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De El Camino del Zen para vencer la depresión
de Philip Martin
de Philip Martin
"Ofrecer a vuestra oveja o vaca una pradera más grande y espaciosa es la manera de poder controlarla"
- Shunryu Suzuki Roshi
A menudo, en la depresión, nuestra vida parece estar fuera de control. Sentimos impotencia, como si no tuviésemos margen de maniobra para mejorar las cosas. Pero al mismo tiempo, la mayoría de nosotros creemos que podemos cambiar lo que nos sucede.
Al profundizar en el estado depresivo, tratarnos más y más de hallar maneras de superarlo. Siendo incapaces de efectuar cambios, aumenta en nosotros la percepción de que algo no funciona en nuestro interior. Sentimos que deberíamos ser capaces de superar la depresión, si no por fuerza de voluntad, o afirmaciones, o pensamiento positivo, entonces al menos obteniendo ayuda de los demás.
Pero a pesar de todos maestros esfuerzos, hay ocasiones en que la depresión simplemente no mejora, o si lo hace es sólo ligeramente. Y cuando las mejoras que esperábamos no suceden, acabamos sintiéndonos más desesperanzados e inútiles.
La depresión nos enfrenta cara a cara con el hecho de que hay muchas cosas sobre las que no tenemos control, por mucho que lo intentemos. Es cierto que existen muchas cosas externas que no podemos controlar, pero también lo es que tampoco tenemos mucho control sobre nosotros mismos. No podemos conseguir crecer más, o no enfermar nunca, o dejar de perder el cabello. Y moriremos por muy saludables que sean nuestras dietas o por mucho ejercicio que hagamos.
Vivimos en unos tiempos en los que se persigue el control por encima de todo. Nuestros héroes son personas que han logrado el éxito, riquezas y poder, todas ellas formas de control. Incluso el pensamiento New Age, que afirma beber de fuentes de sabiduría muy antiguas, trata, en gran parte, sobre el poder y el control. El axioma es «nos construirnos nuestra propia realidad», y la creencia de que podemos obtener todo lo que queramos con sólo imaginarlo, provienen del mismo deseo básico de control.
Por el contrario, las grandes tradiciones espirituales hablan de la sabiduría de realizar nuestro auténtico lugar en el mundo. Profundizar en la espiritualidad no es resultado de más control, sino de una mayor aceptación de nuestra impotencia inherente.
En la depresión empezamos el proceso de curación al aceptar que una gran parte de nuestro estar deprimidos, así como el superarlo, están fuera de nuestro control. Al reconocerlo, podemos soltar presa y dejar de echarnos la culpa.
Entonces podemos ver que siendo más realistas en relación con nuestro verdadero poder y lugar en este mundo, y dándonos cuenta de lo poco que realmente podernos controlar, empezamos a profundizar en sabiduría. Podemos llegar incluso a descubrir que pasamos por épocas de mayor felicidad y motivación cuando nos relajamos y abrimos al instante presente. En dichas ocasiones podemos aceptar todo lo que se nos da y considerarlo un regalo.
A nivel más básico, nuestro deseo de controlar nuestro mundo proviene de nuestro apego al placer y rechazo del dolor. Se trata de otra forma de duhkha, o sufrimiento, de nuestra tendencia a complicar, a añadir cosas a nuestra experiencia básica. El control suele implicar resistirse a la manera en que suceden las cosas, o creer que podrían ser diferentes. Entonces decidimos que somos quienes las vamos a cambiar.
Cuando disminuye nuestro apego a tener cosas, al soltar nuestra creencia de que nuestra vida debería ir en una cierta dirección, también podemos soltar nuestro deseo de control. Podemos convertirnos en participantes de nuestra propia vida, en lugar de en un frustrado director en ciernes.
Cuando dejamos de tratar de controlar las cosas que no podemos controlar, también nos ahorramos un montón de esfuerzo y energía, dos cosas que resultan críticas a la hora de mantener la cordura y el equilibrio cuando se atraviesa una depresión. En lugar de tratar de tener un efecto en cosas sobre las que tenemos muy poco control, podemos concentrarnos en las cosas que realmente marcarán una diferencia, para nosotros y para los demás.
Al tratar de controlarlo todo estamos empequeñeciendo nuestro mundo. En lugar de seguir haciéndolo, podemos abrirnos a un mundo mucho más ancho y fecundo donde no estamos al mando, pero donde formamos parte de algo mucho más grande, algo profundamente maravilloso.
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