miércoles, 8 de junio de 2016

El desequilibrio femenino

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De Un abrazo para el alma
de Rubén Armendáriz Ramírez
(Segunda sección:  Mujeres y Hombres maduros)

El desequilibrio más fuerte en la formación de la mentalidad femenina radica en la necesidad de pertenencia, patentizado por la gran necesidad de compañía que suelen tener las mujeres y que en ocasiones llega a lamentables extremos, lo cual se traduce en miedo a la autonomía, la soledad, la reflexión introspectiva, prefiriendo "desaparecer" en una relación; con ello, anulan el desarrollo de una identidad propia.

Podemos definir este desequilibrio típico femenino como el funcionamiento de un excesivo "tú y yo", por la excesiva importancia que algunas dan al hecho de tener compañía (a costa incluso, a veces, de su propia dignidad y crecimiento).

En efecto, muchas mujeres prefieren la "comodidad" de una vida bastante limitada (hogar, crianza de niños) cuando podrían desplegar una diversidad de habilidades y aportar beneficios reales no sólo a su familia, sino a su comunidad.

La mujer común no requiere ser totalidad, ni única, sino formar parte de algo (una pareja o familia). La consecuencia es una desarmonía que fácilmente llega al exceso cuando permite cualquier trato, por denigrante que sea, al otorgar una exagerada prioridad a ésta clase de meta, para muchas la principal, y en casos extremos la única en su vida, lo cual la orilla a llevar una existencia casi psico-patológica.

Tradicionalmente, la imagen destinada para la mujer ha sido más bien pasiva, receptiva en espera de un ideal romántico (obviamente una pareja adecuada). Pero este modelo formativo no le ayuda mucho en su desarrollo psicoespiritual. Por el contrario, su interés por mejorar como ser humano se ve disminuido (una mujer con tales atavismos no está preocupada por la realización de una conciencia plenamente iluminada).

(...) Pero todo esto no se hace con actitudes competitivas, imposiciones, demandas, quejas, ni rivalidad. Y cuando lo hace, como el reclamo al esposo por ir a la calle prohíbida, es capaz de reaccionar con flexibilidad y demostrar la intención de sostener la relación funcionando. Es decir, su prioridad es sostener la relación, no despreciar ni amargarle la vida al compañero.

Es una mujer, entonces, que metafóricamente nos habla de las capacidades y opciones que puede (¿o acaso debe?) mostrar una mujer para su realización total. Y no sólo en los cuentos existen mujeres que saben encarar madura y hasta contemplativamente la vida.Como ejemplo, consideremos la voz de Ryo-Nen (monja Zen de gran belleza y poetisa consumada):

Atended sólo a la voz de los pinos y cedros, cuando ningún viento se agita
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