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De Cuentos Folklóricos Filipinos
de Mabel Cook Cole
de Mabel Cook Cole
Había una vez, dos niños cuya madre los envíaba todos los días al bosque para traer leña.
Cada mañana, cuando se preparaban para salir, les daba algo de comida para sus viajes, pero siempre era muy poco y no muy buena. Ella les decía:
- La leña que trajeron ayer era muy mala, por lo tanto no puedo darles mucho de comer hoy.
Los muchachos intentaban de verdad complacerla, pero si volvían con leña de pino, ella los regañaba duramente, y si traían grandes carrizos secos ella decía:
- Estos no son buenos para mi fuego, porque dejan muchas cenizas por toda la casa.
Por más que lo intentaban, fallaban en dejarla satisfecha; y sus cuerpos se hacían muy delgados por trabajar tanto y tan duro durante todo el día sin comer lo suficiente.
Un día, cuando se fueron a las montañas, la madre les dio un poco de comida para perros de comer, y los niños se pusieron muy tristes. Cuando llegaron al bosque uno de ellos dijo:
- Espera aquí, mientras yo escalo éste árbol y corto algunas ramas.
Él subió el árbol y no tardó mucho en decir:
- Aquí hay algo de leña
Y los huesos de su brazo cayeron al suelo.
- ¡Oh! - gritó su hermano -, ¡es tu brazo!
- ¡Aquí va algo más de leña! - gritó el otro, y los huesos de su otro brazo cayeron al suelo.
Entonces, él niño que estaba arriba del árbol gritó otra vez y los huesos de su pierna cayeron, luego los de su otra pierna y así, hasta que todos los huesos de su cuerpo cayeron al suelo.
- Llévatelos a casa - dijo -, y dile a la mujer que aquí están sus leños: ella siempre quizo mis huesos.
El hermano menor estaba muy triste, porque se quedó solo, y no tenía a nadie con quien descender de la montaña. Recogió el bulto de leña, preguntándose que es lo que debería de hacer, pero tan pronto como terminó de recogerlo, un águila culebrera le habló de entre las cimas de los árboles:
- Yo iré contigo, hermano.
Así que el chico puso el bulto de leños en su hombro y mientras descendía de la montaña, su hermano, que ahora era un águila culebrera, voló hacia su cabeza. Y una vez que llegó a la casa, puso el bulto y le dijo a su madre:
- Aquí está tu leña.
Cuando la mujer vio el bulto, se espantó tanto que se salió corriendo aterrada de la casa. Entonces el águila culebrera voló alrededor de ella, por encima de su cabeza y de un lado a otro, y le dijo:
- ¡Quiukok! ¡Quiukok! ¡Quiukok! ¡Ya no necesito tu comida para nada! .
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- Llévatelos a casa - dijo -, y dile a la mujer que aquí están sus leños: ella siempre quizo mis huesos.
El hermano menor estaba muy triste, porque se quedó solo, y no tenía a nadie con quien descender de la montaña. Recogió el bulto de leña, preguntándose que es lo que debería de hacer, pero tan pronto como terminó de recogerlo, un águila culebrera le habló de entre las cimas de los árboles:
- Yo iré contigo, hermano.
Así que el chico puso el bulto de leños en su hombro y mientras descendía de la montaña, su hermano, que ahora era un águila culebrera, voló hacia su cabeza. Y una vez que llegó a la casa, puso el bulto y le dijo a su madre:
- Aquí está tu leña.
Cuando la mujer vio el bulto, se espantó tanto que se salió corriendo aterrada de la casa. Entonces el águila culebrera voló alrededor de ella, por encima de su cabeza y de un lado a otro, y le dijo:
- ¡Quiukok! ¡Quiukok! ¡Quiukok! ¡Ya no necesito tu comida para nada! .
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