viernes, 31 de mayo de 2013

El malestar de la modernidad

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De Ideas y Creencias del hombre actual de Luis Gonzáles Carvajal
(capítulo 8: La cultura postmoderna
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Naturalmente, el "post" de postmoderno indica un deseo de despedirse de la modernidad. Estamos ante una paradoja. Por una parte, constituye un estigma para cualquier sociedad el no ser acreedora al título de "moderna"; y, por otra parte, los habitantes de las sociedades modernas parecen experimentar un malestar creciente.

Desde los años veinte existe un tema recurrente en la literatura: el vacío espiritual y la ausencia de sentido del mundo. Piénsese, por ejemplo, en la obra literaria de T. S. Eliot, James Joyce, Ezra Pound, W. B. Yeats, Kafka, Musil...
Eliot, en sus obras La tierra baldía ("The Waste Land"), los hombres vacíos ("The Hollow Men"), etc., no ve alrededor nada más que vulgaridad, decadencia y vacío. En su novela Ulysses, Joyce convierte la historia de un único día en Dublín _con los paseos sin rumba de Bloom y Dedalus por la ciudad_ en símbolo de la inanidad, la miseria, la falta de sentido y la inutilidad del mundo occidental moderno. Las mejores piezas de Ionesco muestran un universo donde ya no hay diálogos humanos significativos. El tema único de Beckett es el mundo sin Dios y sin significación, en el que sólo milagrosamente puede sobrevivir un resto de calor humano.

Se trata de un malestar ya antiguo. El romanticismo, aquel vasto movimiento que predominó en Europa durante la primera mitad del siglo XIX, puede considerarse quizá como la primera reacción  antimoderna. Lo que pasa es que en este caso fue una reacción nostálgica. Querían volver atrás, a la Edad Media.

Después del romanticismo ha habido otros muchos brotes inconformistas frente a la modernidad, pero sin estar dominados ya por la nostalgia del pasado. Tuvieron carácter progresista.
Un ejemplo típico es el de la "bohemia": ese estilo de vida que adoptaron a principio de siglo ciertos grupos de artistas, escritores, estudiantes, etc. y que fue muy bien descrito en las Scènes de la vie bohème, de Henri Murger, y después popularizado en la famosísima ópera de Puccini titulada La Bohème. Más cerca de nosotros, debemos recordar a los "hippies" y su "Flower Power", los "beatniks", los "proves" y, sobre todo, la espectacular revuelta de mayo del 68 en París.

Esos movimientos son muy distintos entre sí, pero todos se alimentan de una experiencia común: que en la sociedad actual el individuo se aliena, se enajena, se frustra. Es lo que Berger ha  designado como pérdida metafísica de "hogar" (homelessness). El hombre no logra sentirse ya "en casa" ni en la sociedad, ni en el cosmos, ni, en último término, consigo mismo.

Así pues, no debemos pensar que los postmodernos han sido los primeros desilusionados por la modernidad. Otros les precedieron con lúcida e intempestiva anticipación. Hay una diferencia, sin embargo. Hasta ahora, las posturas antimodernas fueron patrimonio de individualidades atormentadas. La postmodernidad, en cambio, aparece como un creciente y generalizado espíritu de la época.
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