viernes, 12 de diciembre de 2014

El sombrío futuro de Unabomber

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Del El Manifiesto de "Unabomber" de Theodore Kaczynski

Primero permítenos postular que los científicos de ordenadores son afortunados desarrollando máquinas inteligentes que pueden hacer todo mejor que los seres humanos. En ese caso presumiblemente todo el trabajo lo harán enormes sistemas de máquinas altamente organizadas y no será necesario ningún esfuerzo humano. Cualquiera de los dos casos puede ocurrir. Se puede permitir a las máquinas que tomen sus propias decisiones sin supervisión humana o se puede retener el control humano de las máquinas. 
 
Si se permite a las máquinas tomar sus propias decisiones no podemos hacer ninguna conjetura hasta los resultados, porque es imposible adivinar como se comportarán. Sólo señalamos que la suerte de la raza humana estará a su merced. Se puede argumentar que nunca será tan estúpida como para entregar todo el poder a las máquinas. Pero no estamos sugiriendo que la raza humana voluntariamente transfiera el poder a las máquinas ni que estas se apoderen de él deliberadamente. Lo que sugerimos es que fácilmente se permita derivar a una posición de tal dependencia que no tendría elección práctica sino aceptar todas sus decisiones. Como la sociedad y los problemas con que se enfrenta se vuelven más y más complejos y las máquinas más y más inteligentes, la gente dejará que tomen cada vez.más decisiones por ellos, simplemente porque éstas conducirán a mejores resultados que las hechas por los seres humanos. A la larga se puede alcanzar una etapa en que las decisiones necesarias para mantener el sistema en marcha serán tan complejas que los seres humanos serán incapaces de tomarlas inteligentemente. En esa etapa las máquinas poseerán el control efectivo. La gente no podrá simplemente apagarlas, porque tendrán tal dependencia que desenchufarlas equivaldría al suicidio. 

Por otra parte es posible que se conserve el control humano sobre las máquinas. En ese caso el hombre medio puede tener control sobre ciertas máquinas propias, tales como su coche o su ordenador personal, pero el control sobre grandes sistemas de máquinas estará en las manos de una minúscula élite simplemente como es hoy, pero con dos diferencias. Debido a la mejora de las técnicas la élite tendrá mayor control sobre las masas y, como no será necesario por más tiempo el trabajo humano, las masas serán superfluas, una carga inútil en el sistema. Si la élite es despiadada, simplemente decidirán exterminarlas. Si son humanos, pueden usar propaganda u otras técnicas psicológicas o biológicas para reducir la tasa de nacimiento hasta que se extingan, dejando el mundo a la élite. O, si ésta consiste en liberales bondadosos, pueden decidir desempeñar el papel de buenos pastores del resto de la humanidad. Para esto, se encargarán de que todo el mundo satisfaga sus necesidades físicas, que todos los niños se críen bajo condiciones psicológicamente higiénicas, que todo el mundo tenga una afición sana para mantenerlo ocupado y que cualquiera que pueda estar insatisfecho reciba un «tratamiento» para curar su «problema». Por supuesto, la vida estará tan vacía de sentido que la gente tendrá que estar diseñada biológica o psicológicamente, ya sea para extirpar su necesidad por el proceso de poder o para hacerlos «sublimar» su impulso por el poder en una afición inofensiva. Estos seres humanos diseñados pueden ser felices en tal sociedad, pero desde luego la mayoría no serán libres. Habrán sido reducidos a la categoría de animales domésticos. 

Pero supongamos ahora que los científicos de ordenadores no son afortunados desarrollando la inteligencia artificial, por lo que el trabajo humano seguirá siendo necesario. Aún así, las máquinas cuidarán de cada vez más tareas simples por lo que habrá un excedente de trabajadores humanos en los niveles más bajos de habilidad. (Vemos que esto ya está pasando. Hay bastante gente que encuentra difícil o imposible encontrar un trabajo, porque por razones intelectuales o psicológicas no pueden adquirir el nivel de entrenamiento necesario para hacerse útiles en el presente sistema). Para aquellos que están empleados las exigencias irán siempre en aumento: necesitarán más y más entrenamiento, más y más habilidad, y tendrán que ser incluso más fieles, conformistas y dóciles, porque serán cada vez más como células de un organismo gigante. Sus tareas serán cada vez más especializadas, por lo que su trabajo estará, en un sentido, fuera de contacto con el mundo real, estando concentrados en una minúscula porción de realidad. El sistema tendrá que usar cualquier medio que pueda, sea psicológico o biológico, para diseñar a la gente para ser dócil, para tener las habilidades que requiera el sistema y «sublimar» su impulso por el poder en alguna tarea especializada. Pero la afirmación de que la gente de tal sociedad tendrá que ser dócil puede requerir reservas. Esta puede encontrar útil la competitividad, siempre que se encuentren maneras de dirigirla dentro de canales que sirvan a las necesidades del sistema. Imaginamos una sociedad futura en la que hay una competición inacabable por la posición de prestigio y poder. Pero muy poca gente alcanzará la cima, donde está el verdadero poder. Una sociedad en la cual una persona puede satisfacer su necesidad de poder sólo empujando a gran cantidad de otra gente fuera del camino y privándolos de SU oportunidad por el poder es muy repugnante. 
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