viernes, 23 de septiembre de 2016

Los tres consejos del pájaro mágico

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De Rumi: El Loro Maravilloso y otros inspiradores relatos de sabiduría
Contado por Arthur Scholey


Sirviéndose de su astucia y de una trampa cuidadosamente dispuesta, en cierta ocasión un cazador capturó a un ave. Para su sorpresa, cuando estaba a punto de matarla para comérsela, el pájaro le habló del siguiente modo:

- Mi apreciado dueño - dijo el ave -, en su momento has comido cordero e incluso buey y te has levantado de la mesa sin haber saciado completamente tu apetito, ¿cómo crees, pues, que te vas a sentir satisfecho con la escasa carne  que puedas arrancar de mis huesos? Sin embargo, si me liberas, te transmitiré tres consejos mágicos que te serán de incalculable valor. ¿Qué me dices?

El sorprendido cazador no pudo sino mostrarse de acuerdo.

- Entonces, conforme - prosiguió el ave -. Escucha con atención. El primer consejo te lo diré tan pronto como abras tu mano. El segundo te lo transmitiré desde el tejado de tu casa y el tercero desde ese árbol que está ahí. Si prestas la debida atención a lo que voy a decirte, serás muy afortunado. Así pues, ¿estás dispuesto?

En ese momento, el hombre abrió la mano.

- Gracias - dijo el pájaro -. Ahora te diré el primer consejo: Si lo que te dicen es una obvia tontería, no lo creas, sea quien sea que te lo diga.

Habiendo dicho eso, el pájaro se encaramó rápidamente sobre el techo.

- Aquí está el segundo consejo: No te lamentes por lo que has perdido, olvídalo. Tengo que decirte también - prosiguió diciendo el pájaro - que he ingerido una preciosa perla de más de diez kilos de peso que podría haberte procurado riqueza y prosperidad a ti y a tus descendientes durante varias generaciones. Pero al liberarme, la has perdido.

El hombre comenzó a gemir y a gritar, aullando lastimeramente y rasgándose las vestiduras a causa del pesar y el arrepentimiento.


- Vamos, vamos - dijo el pájaro -, ¿qué sentido tendrían que te hubiese dado todos esos consejos si no pudieses sacar algún partido de ellos? ¿Acaso no te he dicho que uno debe olvidar lo perdido y no lamentarse por ello? Así pues, deja de lamentarte. Has prestado tan poca atención a mi segundo consejo como al primero.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó el hombre.

- ¿No te he dicho que no ceas en lo que a todas luces es una insensatez? Yo no peso ni un kilo. Lo sabes porque me has sostenido en tu mano. ¿Cómo podría ocultar en mi interior una perla de diez kilos?

- Por supuesto, por supuesto - respondió aliviado el hombre -. Así que ahora, pájaro sabio, dame el tercer consejo.

Entonces el pájaro se encaramó a la copa del árbol.

- A la vista de la poca utilidad que has sacado de mis dos primeros consejos - respondió el pájaro - he decidido que darte un tercer consejo sería una completa pérdida de tiempo. De manera que adiós.

Y el ave se marchó volando...
   

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