sábado, 23 de enero de 2016

Cómo amar

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Por Jeff Foster
“Sin ti, no puedo vivir”.
“Tú me completas”.
“Sin ti, no soy nada”.
“Nunca me vayas a dejar”.

Te vendieron una hermosa mentira sobre el amor.
Y en tu inocencia, compraste la mentira, la tomaste como verdad. Porque todos a tu alrededor estaban haciendo lo mismo, y querías encajar, y sentías miedo de estar solo, porque nunca te sumergiste en la alegría oceánica de tu propia soledad para encontrar la seguridad allí. 

Nadie viene a salvarte, ya ves. No hay ningún príncipe a caballo, ninguna Julieta. Ninguna madre sustituta. No existe "Una Persona Especial". No hay ningún mesías que venga a quitarte el dolor, tus sentimientos de vacío, ese sentido de separación y abandono que te ha acompañado desde que eras joven. Nadie será capaz de sentir y metabolizar tus sentimientos por ti. Nadie puede vivir ni morir por ti. Nadie tiene el poder de distraerte permanentemente. Nadie puede apropiarse de ti o ser de tu propiedad. 

Tu otra mitad, tu realización, no está allá fuera, ya ves, sino en lo más profundo de ti. Ella vive como tu propia presencia, arde como el Sol dentro de ti. 

Muchas personas están buscando amor. O están tratando de aferrarse a un amor que parece escaparse de entre sus dedos. O sienten que han perdido el amor, y están tratando de recuperarlo, huyendo de los sentimientos desagradables que implica una separación, adormeciéndose con más sueños, alejándose cada vez más de sí mismos, buscando algo que nunca encontrarán, soñando aún con "Una Persona Especial" que los complete, que les ofrezca una vida de seguridad psicológica, que sea la perfecta madre o padre que nunca tuvieron en la Tierra. 

Por supuesto, eso no es amor. Eso es miedo, una huida inminente de la soledad.
Si puedes hallarlo o perderlo,
si puedes estar 'dentro' o 'fuera' de él,
si te puede ser dado o quitado,
si tienes que luchar por él, rogar por él, manipularte a ti o a los demás para obtenerlo,
si crees que debes merecértelo,
si duele,
entonces es la versión del amor que proviene de la mente.
Esta es la mentira.
Porque si amas, estás presente. Eso es todo. 

Si amas a alguien, estás presente con él. Tan presente como lo estás contigo mismo. Tan presente como el Sol en el cielo, a pesar de las nubes, las tormentas, del clima siempre cambiante. 

No confundas amor con deseo, entonces. El deseo viene y va. Arde intensamente, o la flama se extingue. Pero el deseo no es congruente, como el amor.
No confundas amor con atracción. La atracción es hermosa, pero sube y baja, se eleva y cae como las olas en el océano. Cambia con las estaciones, los días, las horas, los momentos. No está siempre presente, como el amor. 

No confundas amor con sentimientos agradables, cálidos, incluso con los extravagantes sentimientos de estar "enamorado". Los sentimientos agradables se tornan en dolorosos muy rápidamente. El amor no es ni placer ni dolor, no es éxtasis ni sufrimiento; es el campo que perdura, incluso cuando la felicidad se disuelve en desesperación.

No confundas amor con urgencia de poseer o ser poseído por alguien. El amor no es un capricho. El amor no es ni obsesivo ni compulsivo. El amor no se aferra a nada. El amor no posee nada; es sin peso, sin forma. El amor no dice, "eres necesario para mi felicidad, mi alegría, mi vida”. No, el amor es sinónimo de libertad, tiene un corazón abierto de par en par, dispuesto a sentir cada sentimiento, a pensar cada pensamiento. 

El mito más peligroso que hay es el que dice que otra persona puede 'hacerte' feliz. No, no. La felicidad, la verdadera felicidad, la clase de felicidad que no puede comprarse o venderse o empacarse sofisticadamente, es idéntica a tu presencia, algo que nadie puede darte, y nadie puede quitarte. Si buscas a alguien más para conseguir felicidad, siempre dependerás de él, siempre sentirás miedo de perderlo, y el temor y el resentimiento retumbarán por debajo de tu 'amor'. Te acostumbrarás a complacerlo, adormecerás tus pensamientos y sentimientos, cerrarás tus ojos a la verdad y vivirás en la fantasía y en la esperanza. Te harás infeliz para ganar su amor, para mantenerlo a tu lado, para controlarlo. Te harás infeliz tratando de hacerlo feliz... o forzándote a ti mismo a ser feliz. Eso no es amor, es adicción a una persona. Es miedo disfrazado de 'romance'. Esta es la mentira.

Pero subyacente a cada adicción está el anhelo por llegar a casa, por la Madre, en el sentido más profundo de la palabra. Encuentra el sentido más profundo de casa dentro de ti mismo, entonces. Haz de tu cuerpo tu hogar, de tu aliento y tu vientre, a medida que se elevan y relajan en este momento presente. Encuentra tu suelo en la sensación de estar vivo. Y en ese lugar de presencia, pasa el tiempo con quienes te nutran, con quienes te ayuden a sentirte vivo, con quienes resuenes y sean capaces de validar tus preciosos sentimientos. Cuando no tratas de ganar amor, cuando no huyes de tus propios sentimientos dolorosos, puedes darte el lujo de amar y ser amado verdaderamente. 

Invita a los demás a tu campo de amor; deja que se queden, deja que se vayan, honra su camino y recorre el tuyo con valentía. Pero ni por un momento compres la mentira de que la salvación se encuentra en cualquier lugar excepto en el corazón de tu exquisita presencia, en el lugar donde no hay nadie que pueda ser salvado. El lugar en donde tocas la vida, y en donde eres tocado a cambio, momento a momento... 

Porque tú eres El Indicado, El Uno, tu mejor amante, compañero, amigo, gurú y Madre. 

Y así puedes decirte a ti mismo: 

“Sin ti, no puedo vivir”.
“Tú me completas”.
“Sin ti, no soy nada”.
“Nunca me vayas a dejar”.
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