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( Uno de los dibujos que hice, a dos días luego del "viaje" )
Bien, ha llegado la hora de escribir aquí las últimas memorias correspondientes al mes pasado.
Memorias
de gran impacto físico, mental y espiritual que acontecieron a mediados del mes
de septiembre de éste año 2014.
Dichas
memorias, atesoro ahora en el recuerdo de experiencias vívidas vividas y las
dejo por escrito, a modo de "Diario" personal y, probablemente, con
fines explanatorios y exploratorios para:
-
Neófitos en los asuntos de los "viajes psicodélicos" mediante el uso
de sustancias psicotrópicas que quieran experimentar por primera vez, así
sabrán con lo que se puedan encontrar, tanto lo agradable como lo desagradable.
-
Usuarios intermedios y avanzados: quizá encuentren similitudes vivenciales,
mejoren el contenido y calidad de los viajes, y espero haya una
retroalimentación.
-
Místicos, Kabbalistas y artistas: Encuentro muy enriquecedora la experiencia. Y
ciertamente, para quienes se hayan sometido a experimentos mentales, estados
meditativos, trances y estados alterados de conciencia, podrán encontrar algo
revelador y metafísico en todo esto.
- Psiquiatras
y psicólogos: Podría resultar de interés lo relacionado con las cuestiones
"terapéuticas" del químico, cosas como la introspección, la disociación
del yo, la confrontación de choque, los estados similares a la "iluminación"
y a la "perdición", el revivir de momentos atesorados en el
subconsciente, evitados, reprimidos, o hasta olvidados.
Al
final, escribo además, todas las enseñanzas que tuve del "viaje" y
los cambios positivos que me dejaron, así como reflexiones personales para
facilitar la comprensión de uno mismo, un buen viaje, y un buen aprendizaje.
No
obstante, declaro que estoy en contra del uso irresponsable de ésta sustancia,
y debe tomarse con sumo cuidado. Yo no sabía a qué me enfrentaría, y pese a que
había escuchado experiencias, y mis expectativas eran más bien bajas, nada ni
nadie me había preparado para la increíble odisea que resultó experimentar con
el LSD.
Luego
del viaje, estoy totalmente convencido de que se debe tener preparación mental,
se debe entrar en estados de tranquilidad, sin tensiones, sin conflictos, y
sobre todo, darle un propósito al viaje, sea de sanación, de búsqueda, de
encontrar respuestas, y, de preferencia ejecutar ciertos rituales simbólicos
para asegurarse de realizar una "excursión fructífera". Ya que, en
efecto, es una excursión, es sumergirse a las profundidades del océano del subconsciente,
de insondable fondo. Es también convertir el entorno en oráculos, uno mismo se
transforma en oráculo, uno puede ir a los cielos más altos y descender a los
infiernos más bajos. Puede uno sentir como - y aunque suene a quemado cliché -
su mente se abre y se expande.
Es
un viaje hacia el interior de la mente y la mente se manifiesta con todo su
"caótico" esplendor.
Dicho
esto, comienzo entonces, con mi relato sobre la "Noche del 16 del
Septiembre del 2014", La noche de "La entrada a los Reinos de la
Mente", con LSD.
Omito
los nombres de los personajes involucrados en la historia.
Nos encontrábamos
en su recámara, una muy buena amiga y yo, a eso de las 10 de la noche. Ella
había conseguido el papel por medio de una amiga azafata, quién lo consiguió en
uno de sus viajes por el mundo.
Ella,
quiero aclarar, no es drogadicta ni anda por la vida probando todo tiempo de
drogas cada que le es posible. No obstante, tenía experiencia en el uso de plantas sagradas
como el peyote, los hongos y la ayahuasca, y debo añadir, tiene muchos
conocimientos y sabiduría, debido a sus búsquedas espirituales. Pudiéramos
decir que es una "chamana moderna". Y realmente veo en ella
capacidades extrasensoriales desarrolladas, aunque pareciera también que ella
es la última en enterarse de su tremendo potencial psíquico.
Por
mi parte, jamás había probado narcóticos, más que hacía años, había llegado a
fumar sólo una vez "hierba", solamente por motivos recreativos del
momento, por la típica razón de "Para ver que se sentía". Como sea,
fuera de esto, las únicas experiencias trascendentales habían sido de modo
consciente, por prácticas meditativas, de aislamiento y de exaltación
sensorial, todo siempre bajo estricto control de prácticas como el Sueño
lúcido, ejercicios de visualización, prácticas energéticas y otros etcéteras.
Esta sería entonces, la primera vez (y única hasta ahora) que probaría en
persona la fantástica ambrosía de la dietilamina de ácido lisérgico.
El despegue
Entonces,
volviendo a la historia, nos encontramos en la recámara de mi amable y agradable "intoxicadora", a eso de las
10:00 PM, luego de un exhaustivo día de trabajos y entrenamientos, y a 20 minutos,
luego de haber cenado.
Nos pusimos el "papel" de LSD belga bajo la lengua, y me dijo que
esperara hasta que se disolviera por completo. El sabor era amargo, similar a
la xilocaína, o el anestésico local que suministran los dentistas.
Transcurrieron
un par de minutos y se me ocurrió por mientras buscar la película de "Los
Tres Caballeros" de Disney, pues la película en sí, se me hacía ya por si
misma un verdadero "trip" alucinante, y bello. Es una de las pocas
películas que en mi primera infancia habré visto al menos medio centenar de
veces, y que resultaba muy significativa para mí, pues es la primera aventura
surrealista metafísica lisérgica que habría visto en aquél entonces, allá por
1988-1989, junto con Alicia en el país de las maravillas, también de Disney.
Me
sentía feliz de que en verdad estuviese
a punto de experimentar con aquél químico que tanto había anhelado probar durante
mi adolescencia escuchando a Los Beatles, Pink Floyd o The Doors, y que tanto
habían inspirado mis dibujos, ilustraciones y pasajes oníricos de siestas ocasionales
escuchando a dichas bandas musicales.
Habían
transcurrido apenas 10 minutos desde que se había disuelto por completo el
amargo papel con dietilamina de ácido lisérgico, cuando por fin encontré la
película y presioné play en el botón del reproductor multimedia. Aún no había
ningún síntoma que indicara que despegaría el viaje, y ciertamente creí que la
cosa no sería más que una exaltación de los sentidos, que vería los colores más
brillantes o que incluso vería la música, cosas que me habían relatado las
personas a las que le había preguntado por la experiencia de viaje, meses y años
antes, incluso mi amiga, me había dicho que sólo sería bonito, y que - ante mi
inquietud por perder la consciencia y hacer algo vergonzoso como salir corriendo
desnudo por las calles - estaría consciente en todo momento, que ya vería yo y
sentiría cuando comenzase el "despegue".
El Pato Donald, José Carioca, Pancho de México y la Travesía hacia los Reinos de las Alegres Luces Prismáticas Fractales
Comenzó
la película y todo bonito, el pato Donald recibe su paquete con regalos y
recibe un proyector, lo coloca y enseguida comienza la historia de Polo, el
pingüino que en el Polo Norte soñaba con paraísos tropicales, la historia del
burrito volador en la pampa argentina, el aracuán y demás locuras ya de por sí
delirantes, propia de la película de dibujos animados.
Habían transcurrido - según mi cuenta mental, alrededor de 20 minutos, de acuerdo a la memoria que tenía de la duración de las escenas - cuando comenzó a sentir los primeros efectos: Distorsión de la percepción de las dimensiones de mi cuerpo, lo sentía más fluido, aguado, y tenía dificultades para coordinar los movimientos, sentía como si mis brazos estuviesen a 2 metros de distancia, mi tronco algo inconexo, y mis piernas como si estuviesen escalonadas, y la cama donde nos encontrábamos observando la película se sentía como cama de agua. Luego vino la agitación en el pecho, sentir como se intensificaba el ritmo cardíaco, la respiración y la temperatura corporal. Me sentía caliente y un poco de náusea. Lo atribuimos a que habíamos cenado demasiado y demasiado reciente (sopa de acelgas con tallarines chinos y champiñones preparados por mí).
Mi
Gran Amiga, Maestra y Guía me dijo que me relajara, y seguí su instrucción, me
tranquilicé y volví mi mirada hacia el televisor.
Pronto,
secundaron los efectos visuales. El monitor se convirtió en un lienzo de
efectos mágicos hermosos, las caricaturas se veían como pinceladas con óleos y
acuarelas de luces disfraccionadas de prismas, llenos de "chispitas"
y "estrellitas" y todo me comenzó a dar risa. Mi chamana amiga se volteó
a verme, dando la espalda al monitor,
pero en cuanto siguió la escena del loco pájaro Aracuán le dije señalando con
el dedo la televisión y atascado de risa: "'Mira, Mira, que pájaro tan
cabrón, está loco, está loco, jahaha"
Ella
volteó y también comenzó a reír, y volteó otra vez hacía mi lugar, más no hacía
mí (creo, pues yo me estaba embobado reviviendo las escenas que tanto me
deleitaban de niño, más ahora bajo los efectos de tan potentísimo
psicotrópico), luego le pregunté "¿Cómo le haces para ver la televisión
así de espaldas? ¿Acaso tienes ojos en la nuca?, ¿En serio puedes verla?"
"Sí"
me respondió ella, y comencé a pensar que la cosa en verdad era mágica.
Luego
sentí escalofríos, y casi enseguida calor, por lo que me dirigí hacia el
tablero de control de aire acondicionado de su recámara, para bajar la
temperatura del lugar, pues me sentía acalorado, más al encontrarme con los
botones, no podía ya leer lo que decían los botones, pues se habían derretido
las letras y el tablero mismo ondulaba, serpenteaba derritiéndose, presioné un
botón al azar y me dirigí hacia la cama, para seguir viendo la película.
Una
vez en la cama, ella se recostó sobre mis brazos, y con ternura, creyendo que
sería divertido jugarle unas bromas mentales para tratar de confundirla, me acerqué
a su oído y le dije riendo: "Oye, ¿estamos en 1985 o en 1999? ¿Estamos en
el año 2014 o en el 2999? ¿Estás en mi mente o yo en la tuya?"
Y
ella sólo respondía con risas. Fue un momento muy tierno y creía que tenía todo
bajo control y que con éstas palabras le induciría una alucinación que distorsionaría
su percepción del tiempo. Luego, ella dijo algo, que no entendí, porque lo
escuché como si lo hubiese dicho al revés y con eco, lo cual me pareció
fantástico, y al ver de cerca su oído vi
que el "caracol" de su oído se transformaba en unas diminutas
escaleras que llevaban hacia un pequeño salón. Me sentí un poco perturbado,
pero pensé que lo exploraría luego, que primero quería seguir viendo la
película.
En
escena, ya había hecho su aparición José Carioca y se disponía a llevarse a
Donald a conocer Bahía. ¡Uff! Que momento de más sublime belleza. Los colores,
la canción de "Na baixa do Sapateiro"
(Ésta es la pieza, si así normal, sin los influjos de ningún inductor de estados alterados de conciencia es tan etéreo, tan romántico y onírico...ahora con las moléculas del alma es... ¡uuuff! Las palabras se quedan cortas)
Fue
un momento de tanta intensidad romántica. Enmudecí, y nosotros sólo suspirábamos
sorprendidos por el viaje. ¡Realmente nuestras almas estaban paseando por los
rosados y púruras paisajes de Bahía" Fue un momento en que mi mente y
todas sus voces se callaron, contemplando los etéreos y hermosísimas vistas,
mientras sentía como mi corazón y los poros de mi cuerpo resonaban, vibraban con
la canción y los colores, con los coros, que bajo la potencia del LSD, se
convirtieron en caricias de melodías y brillos coloridos. De pronto llegaron
recuerdos de la primera vez que había visto la película en Cadereyta. Y la
percepción de mi cuerpo volvió a cambiar, la del cuarto, pero sólo por un
breve, brevísimo momento. Como si esa recámara comenzase a transformarse en la
recámara de mi niñez, en mis primeros años en éste mundo. Como sea, luego hubo
una pequeña elipsis, deje de ver la televisión y me dirigí a ella, diciéndole
cosas que ahora no recuerdo, pero aquí hubo una sorpresa, tuve conciencia de
que no había estado articulando palabra, entonces le dije sorprendido:
"¡Hey! ¿¡estoy diciendo las cosas o pensándolas!?” Y ella sólo asintió con
la cabeza, dándome a entender que en verdad era lo mismo, que aunque no hubiese
estado hablando, ella había estado escuchando. ¡Carajo! ¡Telepatía! ¡Verdadera
telepatía!". Ella río un poco más y cuando volvimos a ver el televisor, ya
nuestros plumíferos amigos se encontraban sambando con Yayá, la vendedora de
pasteles, y todos se encontraban bailando samba al ritmo de "Quindins de
yaya".
De
pronto, estábamos risa y risa, y percibí que estaba yo respirando agitadamente,
lo cual, lejos de asustarme, me daba risa, me hacia cosquillas por todo el
plexo solar, las costillas, el estómago. Quise también entrar y bailar con
ellos, pero como me sentía con dificultad para moverme y aún hablar, sólo pude
atinar a levantar la mano para señalar y exclamar: "¡Estamos ahí, estamos
ahí! ¡Estamos bailando! ¡Estamos dentro del monitor!" y reímos y reímos
más. Aquí hubo un desdoblamiento mental. De pronto me encontraba con mi
"compañera de viaje" dentro de la pantalla, afuera en las calles de
Brasil bailando entremezclándonos con los colores y los personajes! ¡Fiesta
total! ¡La alegría carnavalesca carioca! ¡La risa! Por primera vez en casi 30
años, me encontraba interactuando con el pato Donald, José Carioca, Yayá, la
vendedora de pasteles y los coloridos y felices lugareños, habitantes del libro
de Brasil. Veía otros ángulos, veía las casitas riendo y cantando, y de pronto,
volteé para donde nos encontrábamos viendo la película.
Resulto
raro-fantásticos vernos desde dentro de la tele, vernos ahí tendidos en la cama
con las pupilas dilatadas disfrutando de los colores, fue raro vernos vívidamente
y con las proporciones reales. Raro pero divertidísimo.
Luego,
volví del monitor a mi cuerpo. Y una vez en mi cuerpo me di cuenta de que no
había salido de mi cuerpo, pero a la vez sí, y que todo el jolgorio, la danza y
el alboroto que había sentido como 10 minutos, en realidad habían sido escasos
segundos. Aquí fue cuando exclamé extasiado entre carcajadas "¡Carajo,
esos cabrones de Disney sabían lo que hacían, en verdad sabían lo que hacían,
son unos verdaderos cabrones!" Y la respuesta inmediata fue, naturalmente,
la risa. Aquí ya podía ver la risa, fractales de risa, emanando desde nuestras
bocas, y a su vez, venía desde nuestras gargantas y desde nuestros corazones.
Comprendí aquí la belleza de la risa. La magia de la risa.
Sentí
la risa. La risa se sentía como un florecimiento colorido. La más bella
melodía, y estructura visual-auditiva.
Luego
de esto comenzamos a platicar de cosas que ahora no recuerdo (esto es lo que pasa
cuando se pospone durante mucho tiempo el relatar algo). Más sí percibí que
estaba diciendo muchas cosas incoherentes e inconexas aceleradamente, como si
fuese rap.
Pero
en lo que "platicábamos" (que igual y decíamos cosas sin sentido ni
trascendencia) volví a sentir frío y me paré a apagar el aire acondicionado.
Más al llegar, percibí el sonido del aparato como un "mantra" así que
decidí dejarlo en paz con su meditación sonora, respetarlo, como si se tratara
de un monje que se encontraba en trance y retrocedí. Volví a la cama y ya se
encontraba la película avanzada. Casi por terminar. Estaban ya Pancho de
México, el Pato Donald y José Carioca en el paroxismo, en la cresta de su viaje
lisérgico (sí, porque ahora me supongo que los genios que hicieron la película
quizá también habían experimentado con el químico psicodélico bajo el cual nos encontrábamos
también). Luego de aquí, hubo elipsis, un momento en que no recuerdo que
sucedió, pero ya había transcurrido poco más de una hora. Y la película llegó a
su fin entre destellantes colores que explotaban fuera del televisor, al ritmo
de la más alegre música mexicana instrumental que era el tema final de la
película. La habitación era ese desierto mexicano de la escena final y por
todas partes caían serpentinas y confetis fosforescentes que hacían cosquillas
eléctricas al contacto con la piel, y todo era la alegría suprema, una
explosión de felicidad, como si todos los niños del mundo reunieran al unísono
todas sus voces para lograr un estallido con todos los gritos de júbilo que
ensalzaban la vida, la alegría de ser niños, y de estar vivos.
Luego
de esto… sigue la parte metafísica, esotérica, lumínica y oscura, perturbadora,
pero eso será en la continuación en el próximo post.
Entonces,
hasta entonces =D.
つづく
Continuará...
Continuará...
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