lunes, 9 de mayo de 2016

Egle, la Reina de las serpientes

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Cuento folklórico de Lituania

Había una vez, en algún lugar de Lituania. Vivía en Lituania una familia que tenía tres hijas y nueve hermanos. La más joven, Egle, era la más hermosa de todos ellos. Un día por la tarde, Egle y sus hermanas fueron a un hermoso lago a nadar. Dejaron sus ropas en la orilla y corrieron a lanzarse hacia las frescas aguas. Habiendo nadado y bañadose todo lo que quisieron, las señoritas se salieron del agua y se comenzaron a vestir. Egle, la más joven de todas, descubrió una serpiente entre sus ropas. La serpiente comenzó a hablarle con voz humana. Le pidió a Egle que se cazará con él - sólo así, entonces, le devolvería sus ropas.
Egle no podía imaginar cazándose con una serpiente, pero quería que la serpiente se fuera, así que le prometió que sería su esposa. La serpiente se salio deslizándose entre los pliegues del vestido y desapareció entre la espesa maleza del bosque. Los días pasaron, y Egle se olvidó de su extraña promesa.

Una mañana, Egle escuchó un ruido estruendoso y vio que este era provocado por una carroza jalada por siseantes serpientes del bosque. Muy pronto, todo el lugar se encontraba repleto de serpientes. Asustada, Egle le contó a sus padres todo lo que había sucedido aquella tarde en el lago. Sus padres no podían aceptar el solo pensamiento de perder a su hija, y vistieron a un ganso con atavíos nupciales, lo adornaron con flores blancas y la llevaron al carruaje. La serpiente partió rápidamente hacia el bosque más cercano. Una vez ahí, escucharon al pájaro cuco, que les dijo que esa no era la prometida, sino un ganso blanco. Furiosa, la serpiente regresó furibunda a la casa de Egle, reclamando a la verdadera esposa. Sorprendieron a sus padres, quienes no querían perder a su hija y le dieron un borrego vestido de blanco. El cuco les adivirtió a las serpientes una vez más.

Y una vez más, retornaron con escándalos aún más ruidosos. Amenazaron con quermar toda la casa si eran engañados una vez más. Y ésta vez, Egle tuvo que cumplir su promesa. Los padres lloraron y se despidieron de su amada hija.

La serpiente llevó a Egle a la costa donde ella encontró a un apuesto joven esperando por ella, quien le reveló que era en realidad la misma serpiente que había visto a la orilla del lago y a la cual le había prometido casarse. Él era además el Rey de las serpientes - su nombre era Zhilvinas.
Zhilvinas escoltó a Egle hacia su castillo submarino. Ahí ella encontró todo lo que su corazón había deseado, y Egle, paso sus días feliz junto a su amado esposo.
Tuvieron cuatro hijos - Azhuolas (Roble), Berzhas (Abedul), Uosis (Fresno) y una hija, la más pequeña Drebule (Álamo).
Los días pasaron, y Egle anhelaba su casa y la soleada playa. Y anhelaba aún más ver a sus padres y sus hermanos y hermanas.

Zhilvinas le prometió que viajarían a su casa si ella se ponía los zapatos de hierro que le había regalado. Egle caminó sobre rocasy guijarros, pero a sus zapatos no se les hacía ni el más mínimo rasguño. Desesperada, Egle fue a ver a una Bruja del océano para pedirle consejo. La Bruja le dijo que debía de un herrero debía de colocar sus zapatos en su frja - Sus zapatos podrían se desgastarían muy poco después de eso.
Al día siguiente, Egle recivió otro desafío de Zhilvinas. Tenía que hacer un ovillo de seda de piedra caliza. Esto parecía un trabajo interminable, porque no importaba cuanto intentara porque el hilo no se enrollaba.
Egle fue a ver a la Bruja del mar otra vez para que le socorriera. Ella le dijo a Egle que arrojara la seda en el fuego. La seda resplandeció por un instante y el fuego se apagó debido a que la seda de piedra caliza tenía un encantamiento. Luego de esto, pudo terminar rápidamente el ovillo de fibras de piedra caliza.

Zhilvinas tuvo una tercera petición para Egle. Le pidió que horneará algo de pan para que se lo llevara a su casa, con su familia. Si completaba esa tarea, entonces ella estaría libre de irse. Así que Zhilvinas escondió todos los platos y utensilios de la cocina, a excepción de un viejo colador.

Las lágrimas corrieron por las mejillas de Egle, pues no sabría como habría de hacerle para hornear unos panes sin ninguna sarten.
La bruja le ayudó una vez más. Le dijo a Egle que fuera a un manantial de agua fresca, que encontrara barro suave y con este, cubriera los orificios del colador - así podría levar algo de agua a casa y hacer masa para el pan. Luego de que completara ésta faena, ya no había nada más que le impidiera a Egle volver a su casa.
Mientras partía, Zhilvinas le dijo a Egle y a los niños que permanecieran más de nueve meses, y que cuando retornaran a la orilla del mar, lo llamaran por su nombre y dijeran: "si estás vivo, ven en forma de espuma de leche, si estás muerto, ven en forma de espuma de sangre".

Egle se fue con sus hijos y su hija. Sus padres nunca se habían imaginado volver a ver a su querida hija con vida y tuvieron un gran banquete para celebrar su visita. Sus hermanos no deseaban perder a Egle otra vez y planearon matar a su amado esposo. Por la noche, llevaron consigo al hijo mayor de Egle, Azhuolas, a pastar a los caballos y comenzaron a preguntarle cómo podían hacerle para llamar a su padre cuando querían para poder volver a casa. Pero Azhuolas era un muchacho fuerte y no traicionó a su padre, así como tampoco Berzhas y Uosis cuando les preguntaron los hermanos de Egle durante los dos días siguientes.

Al cuarto día, los hermanos llevaron a la pequeña Drebule a pastar. La pequeña tenía miedo de sus enojados tíos y sus fustas con las que azotaban a los caballos. Temerosa de que la fueran a lastimar les contó todo acerca de como llamar a su padre. Los hermanos de inmediato, se dirigieron hacia el mar y llamaron a Zhilvinas. Observaron que las olas produjeron espuma blanca y Zhilvinas apareció  ante ellos, quienes lo atacaron con sus guadañas.

Después de nueve días, Egle se despidió para volver al océano y cantó la canción que debía de entonar para su esposa. Ella esperaba ver la espuma lechosa en el mar, pero en su lugar, vio la brillante espuma carmesí entre las olas.

El dolor más profundo desgarró el corazón de Egle y lanzó un hechizo sobre sus hijos, quienes se transformaron en los grandes árboles de Lituania. Sus hijos se volvieron  árboles que aún hoy día son valorados por su gran fortaleza. La hija más pequeña se transformó en un frágil álamo que tiembla ante la más suave brisa. Egle se transformó en abeto y se quedó cerca de la orilla del mar para llorar a su esposo por siempre.
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