domingo, 21 de abril de 2013

Un zumbido en el oído

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De Cuentos de los derviches persas de Sa'di

¿Sabéis que el famoso jeque árabe Hatim Tai estaba sordo? ¡Muy poca gente se lo creía!
 

Una mañana, una mosca estaba zumbando mientras trataba de escaparse de la red de una araña. Esta había estado tan quieta y callada que, quizá, la mosca pensó que era un trozo de azúcar. Pero ahora ella estaba a punto de saber que era todo lo contrario.
Hatim Tai se acercó a la esquina de la habitación donde se oía el zumbdio.

- Tu propia codicia te ha atrapado - le dijo a la mosca -. No encontrarás en las grietas o en los recovecos ni miel, ni azúcar, ni caramelos. Lo único  seguro que descubrirás en esos sitios son trapas y celadas. El zumbido se detuvo. La araña tenía a su víctima.

- ¡Pero, Hatim! - exclamó uno de sus ayudantes -. ¿Cómo has podido oír a la mosca? Yo apenas la he percibido, y todo el mundo dice que estás sordo.

- ¡Eres un hombre inteligente! - le respondió Hatim con una sonrisa -. Veo que tendré que contarte lo de mi sordera. Y esta es la historia: la mayor parte  del tiempo, y por razones de estado, estoy rodeado de aduladores. Ese tipo de gente que oculta mis defectos y llena mis oídos de lisonjas. No podía evitar  engañarme con su cháchara. El orgullo creció en mi interior y me hizo desdichado.
Así que poco a poco les dejé creer que estaba sordo, y, lógicamente, todos se pusieron a menear las cabezas con tristeza. Y entonces descubrí dos ventajas:

La primera fue que dejaron de molestarme con sus halagos. Se dieron cuenta muy pronto de que no llegaban a ningún lado con ellos, pues todos sus esfuerzos se topaban con mi rostro inexpresivo.
La segunda fue que empece a saber la verdad sobre mí mismo. Cuando pensaban que no podía oír nada, esos aduladores eran bastante sinceros acerca de mis cualidades, buenas y malas. No siempre fue agradable escuchar cómo se discutían mis pecados en público, pero de esta manera rápidamente mi orgullo desapareció, y esto me ayudo a no cometer  más inquidades.
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