jueves, 9 de mayo de 2013

El agua de la vida

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Extracto de El agua de la vida de Ibn Al Arabi por Toshihiko Izutsu
( De Sufismo y taoísmo, vol I)

Para lbn 'Arabî, el símbolo más adecuado de la Vida lo proporciona el «agua». El agua es el fundamento de todos los elementos naturales, fluye y se infiltra hasta en los más recónditos rincones del mundo. «El secreto de la Vida se ha difundido en agua». Y todo, en la existencia, posee un elemento acuático en su constitución, ya que el agua es el elemento más básico de todos. Todo vive por el «agua» que contiene. Y el elemento acuático contenido, en diversos grados, en todas las cosas corresponde a la Ipseidad de lo Absoluto que, como Actus, fluye en todo.

Es significativo que Ibn 'Arabî mencione el agua en este sentido al principio del capítulo que trata de la «sabiduría de lo invisible» simbolizada por Job. Affîfî señala acertadamente a este respecto que Job constituye, para Ibn 'Arabî, el símbolo de un hombre que se esfuerza por conseguir «certidumbre» (yaqîn) acerca del mundo de lo invisible. El dolor intolerable que experimenta Job no es, por lo tanto, un dolor físico, sino el sufrimiento espiritual de un hombre que lucha por alcanzar la «certidumbre» sin obtenerla. Y cuando Job implora a Al-lâh que lo libere de ese dolor, Al-lâh le ordena que se lave en el agua que fluye a sus pies. Aquí, el agua simboliza la Vida que fluye en todos los seres existentes, y «lavarse en el agua» significa sumergirse en el «agua de la existencia» llegando así a conocer la realidad de la misma.

Así, pues, el Agua de la Vida fluye eternamente en todo. Cada cosa es, en sí, un existente único, aunque inmerso en el ¡limitado océano de la Vida junto con todos los demás existentes. En el primer aspecto, todo es único y singular pero, en el segundo, todas las cosas pierden su identidad, inmersas en el «agua» que todo lo impregna.

Cada cosa en el mundo tiene, de este modo, dos aspectos distintos:
1)       uno en que es ella misma y
2)       otro en que es Vida divina.

Ibn 'Arabî da al primero, que es el aspecto creado de cada individuo existente, el nombre de nasût o «faceta humana» (o personal), y al segundo, que es el aspecto de lo Absoluto en cada individuo existente, el de lahût o «faceta divina».

Según Ibn 'Arabî, la «vida» es de naturaleza espiritual, ya que es propio de la naturaleza esencial del «espíritu» el vivificar todo lo que alcanza. Como señala Bâlî Effendi, la «vida» es el atributo primario del «espíritu», y éste lo infunde a todo lo que alcanza.

Has de saber que todos los espíritus poseen una propiedad particular mediante la cual dan vida a todo lo que se halle bajo su influencia. Apenas un espíritu toca una cosa, en ésta empieza a fluir vida.

Desde la perspectiva de Ibn 'Arabî, todo el mundo del Ser se encuentra bajo la influencia directa del Espíritu Universal. Por lo tanto, todas las cosas que existen se encuentran, sin excepción alguna, en contacto con él y, en consecuencia, están vivas. Sin embargo, la influencia que reciben varía de un individuo a otro, de acuerdo con la «preparación» particular de cada uno. En otras palabras, las cosas difieren unas de otras en cuanto a la intensidad de la Vida que manifiestan, pero son iguales en la medida en que mantienen su «identidad» en medio de la Vida omnipresente.

La Vida [universal] que fluye por todas las cosas recibe el nombre de «aspecto divino» (lahût) del Ser, mientras que cada lugar individual en que ese Espíritu [la Vida] reside se llama «aspecto humano» (nasût). El «aspecto humano» también puede denominarse «espíritu», pero únicamente en virtud del que en él reside.

La estrecha relación entre nasût y lahût en un hombre puede compararse con la que se produce entre la «masa» (‘ayîn) y la «levadura» (jamîr). Cada hombre posee en sí algo de la «levadura» divina. Si consigue dejar que crezca de forma perfecta, su «masa» se encontrará completamente bajo su influencia y acabará transformándose en algo de la misma naturaleza que la «levadura». Es lo que se llama, en la terminología del misticismo, «autoaniquilación» (fanâ’).
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