jueves, 6 de noviembre de 2014

ツ Diario de LSD. Parte XII ツ

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 Colapso Gravitatorio-espacio-temporal de alegre locura

Me levanté de la hamaca de redes hexagonales de luces vivas de neón, para llamar a mis vecinos a que contemplaran el más grande, imperdible espectáculo astronómico jamás antes visto. Un Sol y una Luna de mismas dimensiones que se fusionaban para formar un nuevo astro, cuyo interior y exterior era resplandor azul de paz, que otorgaba infinitamente amorosa colores, tonalidades y luminiscencias propias de su esencia, azul.

Aunque, también lo paradójico del asunto era que a pesar de haber ya permanecido por decenas de siglos flotando en su interior, en el futuro distante (o en una realidad de Tiempo-sin tiempo, o al menos en donde la percepción del tiempo de un segundo en la estrella equivaldría a un año en la tierra), y de que me había “fastidiado” de haber estado ahí, cobijado por sus sábanas de luces de amor azul, me sentía tremendamente alegre de ver su nacimiento, de presenciar una enorme paradoja cósmica. Esto es, presenciar el nacimiento de una estrella omnisciente en la que más adelante “hacía miles de años” presenciaría mi nacimiento, o el nacimiento de un nuevo estado mental.

Me sentía como después de haber visto, luego de tantos años, a un gran amigo o un hermano, con el que se hubiese tenido una discusión muy fuerte y que, al re-encontrarse, no hubiese ni la más mínima partícula de rencor, de enojo, renovando así una alianza de amistad eterna, realmente imperecedera.

Entonces, al poner los pies fuera de la hamaca, volví a sentir torpeza, lentitud, mi alma estaba encendida, fulgurosa, y el mi cuerpo pesado, el espíritu estaba feliz, pero los huesos condensados, como confundidos, no sabiendo si colapsarse o estallar, pero no resultaba para nada incómodo ni doloroso, sino gracioso. 

Atribuí esto a alguna fuerza gravitatoria devastadora, irradiaba el nuevo Ser Esférico Naciente. Sentí que la “Majestuosa Cosa” estaba emanando una peligrosísima radiación, que en estados normales de vigilia, probablemente hubieran terminado con la desintegración inmediata, de mí, y de todo el planeta o el sistema solar, la galaxia. 

Pero “La esencia Infinita del color azul” era benigna, y su radiación era alegre, sanadora, relajante, enervante, opiácea. Invitaba al más profundo placer del desvanecimiento, en donde – paradójicamente también – uno alcanzaba la conciencia más plena, casi también la omnisencia. 

Su radiación neutralizaba todo efecto negativo, disipaba toda bruma mental, desvanecía las nieblas y las “radiaciones pequeñas” de los pensamientos aleatorios parásitos. Era el Aniquilador natural de las distorsiones mentales erráticas, de patrones de pensamientos egoístas repetitivos. Lograba una ultra-concentración, que todas las células se concentraran y vibraran como las partículas entro de un micro-ondas. Un Micro-hondas nuclear de insospechada potencia.

Camine como pude, notando contracciones en las articulaciones, y espasmos, como si se quisieran desprender y salir volando de mi cuerpo. Me sentí borracho, borracho de luz índigo-azulosa. Sentía además torrentes magnéticos, como estar entre imanes gigantes que se atraían y repelían por todos lados. Y lo que era lo más curioso y maravilloso, la canción de “Sun King” parecía también sufrir los efectos de distorsión temporal-gravitatoria. Es como si las notas fuesen separadas, aplastadas, pero no por eso menos armónicas, luminosas. Los sonidos parecían estar colapsando sobre sí mismos, vibrando, como resistiendo explosiones en cadena. Cada segundo de sonido pesaba 100 toneladas. Era como en esas pesadillas de persecuciones en las que uno corre y corre y apenas avanza escasos centímetros. La presión en los pulmones, la cabeza y nuca eran inmensas, el corazón era una mariposa en trance, convulsionante. Pero no resultaba para nada terrorífico, sólo…sólo… “alegremente alucinante”. Sabía que la cosa era indefensa, y sabía que me sentía así debido a que poseía un cuerpo de carne, hueso, sangre y vísceras. Un cuerpo físico. Que sólo era posible sobrevivir y vivir bien ahí, careciendo de todo lo antes dicho. Que solo las almas y los espíritus, las fuerzas que son resultado de la interacción de estos, así como los pensamientos, podían sortear las gigantescas reacciones de las estrellas y fenómenos cósmicos sin problemas. O al menos, “casi sin problemas”

Según mi conteo mental, di más de media centena de pasos, según el conteo real, apenas cuatro. “Colapso de tiempo” recordé “propio del LSD” añadí “Sí, pero no es nada habitual experimentarlo bajo una estrella súpermasiva” respondí sarcásticamente, sin dejar de sonreír. La Fuerza de Gravedad-energía-tiempo era la responsable de jalar mi sonrisa hacia mis oídos. Sonreía sin querer sonreír, reía sin querer reír. Y la risa, sonaba a “Cantos sagrados de patos y elefantes” atravesando desfiladeros rompiendo en ecos hacia todas las direcciones. Supongo que era algo similar a morir de risa, literalmente hablando. Quizás iba a experimentar una muerte doble: Aplastado por la gravedad aumentada cientos o miles de veces, y de risa. Triple quizás: Estallando. Todo al mismo tiempo.

Entumecimiento, como cuando uno se queda sentado en la misma posición, o dormido sobre un brazo y surge un cosquilleo hipersensible al tacto. Así era, hormigueo punzante, como si cada poro del cuerpo fuese atravesado por astillas flamígeras de luces estelares, “amorotonamiento” sé que no es una palabra “real” en los diccionarios, pero así se sentía. “Amorotonamiento burbujeante” que provocaba las más insoportables cosquillas. Ultra cosquillas. 

Atribuí que las ultra-cosquillas se debían al diferencial atómico condensado entre mi cuerpo humano y mi alma y espíritu. Describirlo sería como… estar sufriendo un “aneurisma espiritual”, “un aneurisma espiritual benigno”, benigno y cosquilleante, irresistiblemente cosquilleaste. Estaba siendo comido – y no en sentido figurado – por hormigas atómicas. Cada una de mis partículas subatómicas sentía las mandíbulas traviesas de éstas hormigas invisibles. 

Y así “sufrí gozosamente” por cosa de minutos (y estaba seguro de que eran minutos), minutos alargados que no se sentían ésta vez como días o años. Cuando al final, me sentí exactamente como un contenedor de “estática” de televisor que no sintoniza ningún canal.

“¡Puta madre, el LSD es una cosa tan potente! ¡No hay palabras que puedan describir su potencia!, ¡¿acaso no tiene límites?!” Grité mentalmente.

Y para cuando me percaté de que había gritado mentalmente en “tiempo real” (es decir, sin estar distorsionado sonoramente, volviéndose lento, grave y alargado, por efecto de la Gravedad aplastante) noté que también estaba gritando a todo pulmón, con todos los alvéolos pulmonares, garganta, boca y ojos. Y tanto alvéolos como orificio de garganta, boca y ojos eran bocas y pupilas súper dilatadas, gritando horrorizadas de tanta gracia. Pupilas y bocas eran la misma cosa. Y todos los poros de mi cuerpo eran ya “Ojos-pupilas” rugiendo un ¡Aaaaaaah! de 100 Megatones.

No había nada. No había rastro alguno de lo sucedido, de la fusión de sol con luna. Por segunda vez, la Estrella súper-masiva me había jugado una “amorosa broma cósmica metafísica” o quizá había sido mi reticencia, mi “inconsciente rechazo” a ser sometido por su influencia, por segunda vez. Quizá era una prueba, quizá sólo había sido un estado alucinatorio más. 

“Es el LSD, todo esto es por LSD, carajo, es incontrolable, en verdad es incontrolable, justo cuando pensé que ya podía controlarlo un poco más, contra-ataca” sugerí, a la vez que volteaba avergonzado hacia los alrededores, pues estaba “consciente” de que había lanzado un alarido con toda la fuerza de mi ser, aunque, no me había dado cuenta del cuanto y de por cuánto. Me sentí estúpido. Indescriptiblemente estúpido. Estaba ahí parado, en posición de firmes. Con toda la columna recta, rígida, como un tubo de acero. 

Me deshice de inmediato de la idea de hablarles a mis vecinos para contemplar la Hermosa Luminaria Celestial recién nacida y glorificada. Ya había vuelto en mí, ¿de verdad?, Sí. Y para mi sorpresa y cereza del pastel de la vergüenza, escuché como ya no había sonido en los televisores ni se escuchaban voces provenientes de las casas. Supuse que se habían alarmado, asustado en verdad. 

“¡No, no, no, no, no!” Pensé a la vez que éste “no,no,no,no, no” se encadenaba como un vagón al tren de pensamientos “lúcidos-incoherentes” que nadie más que yo podría entender y recibir en ese momento. Y el contenido de los vagones eran carbón y diamantes. Era un revoltijo que en su combinación homogénea decía: “Acabas de tener las experiencias más reveladoras de tu vida, has experimentado la muerte, el nacimiento y el renacimiento, has viajado hasta la eternidad y has estado de vuelta. Has experimentado la disociación infinita y la conexión absoluta con el todo, y aun así sigues temiendo, y siendo estúpido, sigues negando todo, sigues creyendo que todo es una alucinación, que te has vuelto loco o un drogadicto, has realmente estado en lugares fuera del tiempo y en el núcleo donde se unifican y separan todas las fuerzas. Has viajado a velocidades superiores a las de la luz y del pensamiento y no sabes cómo. Has visitado ese lugar en el que has estado incontables veces y que habrás de regresar, esa espiral infinito de la vida. Has estado en la sinapsis de Dios, has sentido su corazón, su felicidad y su terror. Has experimentado la omnisencia, lo que se siente nunca haber dormido y a la vez lo que se siente el haber estado dormido por siempre y para siempre. Has experimentado la existencia en su máxima potencia, así como también la No-existencia. Has viajado más allá de lo que pueda ser explicado con palabras, sonidos y símbolos. Has traspasado las barreras de la percepción y de los sentimientos. Tu mente se ha desplazado a velocidades que harían colapsar universos y hacer estallar hoyos negros. Tu corazón ha latido a ritmos que provocarían fusiones y fisiones nucleares. Has utilizado todos tus sentidos y todas sus combinaciones juntas, has viajado hacia el Poder. Has tocado el fondo de tu ser y lo has traspasado. Rompiste el  punto del infinito que une el principio con el fin y lo volviste a unir, y el infinito te rompió y te volvió a unir y descubriste que eras y eres infinito, que eres el infinito mismo, y aún así… y aún así, te resistes al viaje, aún así quieres una vida ordinaria. La vez pasada prometiste nunca más volver a ingerir LSD y lo hiciste. Y luego, luego de todo, estás aquí. Eso es lo más increíble de todo, que estás aquí, de vuelta aquí, intacto. Vivo. Estás vivo. ¡Estás vivo!, y lo más gracioso de todo, que sigues siendo el más grande de los sabios y a la vez el más grande de los estúpidos. Que bellas son las paradojas ¿ah?, así trabaja el universo, así trabaja Dios. Así funciona todo. Así es la vida, Así es esto. Así es. Esto es. Es lo que es. Es.” 

Y mientras me venía todo éste palabrerío a la velocidad de un pulso magnético (que de hecho, me cruzó todo esto la superficie cerebral en sólo 2 o 3 segundos) me metí apresurado de vuelta a la casa, a tragarme la vergüenza. 

Más rápido que cualquier partícula subatómica, más rápido que el pensamiento, más rápido que...
Pero estaba demasiado nervioso como para rendirme ante la humillación. En cuanto cruce el umbral de la puerta, al retornar, me vinieron “destellos de deja-vús” creo que recordé muchas cosas que vi y que veré en el futuro, pero todas éstas sensaciones dejavúezcas fueron rapidísimas, fue como haber atravesado una fisura invisible en el aire, una corriente de aire que provocaba trémolos ametrallados de disonancias cognitivas, que traerían por supuesto a la siguiente invitada: La confusión.

¡Por supuesto! No podía faltar esa fase, claro. La inadvertida aguafiestas de la noche. La confusión que - ¡hola de nuevo, paradojas! – me hizo sentir (más no recordar), rogar que todo fuese un sueño. Pero no “LSD, LSD, esto es por el LSD, ¡Anda, querías otra vez coquetear con el LSD! ¿ah? Pues ahora te aguantas, ahora te aguantas la madriza de la Locura” me dije con severidad. 

“Pero al menos estoy en casa, estoy en casa, en casa, casa” me auto-consolé verbalmente. “Estás en casa, sólo tienes que aguantar un poco más, un par de horas más, sólo unas horas, vamos tú puedes! Veamos que hora es en el reloj del micro-ondas de la cocina” Y me dirigí a toda prisa sintiéndome ligero como hecho de fotones, a la vez como si tuviera cientos de extremidades, un ciempiés. Sensación que vino sincronizada con dicho pensamiento “Soy un ciempiés fotónico. Tengo cientos de brazos y piernas, me muevo a Súper-velocidad o ahora soy la deidad hindú? ¡¿las dos?! (Ya la vez pasada, mi amiga había sido Kali)”.

Llegué a la cocina antes de que pudiera terminar de formularme todo esto. Y aquí vino el “Súper sentimiento de –puta-madre!” de que me estaba moviendo más rápido que mis pensamientos. “¡Me muevo más rápido que mi pensamiento, que los pensamientos! ¡Me muevo más rápido que mi vista!” ¡Bruuum! Rugido triunfal de relámpago. “¿En verdad me estoy moviendo más rápido que la luz, que el pensamiento?” Y la pregunta se transformó en afirmación: ¡Me estoy moviendo más rápido que la luz y que el pensamiento, sí señor, sí carajo!”

“Perfecto, quizá hice el ridículo allá afuera, quizá lancé el grito más lunático que hayamos escuchado todos en nuestras vidas, en más de veinte kilómetros a la redonda, pero puedo moverme a velocidad nunca antes alcanzadas por el hombre, por un ser vivo y pensante” dije sonriendo mientras movía manos y brazos frente a mí, viendo el efecto de halo de cometa, viendo cómo se reproducían cientos de veces desplazándose en cientos de direcciones distintas por segundo. Y vinieron “aleteos” de aves fénix de recuerdos de incontables cosas en esos momentos, produciendo sonidos de turbinas de jet ultrasónico: lecciones de primaria, párrafos de libros de textos de secundaria, de libros que había leído durante la preparatoria, revistas, diálogos de películas, voces de caricaturas, “paquetes de codificaciones” de voces categorizados por género, intensidad, tono, idioma. Recuerdos de repasos de mis primeras palabras cuando aprendía a hablar, repaso de vocales y consonantes, tablas de multiplicar, mis primeras voces escuchadas desde mi interior y desde fuera, como en una grabación, diciendo: Gracias, de nada, Perdón, no pasa nada, Hola, hasta luego, sí, no, no sé. Hubieron también otros “paquetes de información codificada” de sonidos ordenados categóricamente donde reconocía todo ruido producido por animales, objetos, melodías, acordes, instrumentos musicales, canciones. Todo. Era como si estuviese procesando información sonora y reafirmándola, interiorizándola, asimilándola con fuego mental.  Y todo me resultaba tan sencillo. Como si toda esa información sonora pesara sólo una burbuja, una pompa de jabón, técnicamente hablando, en términos informáticos: 1 KB. Un jodido único kilobyte de información. 

El mantra tornó en “¡Wow-wow-wow! Y a mientras iba en el segundo “wow” ya me encontraba abriendo la puerta del refrigerador bebiendo limonada directamente de la jarra, y pude sentir el frío del líquido siendo bebido a velocidades de esas partículas subatómicas dementes que provocan colapsos mentales a los científicos allá en el  Gran Colisionador de hadrones. Y menciono el Gran Colisionador porque esa idea también me cruzó la mente. La idea de visitar el Gran Colisionador de Hadrones, siendo más específicos. 

Y en el “nuevo” momento intermedio entre el “antes y después” de que terminara de beberme toda la jarra de limonada ya me encontraba en mi recámara arreglándome para ir a visitar el hermoso Complejo subterráneo en Ginebra a jugar “luchitas” con las partículas aceleradas y chocadas del Megaprojecto. 

Y parte de la confusión, de la que no tenía tiempo de preocuparme y ocuparme era precisamente esa: que me encontraba demasiado ocupado moviéndome y estando en varios lugares al mismo tiempo, y preocupado de no preocuparme de la demencial loca ocurrencia de viajar al GHC a jugar a alcanzar o superar los niveles de comicidad de Dios, jugando a alborotar, acomodar, desacomodar, reacomodar y desmadrar los ladrillos-Lego atómicos de la construcción del universo. 
Porqué mientras pensaba todo esto me encontraba también “desbebiendo” la limonada en el baño, a la vez que me peinaba el espantapajaroso y rebelde cabello de Deidad del Rayo. Terminándome de abrochar el pantalón, de meterme unos billetes de 50 pesos en el bolsillo (por alguna razón, a pesar de sentirme casi omnipotente, sentía que no estaba de más llevarme unas monedas conmigo, por cualquier cosa), también terminaba de cepillarme los dientes, acariciar las plantas y a mis “Padres-vegetales” que me habían cantaban junto al grillo la canción de “Sun King” a modo de nana, canción de cuna mientras me mecían en la hamaca de entramado hexagonal luminoso. 

Lo gracioso de éste “yo” que acariciaba y agradecía telepáticamente sin palabras a los árboles y al nocturno insecto por el momento, era que era “yo” esperando a que ms otros “yoes” terminaran de arreglarse en lo que estaban haciendo. Pero a su vez, sabía que los “otros yoes” eran en realidad “yo” haciendo todo eso en un segundo y que ya habían terminado, o… (sí, sí, sí, lo sé, lo sé, se me dificulta expresarme bien, con ésta emoción).

Y más aún: Estaba ahí agradeciéndole a mis amorosos ancestros palmeros y al insecto mientras esperaba a ms otros yoes, mientras veía también a través de la puerta abierta de la entrada de mi casa, al “Primer yo” que apenas descubría sus Recién otorgados súper-poderes en la cocina, maravillado, contemplando todo bobo idiotizado, su Ultra-velocidad. Me reí a carcajadas, y registré a la vez esa misma risa proveniente de “un segundo después-antes” desde el “Yo” que recibía acelerados paquetes de información sonora en un segundo” que se encontraba en la cocina con la intención de checar a hora para poder esperar a que el combustible del LSD se agotara.  

“¡Es verdad!, tengo que checar la hora y cerrar bien la puerta de la cocina, ¿cómo se me pudo olvidar?” Y me contesté de inmediato “Ah, sí, es verdad, el plan inicial hace – 1 segundo era esperar a que se me bajara el ácido, luego descubrí mis súper-poderes y quise ir a Ginebra al Gran Colisionador de Hadrones”, luego, ya bien decidido, entré a la casa para cerrar la puerta de la cocina mientras veía a mi “Yo inicial” descubriendo su Ultra-velocidad hipnotizado moviéndose en cámara lenta. “¡En cámara lenta!, ¡Joder, en cámara lenta!” grité extasiado en mis adentros “¡Cómo puedo moverme más rápido que algo que ya se mueve mucho más rápido que el pensamiento! “¡Algo que se mueve muchisisimo más rápido que el pensamiento, tanto como para verlo moviéndose en cámara lenta!”

Total, estaba sintiendo la asfixia del espanto, de la peocupación. Aterrorizado desde lo más profundo de mi ser, por creer que ya en verdad “había roto la frontera final que divide el bello sano juicio ordinario de la más vulgar y obscena blasfema locura”.

¿Acaso ese poder más allá de lo inimaginable provenía de Dios, de mí? ¿Del LSD? ¿De mi mente?

¡No! ¡Jamás! ¡Jamás podría compararme con Dios, ni creer que lo sobrepasaba en poder, o al menos en velocidad!. Me sentí sucio, maligno, demoníaco, poseído por el rush de omnipotencia, soberbio, con delirios luciferinos, satánicos “¡No! ¡No lo menciones! ¡No menciones esas palabras, no lo pienses, no lo traigas, no lo evoques con el pensamiento” me reproché a mí mismo aterrorizado, pues no sabía que posibles consecuencias podría acarrear el pensar en cosas monstruosas, infernales, del “lado oscuro”

Quería llorar, de verdad, de arrepentimiento, pues sentía que la cosa se estaba acelerando, poco a poco saliéndose de control. Y cuando digo “saliéndose de control” en verdad me refiero a eso, y eso significaba sólo una cosa: “El Fin inminente, ineludible, total de todo lo existente y para siempre” O a menos de mí. 

Pero – paradojas, paradojas ¡paradojas! – ya no me podía detener. No podía hincarme para pedir perdón por mi soberbia, por mi rebeldía. Estaba ya muy lejos de toda redención y condena. Estaba metido en algo serio. Realmente serio. Y por Realmente Serio se entiende “La suma de todas las angustias existenciales en una sola”. 

Y Paradojas, paradojas, paradojas… lejos de ponerme a lloriquear rogando por mi alma, la cual sentía ya ausente, inexistente, me reía endemoniadamente, como una locomotora loca de celo yendo a su máxima potencia, cargada desde la cabina de control hasta su último vagón, de dinamita, nitroglicerina y C4 a punto de colisionar con otra locomotora igual pero yendo en dirección opuesta, directa hacia mí. Pero esas risas no fueron registradas por mí “yo” que se encontraba en la cocina supuestamente para ver la hora, pero que seguía embobado en tiempo que cada vez parecía más suspendido. Me reí de que me veía como idiota, me reí de que me causaba risa que me estuviera pensando que era una psuedo-deidad hindú o un ciempiés, me reía de que me causara risa descubrir mis súper-poderes, me reía de que ese “yo” de hacia -1 segundo no pudiera detectarme moviéndome alrededor de él, contemplándole, riéndome de él por lo menos diez mil veces más rápido que él. Me reí de que sabía que él-yo se sentía y se sabía más rápido que cualquier partícula sub atómica y que el pensamiento mismo en ese momento “-1”, me reía de que él y yo en realidad fuéramos el mismo, lo mismo. Me reía de que me estuviera riendo de mí mismo en ese momento, me reía de que no sabía que mierdas estaba pasando, me reía de que me estuviera riendo en ese momento como un descerebrado en una alberca de pelotas. Me reí de lo horrible y demoníaco de mi risa, y de que yo fuese más rápido que mi risa, que la preocupación por mi irreversible condenación. 
 
つづく
Continuará...
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