martes, 23 de febrero de 2016

El árbol de la vida

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 De El árbol de la vida
de Rabí Itzjak Luria
(Parte I)


Mirad, antes que las emanaciones fueran emanadas y las criaturas creadas

La sencilla luz superior llenaba toda la existencia.

Y no había un vacío, como algo desprovisto de atmósfera, un hueco o un foso.

Sino que todo estaba lleno de una luz sencilla,  infinita

Y no había ni una parte, como un principio o un fin

Sino que todo era una luz suave, fluida

Y se llamaba la Luz Sin Fin.

Y cuando por su mera Voluntad tuvo el deseo de crear el mundo y emanar las emanaciones
Para dar a luz la perfección de Sus Obras, Sus Nombres, Sus apelaciones

Que fue la razón de la creación de los mundos

Se restringió en el medio

Precisamente en el centro

Él restringió la luz

Y la luz se retiró hacia los lados alrededor de un círculo medio.

Y ahí quedó un espacio vacante,  un vacío
circundando el punto medio
Y la restricción había sido uniforme
alrededor del punto vacante
Para que el espacio
estuviera circundado parejo

Ahí, después de la restricción
Toda vez que formó un vacío y un espacio

Precisamente en medio de la luz sin fin
se formó lugar
en donde el emanado y el creado pudieran residir

Entonces de la Luz sin fin se desprendió un único hilo
descendió hasta el espacio

Y a través de esa línea, Él emanó, formó
Creó todos los mundos

Antes que estos cuatro mundos alcanzaran el ser

Había un infinito, un nombre, en una unidad oculta y prodigiosa

Que aún  en los ángulos más cercanos

No se puede intuir lo que no tiene fin

Ya que no hay una mente que pueda percibirlo

Pues Él no tiene un lugar, un confín, un nombre
. .

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