viernes, 16 de enero de 2015

✡ Shalom, shalom ✡

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De Judaísmo y civilización
de Martin Buber
(La pregunta silenciosa)

No es cierto que Israel no haya atribuido su lugar justo a la interioridad espiritual; por el contrario, no se ha contentado con ello. Sus doctrinas combaten la autosuficiencia del alma: la verdad interior debe llegar a ser la vida verdadera; de lo contrario; no subsiste como verdad. Una gota de consumación mesiánica debe mezclares con cada hora; de no ser así, la hora carece de dios, a pesar de toda su piedad y devoción.

Concordantemente, lo que puede llamarse principio social de la religión de Israel es fundamentalmente distinto de toda "gran bestia". Su preocupación es la humanidad social, pues la sociedad humana es aquí legítima sólo si ha sido construida sobre las verdaderas relaciones entre sus miembros; y la humanidad se toma en su significado religioso, pues la verdadera relación con Dios no puede lograrse sobre la tierra si faltan las verdaderas relaciones con el mundo y la humanidad. Tanto el amor al Creador y el amor a lo que Él ha creado son finalmente una sola cosa.

Para lograr esta unidad, el hombre debe por cierto, aceptar la creación de manos de Dios, no para poseerla sino para tomar parte con amor en la obra todavía incompleta de la creación. La creación es incompleta porque todavía reina en su seno la dicordia, y la paz sólo puede surgir de lo creado. Por eso al que produce la paz se le denomina en la tradición judía compañero de Dios en la labor de creación. Este concepto de la vocación del hombre como colaborador de Dios es destacado por Bergson como meta de ese misticismo por él glorificado y que no encuentra en el judaísmo; se trata, sin embargo, de un concepto fundamentalmente judío.
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