de los eventos ocurridos durante el “viaje”. 

Estas fueron algunas de las preguntas más determinantes que me provocaron curiosidad en cuanto a la molécula:

- ¿Fue ese papelito tan sólo LSD? 

- ¿Realmente son así los trips?

- La intensidad de los efectos alucinatorios e ilusiones se debieron sólo al efecto del LSD o tuvo que ver que la noche anterior hubiese bebido el brebaje de ayahuasca? ¿Pudiera ser que éste es el efecto que tiene sobre personas que son ya imaginativas, dedicadas a áreas artísticas?


Con todo esto, no me quedan dudas de los “por qué” de los adictos a los enteógenos se sienten profetas, iluminados, llamados y elegidos. Porque muchos creen que han trascendido la existencia mortal. Así como también entiendo como muchos se quedan locos o, por lo menos, perturbados por días, meses o años enteros sin querer saber nunca más sobre alucinógenos, droga alguna. 
 
Debo decir, sobre ésta experiencia con LSD, por ahora única, que me dejó muchas enseñanzas. A poco más de un mes del evento, me he documentado más sobre la historia del químico, he leído testimonios (aunque no tan extensos, ni profundos ni tan descriptivos) y he recordado a quienes me platicaban sus trips. Es interesante, todo esto es interesante. Y no he podido evitar los puntos comparativos de mi experiencia con esos relatos, los lugares comunes, las sensaciones comunes, que son:

- La euforia durante el comienzo, cuando la molécula ha escalado de la etapa de seducción con la serotonina, a la fase de faje y de fornicación hardcore con el neurotransmisor.

- La sinestesia, o capacidad de ver y tocar los sonidos y olores, oler los colores, etcétera.
Creo que es una fase inevitable.

- La expansión de la capacidad de percibir colores, tonalidades y sonidos más allá del espectro visible y audible para un ser humano, durante el estado normal de vigilia.

- La exaltación de los sentidos y emociones.

- La sensación de estar unido con todos los seres vivos y objetos animados e inanimados.

- La sensación de creer que se ha alcanzado a comprenderlo – de manera inexplicable – todo.

- Distorsiones del espacio.

- Dificultad y entorpecimiento temporal de la coordinación psicomotora.

- Estado de expansión mental, en la que uno realmente siente como se han derrumbado los límites de la percepción sensorial.

- Visiones fantásticas. Ilusiones y alucinaciones.

- Ralentización del tiempo. Literalmente uno puede estar sintiendo que han transcurrido ya varios minutos u horas, cuando en realidad sólo ha pasado un minuto. Tiempo expandido en el que uno ha logrado entonces hilaciones de ideas de extrema creatividad.

- Disolución de los conflictos intelectuales, emocionales. Todas las respuestas vienen a uno, aún sin proponérselo.

- Entendimiento de la existencia. El estado más profundo y revelador, creo yo, de la experiencia psicodélica.

- La comprensión de lo absurda que es la necesidad de necesitar, de crearse necesidades.

- La imposibildad de explicar todo esto con palabras.
(Jaha, sí, así pueden llegarse a ver algunas cosas durante la fase eufórica-mística.)

Más, luego de esto, cuando ha comenzado el trip, es dónde - tengo entendido -, viene lo serio, y es aquí donde uno ha perdido el control mental y el interior del subconsciente sale a la superficie a manifestarse de acuerdo a la personalidad de quien ha tomado la molécula, estado mental previo a la ingesta del “ajo”, entorno, música, sonidos externos, compañía con la que uno se encuentre en ese momento, y otras variantes.

Aquí, donde uno conoce cara a cara a su parte luminosa, la más luminosa, y a su parte oscura, la más oscura. Es en esta fase dónde uno está en contacto con seres y lugares celestiales o infernales. Y realmente hay un proceso de pensamiento elevado, más allá de estaos cognitivos habituales. Un estado de revelación mística, y de gran riqueza creativa. 

Ya han pasado varias horas, que pudieran vivirse como días, semanas, meses, o incluso, literalmente, eternidad.

En mi experiencia personal, disfruté la sensación de distorsión del tiempo, en un principio, creyendo que poseía yo paciencia, considerándome una persona paciente, muy paciente, que se ha disciplinado en incrementar su paciencia, no parecía afectarme el sentir que habían transcurrido ya varias horas, o días, dentro de esa habitación/casa, con mi amiga, teniendo todo tipo de revelaciones místicas que rebasaban toda capacidad intelectual. Pero luego, afloro mi parte bromista y me jugó una broma, una muy cruel.

La parte bromista me hizo confundir los estímulos (o sobre-estímulos, más bien dicho), haciéndome sentir-creer-convencerme de que antes de ese lugar-momento, nada había habido. Como si ya hubiésemos estado muchos años, centurias, milenios, eones ahí. 

Hubo un momento también, “agridulce”, La parte dulce, fue el pensamiento-sentimiento de predestinación. La sentencia que decía “Esto tenía que pasar”. “Es evidente que éste momento tan significativo debía de ocurrir” “Escrito está que así debía de ser”. 

Lo agrio, fue cuando no podía saber el porqué, ni para qué de ese momento, o nodo que se había generado. Supe en ese momento que ciertamente me encontraba en un estado crítico, que a partir de ese momento el futuro recuerdo de esa noche, de ese lugar, de esa persona con quién estaba enfrente, cruzaría por mi mente durante mi lecho de muerte. Que se había creado, por decirlo así, un micro universo, una antesala, previa al momento de abandonar el mundo, unos años después.

Se conectaron los extremos del tiempo en uno sólo círculo, el pasado, el presente, el futuro. Pero no sólo eso, el círculo vibró y se reprodujo al igual que la reproducción celular, haciendo copias “idénticas” de sí mismo, pero con diferencias, desde las más mínimas hasta otras completamente distintas, mutantes. Creí percibir aquí el mecanismo de la creación de los universos múltiples, y sobre todo, la facilidad con lo que son creados. Estos otros círculos-o universos, estaban formados por fotogramas equivalentes a cada segundo de cada evento a nivel galáctico, o cósmico. Y es aquí donde a partir de los círculos-universos-células, se desprenden las variantes concebidas comúnmente como el “hubiera” y el “sería-estaría”, es decir, los mundos de las posibilidades que nunca fueron, que hubiesen sido, serían, pudieran ser y nunca podrían ser, pero a su vez éste último era el “espacio vacío” que permitía el entrelazamiento de círculos-universos-células en el infinito.

Infinito… tremenda palabra. Si esto ya de por sí me causaba, en mi estado normal de consciencia, algo inconmensurable de uso lingüístico sin mayores consecuencias, de uso común, durante éste estado me pareció la cosa más terrorífica. Pues es en el infinito donde uno se encuentra con los loops, los bucles, lo interminable. Dios. 

Dios. Sí, fue bonito haber sentido el contacto con la divinidad, percibir estados de omnipotencia y omnisciencia, pero fue a la vez horrible. Es en éste momento del contacto con esa “cosa” que es el punto de unión del dios-interior con el Dios exterior, que se sabe que son la misma cosa y a la vez no, se comprende el funcionamiento lógico de las paradojas, de la ironía, de que nada es lógico y a la vez todo lo es y que la lógica es ilógica, que no hay diferencia entre los sueños y la realidad, que es sólo la manera en que la constitución de nuestros cerebros nos protegen de la incertidumbre, del caos, de la “realidad”. 

Comprendí aquí - siguiendo con las paradojas -, que la gente hace todo lo posible por desconectarse de la realidad, para evitar sentir su impotencia, su “insignificancia”, de la realidad cotidiana o percibida, y sobre todo de esa otra Hype­r-meta-realidad-surrealista paradójica donde todo, absolutamente todo es posible, es. La – jugando un poco con la total redundancia – la Verdadera Realidad, donde confluyen todas las percepciones de todos los seres vivos, tras sus ojos. 

Comprendí la naturaleza humana. Por un lado, el ser humano quiere salir de sus límites físicos, mentales y espirituales, pero no hace mucho, nada o lo mínimo para conseguirlo. Se dice maduro, centrado, pero fantasea con explorar otros mundos, otras osibles realidades, probablemente donde goce de mayor protagonismo, lamentándose por el-hubiera, el no-hubiera y viviendo en fantasías de situaciones irrealizables o poco probables, si no actuara para conseguirlas. A lo mucho, conformándose con un “sería” o “no-sería” (me es un poco difícil tratar de explicarlo). Busca mil y un maneras de distraerse, hasta que les llega la muerte. No quedandole de otra más que vivir y realizarse a través de los logros o actuaciones de los demás, por medio de Hollywood, las novelas, las películas, las canciones, los artistas, deportistas, la gente que admira. Pero cuando llega la hora del show, de su shows, de actuar, enmudecen, se autosabotean, caen en la trampa doble del autoconsuelo y del conformismo, diciendo "No así está bien, no necesito, no busco nada más, así estoy bien, gracias".

Comprendí también los mecanismos de la fe. En cómo se deja el porvenir en manos de fuerzas sobrenaturales, misteriosas. El surgimiento de supersticiones condicionadas e inventadas. Comprendí la naturaleza de los caprichos infantiles, de la necesidad de creación y destrucción de uno mismo, así como la recreación y la re-invención. Comprendí la necesidad casi obligada de tener un Dios, dioses, semi-dioses, santos, alguien o algo en quién y en qué creer, como fuerza de apoyo, así como la necesidad de crear rituales. Pero a la vez – y siguiendo con lo paradójico -, pude sentir en ese nivel de compleja profundidad mental sin filtros, el cómo, como parte dl ser humano, vive diciendo saber, creer, sentir y pensar que hay un Dios, pero que actúa como si no lo hubiera, sabiendo que hay una “muerte” un final de un ciclo, el ciclo de sus cortas existencias, pero evaden constantemente la idea. Hacen hasta lo imposible por borrar ese recuerdo, la idea misma de enfrentarse a ese momento, (que aún quién diga no temer a la muerte) en que habrá de dejarlo todo, desprenderse de todo, como también, al parecer borraron inconscientemente el horrible momento en que fueron desterrados del paraíso uterino, donde lo tenían todo sin pedirlo: descanso, alimento, calor humano, comodidad, ¡Todo! Y sin pedirlo (y aparentemente sin sentirlo)

Es verdad, que bajo los efectos de ésta potente droga, uno puede revivir, literalmente revivir, esos momentos en el vientre materno. ¿La sensación? Bueno, aunque suene a juego, a broma, idénticos a los de la muerte, transcurridos un par de “horas”, si pudiera decirlo. Un micro-mini-absoluto momento de paz absoluta, eterna.

Eterna, lo que viene a continuar el estado de vivir la eternidad, como algo indeseable, cuando se está bajo un mal viaje con LSD. Que por cierto, me sigo preguntando qué tipo de ácido era, pues el “papelito” era completamente blanco, sin ningún dibujito o logo en él. No sé si los efectos fueron cosa normal de cualquier LSD, o bien, sería por la pureza de elaboración, hecho con mucho “cariño” allá en Bélgica. Quizá fue el resultado de la combinación con la ayahuasca, un día antes. 

No lo sé, lo que sí puedo asegurar ahora, luego de un minucioso examen retrospectivo, fue que, los elementos que propiciaron el mal viaje fueron los siguientes:

- Lo que lo inició: El estado mental de preocupación, de inquietud, por no haber informado que llegaría tarde a casa.

- Lo que lo agudizó: El haber ingerido el “ácido” con el estómago lleno.

- Lo que lo incendió: La música de Pink Floyd. Los gritos y los ruidos para ser exactos.

- Lo que lo que convirtió en un evidente Mal-trip categoría “Centrífuga intergaláctica de diarrea mental que estalla”: la completa e irresponsable subestimación del químico, el haberlo tomado como un juego, el haber creído ciegamente en quienes me habían dicho que lo habían probado (incluyendo mi amiga) que sólo vería colorcitos bonitos. Nadie me había preparado para mi inclusión en la impredecible Obra de la Gran Tragicomedia Cósmica. No tenía la más remota idea de que la cosa sería tan… tan… ¡Tan profunda! ¡Tan Real! ¡Tan dramática! Y lo digo sin exageraciones. No, no, no. No, señor. 

Lo que hizo que se cumpliera cabalmente esa máxima que dice “cuando crees que las cosas no podrían salir peor, salen peor”: que intentaba instintivamente de tener control, tal como lo hacía durante las prácticas de sueños lúcidos. 

En fin, son, tantas, tantísimas cosas que aprendí durante el buen viaje y el mal viaje. Tantas que podría escribir un libro entero detallando todos las cosas vividas, incluyendo las omisiones (sí, hay bastantes omisiones), luego del viaje. Éstas son las enseñanzas que me quedaron:

Relacionadas con el químico.

1.- No subestimar la potencia de una droga. Tomarse la cosa con cautela.

2.- Estar con personas de plena confianza, es importantísimo. Pues la mente puede interpretar a los desconocidos como amenazas, y ahora ni que decir de los que se ven con cara de asesinos seriales y violadores seriales, prostitutas gonorreícas sidosas, o que de plano tiran una vibra de mal-rollo.

3.- El entorno, que el ambiente sea agradable, confortable.

4.- Que la música con la que se disponga, sea agradable, nada que pueda incrementar las posibilidades de enviarnos a la letrina de Satán. Nada de death metal ni náh.

(Y muchas otras cosas más, que mejor prefiero citar en un tema aparte)

En cuanto a uno mismo:

1.- Confrontación ineludible. Tarde o temprano llega, y es mejor encontrarse en el mejor de los estados mentales. 

2.- Realmente no nos conocernos, mucho menos la manera en que los demás nos ven, piensan, sienten y viven.  

3.- Si en el mundo "real" uno no se da la importancia merecida, o cuando menos necesaria, hay que hacerlo, y por el contrario, si en el mundo uno peca de sobre-estimación, es mejor bajarse los humos, pues en el mundo "surreal", el otro u otros yo, incluyendo al yo-auténtico, nos darán una inovidable lección para que aprendamos a valorarnos en la medida justa.  Luego de esto, creo yo, deberían de haber muchos reforzamientos pisológicos en cuanto a la percepción y apreciación de uno mismo y de los demás.


Ahora, como añadidura a manera de corolario, dese mi personal punto de vista, el LSD no es una droga para cualquiera. La recomendaría sólo a artistas, intelectuales, científicos y místicos. Y ciertamente, luego de preparación mental, de consciencia, que esté al tanto de las cosas que pueden surgir, tales como las posibilidades de mal-trip, aunque sin sugestionarse que lo tendrán. Recomendaría además que el usuario o los usuarios lo hicieran bajo un ambiente ritualístico o terapéutico en el que se buscaran fines determinados: En determinado momento, bajo los efectos, uno y todo alrededor se convierte en oráculo. Llegan muchas respuestas, soluciones, conclusiones. Asuntos que nos parecían complejos pierden toda dificultad de comprensión: fórmulas, bloqueos artísticos, conflictos ideológicos, teológicos. La experiencia es comparable con pasar de golpe, de usar una computadora de 1990 a una de manufactura actual, de cuádruple núcleo, procesador cuántico, etc. Se nos presenta ante nosotros la verdadera esencia de nuestra naturaleza, nos enfrenta cara a cara, es un momento de absoluta sinceridad e imposible evasión. Nos muestra indefensos, susceptibles ante nosotros mismos. Nos acorrala y nos obliga a asimilarnos.

En mi experiencia, me sumergí en las profundidades de mi ser, sin quererlo, sin buscarlo, me tomé a cosa como un juego, y sí, en un principio, fue equiparable a estar en la feria: la casa de los espejos, el carrusel, los carritos chocones, la Cabaña del tío chueco, la combinación de todas éstas en una. Eso fue lo divertido. Pero luego, cuando vino lo serio: la montaña rusa, el kamikaze, el space-shot, los pulpos, la casa del terror… y debí confiar en “los juegos”, confiar en que por más desesperante y terrorífico que podía resultar estar volando por los aires de cabeza o tener monstruos acechando y espantando, debía recordar que es parte de las atracciones, del plan, de la visita a la feria. Y que así mismo, así como tiene horarios de apertura, habrá horarios de clausura. Que todo acabaría.

No me propuse pues, tener todos esos maravillosas vivencias imposibles de transmitir verbalmente: la sinergia, la telepatía, la fusión de mentes, la absorción de emociones, visualización de auras, la sensación de unión con “Dios” y el “todo”, la creación de vínculos sentimentales e intelectuales con mi “despreocupada guía”, vínculos que fueron tanto de luz, como de oscuridad. Tampoco me propuse, para nada, la confusión, la amnesia, la desesperación, la confrontación conmigo mismo, las “duras” verdades de la vida, de la existencia. Nada de eso. Y sin embargo, ahí estuvieron, llegaron. 

De lo que sí estoy seguro es que, luego de la “experiencia de revelación del alma”, muchas cosas cambiaron, en la sinapsis, quizás. Estas cosas comprenden mejorías evidentes, tales como:

- Aumento de la capacidad creativa, en el dibujo, la ilustración, entendimiento del color, de las tonalidades, de sus repercusiones sobre los estados anímicos.

- Entendimiento de las estructuras musicales, de la “danza” de las notas, de los acordes y las escales, así como “los colores” que éstos desprenden.

- Aumento en la fluidez de la expresión verbal. Siento que se me ha facilitado aún más el encontrar adjetivos correctos, en todo momento.

- Aprender la importancia trascendental de las palabas que uno usa. La fuera creadora de la palabra. Su fuerte connotación simbólica. La poderosísima fuerza del símbolo, las imágenes que conllevan. Así como la importancia de la entonación y pronunciación de las palabras para poder transmitir lo que queremos.

- Mejor comprensión de lo que es ser mujer (atribuyo esto, al “puente mente-mente” y “puente corazón-a-corazón) que establecimos en determinado momento del viaje mi amiga y yo, que vuelvo a recalcar, no es una mujer para nada ordinaria, sino que tiene un elevado nivel de conciencia y de convicciones, resultado de años de búsqueda y disciplinas), comprensión más profunda del corazón femenino, no sólo del suyo, sino de todo el género.

- Mejor comprensión del que es ser hombre, Dios, gusano ciego e impotente, estiércol. Fui elevado hasta la corona de la omnipotencia, para luego ser hundido hasta el núcleo del excremento putrefacto de lombriz estercolera, de bacteria.

- Entendimiento profundo de las emociones humanas, sus más profundos miedos, anhelos, alegrías, tristezas y preocupaciones, en las que incluyo las de mis padres.

- Significado de la paternidad, la maternidad, hermandad, del ser parte de los eslabones de las cadenas de ADN, de la vida.

- Discernimiento de los distintos estados de consciencia. Entendimiento de lo que se siente estar completamente iluminado y completamente engullido por las tinieblas de la ignorancia y de la impotencia.

- Conocimiento más acercado de cómo opera el subconsciente.

- Reforzamiento de valores, de convicciones positivas, sentimiento de querer trascender en el plano material, de incorporarme a la vida diaria de manera natural. Contribuir con el crecimiento mental de otros, con la mejoría intrapersonal. Si antes tenía débiles y lejanas ideas de trascendencia, estas ahora son imágenes firmes, perennes. Necesidad imperiosa de ser mucho más coherente entre lo que pienso, digo y hago. Siento que la fuerza de Voluntad se ha incrementado.

 

En fin, podría seguirle, sé que todo esto, aún con todo y ese horrible mal-viaje, fue toda una enseñanza de riqueza invaluable. Pero por ahora lo dejo hasta aquí, ya quiero terminar con éste episodio para comenzar a escribir uno nuevo, por lo que, por ahora, sólo doy un pequeño adelanto de lo que será el próximo escrito: una guía de lo que hacer y no hacer durante un Mal-viaje.

Jaha, Hasta otra y gracias =D. 
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