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Cuento sufi
Nasrudían llegó a a un pueblo que estaba situado lejos de su casa y se dio cuenta de que su reputación como gran maestro le había precedido. Los aldeanos se reunieron y su representante dijo:
- Enséñanos tu sabiduría, gran Nasrudín.
- Muy bien - dijo el Mulla -, pero primero permitidme sugerir algo útil para vosotros. ¿Os gustaría que esa fea colina al otro lado del pueblo fuese quitada de ahí, de modo que pudiéseis disfrutar las frescas brisas que ahora obstaculiza?
Los aldeanos quedaron encantados con la proposición.
- Ahora - dijo Nasrudín -, traedme una soga lo suficientemente larga para que rodee la colina y sobre un poco.
Tras varios meses tejiendo, los aldeanos presentaron la soga.
- Colocad ahora la soga alrededor de la colina, levantadla y pornedla sobre mi espalda para que me la pueda llevar -dijo Nasrudín.
- Esto es ridículo - dijeron los aldeanos -, ¿cómo podemos levantar una colina?
- ¿Cómo puedo llevármela si no lo hacéis? - preguntó Nasrudín -. Es el mismo problema que cuando me pedís que os enseñe mi sabiduría.
- Enséñanos tu sabiduría, gran Nasrudín.
- Muy bien - dijo el Mulla -, pero primero permitidme sugerir algo útil para vosotros. ¿Os gustaría que esa fea colina al otro lado del pueblo fuese quitada de ahí, de modo que pudiéseis disfrutar las frescas brisas que ahora obstaculiza?
Los aldeanos quedaron encantados con la proposición.
- Ahora - dijo Nasrudín -, traedme una soga lo suficientemente larga para que rodee la colina y sobre un poco.
Tras varios meses tejiendo, los aldeanos presentaron la soga.
- Colocad ahora la soga alrededor de la colina, levantadla y pornedla sobre mi espalda para que me la pueda llevar -dijo Nasrudín.
- Esto es ridículo - dijeron los aldeanos -, ¿cómo podemos levantar una colina?
- ¿Cómo puedo llevármela si no lo hacéis? - preguntó Nasrudín -. Es el mismo problema que cuando me pedís que os enseñe mi sabiduría.
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