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Cuento africano
En un lugar de la Tierra llamado África, vivía un niño llamado Jambó. Desde muy pequeño Jambo había aprendido los cantos mágicos de su abuelo y maestro, Abú.
Contaba la leyenda, que cuando el maestro Abú subía a la montaña y cantaba a los dioses la canción “Que llueva que llueva“, conseguía que durante unas horas estuviera lloviendo en todo el continente africano.
A Jambó le habían explicado desde muy pequeño que en el lugar en que vivía él y toda su familia, era un lugar muy seco ya que llovía muy poco, y por eso había sequía, y muy poca agua. Así que desde muy pequeño Jambó supo lo importante que era cuidar el agua y no derrocharla.
Un día, Jambó iba paseando por medio del desierto y se encontró con una lagartija de color amarillo, ya que estaba camuflada, pues apenas se distinguía del suelo. Esto lo hacían para protegerse de otros animales.
– ¿Qué te pasa lagartija? no tienes buena cara…, le preguntó Jambó con preocupación.
– No puedo moverme de aquí porque no tengo fuerzas, llevo días sin beber ni una gota de agua, este verano está siendo muy duro para mí, jovencito... -, le respondió la lagartija.
– Yo te llevaré conmigo, intentaremos conseguir algo de agua.
Jambó llevó a la lagartija amarilla a un pequeño charco de agua para que pudiera beber, y después la dejó bajo unos pequeños matorrales donde daba la sombra.
Rápidamente Jambó fue a ver a su abuelo Abú, para decirle que debían de ir a cantar a los dioses a la montaña para que volviera a llover, pues los animales estaban en peligro, ya no quedaba casi agua.
Así que juntos subieron a la montaña y comenzaron a cantar la canción “Que llueva que llueva…”.
Los dioses escucharon cantar a Abú y Jambó, y a los pocos minutos comenzó a llover en África.
Así, gracias a la canción de la lluvia, en África había agua para que todos los seres vivos que allí vivían pudieran sobrevivir.
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Contaba la leyenda, que cuando el maestro Abú subía a la montaña y cantaba a los dioses la canción “Que llueva que llueva“, conseguía que durante unas horas estuviera lloviendo en todo el continente africano.
A Jambó le habían explicado desde muy pequeño que en el lugar en que vivía él y toda su familia, era un lugar muy seco ya que llovía muy poco, y por eso había sequía, y muy poca agua. Así que desde muy pequeño Jambó supo lo importante que era cuidar el agua y no derrocharla.
Un día, Jambó iba paseando por medio del desierto y se encontró con una lagartija de color amarillo, ya que estaba camuflada, pues apenas se distinguía del suelo. Esto lo hacían para protegerse de otros animales.
– ¿Qué te pasa lagartija? no tienes buena cara…, le preguntó Jambó con preocupación.
– No puedo moverme de aquí porque no tengo fuerzas, llevo días sin beber ni una gota de agua, este verano está siendo muy duro para mí, jovencito... -, le respondió la lagartija.
– Yo te llevaré conmigo, intentaremos conseguir algo de agua.
Jambó llevó a la lagartija amarilla a un pequeño charco de agua para que pudiera beber, y después la dejó bajo unos pequeños matorrales donde daba la sombra.
Rápidamente Jambó fue a ver a su abuelo Abú, para decirle que debían de ir a cantar a los dioses a la montaña para que volviera a llover, pues los animales estaban en peligro, ya no quedaba casi agua.
Así que juntos subieron a la montaña y comenzaron a cantar la canción “Que llueva que llueva…”.
Los dioses escucharon cantar a Abú y Jambó, y a los pocos minutos comenzó a llover en África.
Así, gracias a la canción de la lluvia, en África había agua para que todos los seres vivos que allí vivían pudieran sobrevivir.
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