lunes, 3 de noviembre de 2014

ツ Diario de LSD. Parte X: Nuevas puertas, nuevos caminos ツ

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¡Woa! Aquí con la novedad de que he tenido un segundo trip con LSD, aunque… aunque ésta vez fue dentro de un sueño lúcido. Sé que distó mucho de tener la misma intensidad que el “viaje real” con ácido, la primera vez, y por ende, la forma en que detallo el relato (esto es, el formato) es también algo diferente. Pues, por lo general, cuando apunto mis sueños, al hacerlo a mano en un cuaderno, la desesperación por querer terminar de apuntar hace que omita mucha de la modalidad “creativa” descriptiva. Como queriendo apuntar solamente la cuestión simbólica.

Así, si bien el “viaje” ésta ocasión resultó más bien una “Gran Simulación” emulada por el cerebro, sigue teniendo algo de mérito éste,  y sobre todo, creo que aún y con que haya sido sólo un sueño, un sueño lúcido, el trip tuvo sus enseñanzas.

Vale, he aquí la historia, tal y cómo la garabateé en el cuaderno a toda marcha, a 24 horas exactas, luego de tenerlo.

( Para leer el “Reporte de viaje” con LSD, aquí: Diario deviaje con LSD )

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31 de octubre, 2014. Fredrikkstad, Noruega. * Sueño Pseudo-hyper lúcido.

¡Fue un sueño increíble! Experimenté un viaje con SD dentro de un sueño. Bueno, más bien fue un “Medio-trip”.

La Inmersión

La cosa fue que me encontraba en mi recámara en Tampico, de noche. Y ahí mismo decidía ponerme un “papel” de LSD bajo la lengua. Sentí el sabor amargo, es decir, realmente lo sentí, tal cual. Esperé 15 minutos, en los cuales sentí como se disolvía la cosa. Pasaba mi lengua por debajo, y jugaba con los fragmentos que se iban desintegrando, restregándolos por las paredes bucales, detrás de las muelas y bajo el paladar. Todo mientras permanecía recostado, esperando que el cartoncito se disolviera por completo. Pero luego de que casi se hubiese disuelto… ¡Caí en cuenta de que me encontraba soñando! ¡Lucidez! ¡Sueño lúcido! Recordé que me encontraba en Fredrikstad, Noruega, durmiendo.

Me espanté. Me dio miedo la idea de encontrarme a miles de kilómetros de distancia, soñando con ese momento, de manera simultánea. Me dio miedo la idea de estar ingiriendo LSD dentro de un sueño, de sus próximos efectos, el repetir un mal viaje, o simplemente, transportarme a un reino desconocido y no volver jamás. Me paso también por la cabeza la idea de que no me encontraba durmiendo, sino que todo ya había sucedido, y todo ese tiempo había permanecido inconsciente, actuando de manera automática, fuera de mi cuerpo, y que ese era el momento en que por fin despertaba. Por fin despertaba para caer en otro letargo más profundo y misterioso aún. Donde posiblemente aguardaba la conciencia última y después de esto, una merecida nada absoluta.

Me dirigí al baño a toda prisa para escupir los pequeños restos de ácido sobre el lavabo, pero ya era demasiado tarde, ya sólo quedaban moronitas casi microscópicas dentro de la cavidad bucal, por lo que escupí sólo saliva. Amarga saliva. El sabor seguía ahí, era real. Me encontraba en un estado de vigilia total dentro de algo que comenzaba a dudar de que fuese en verdad un sueño, y a la expectativa de tener una experiencia igual o más aterradora que la del viaje anterior de hacía ya un mes y medio.

Estaba seguro de que los efectos no tardarían en aparecer, era cuestión de pocos minutos. ¿Qué podía hacer?

Volví a concentrarme en que me encontraba soñando, pero al mismo tiempo me parecía demasiado real el poder ver con todo lujo de detalles mi cuerpo en ese momento, así como la ropa que tenía puesta, los pliegues, las sombras, la iluminación sobre mí, sobre el cuarto. Los objetos del cuarto, la sensación auditiva, todo. Me sentí como en un cuadro híper-realista. Percibía todo en tiempo real. Y bueno, me propuse no entregarme al pánico, ni tratar – irónicamente y de acuerdo a la lección aprendida en el viaje anterior – de controlarlo todo. Me encontraba en mi casa, en mi recámara, sin nadie ahí - afortunadamente -, para no causar estragos ni preocupaciones. Decidí sólo recostare sobre mi cama y disfrutar del viaje, de lo que sucediera. Me pasaron por la cabeza en ese momento dos pensamientos: 1.- Que se me hiciera irónico, absurdo, gracioso el querer recostarme en un sueño lúcido, es decir, no querer intentar algo loco o fantasioso como volar, teletransportarme, tocar un súper-solo de guitarra imposible para un ser humano o cualquier otra fantasía infantil o adolescente. Y 2.- Extrañaba a mi compañera de viaje, mi amiga de vuelos etéreos, para poder demostrarle que ya tenía más “madurez” para aceptar un viaje a las profundidades del alma, sin actuaciones melodramáticas esquizofrénicas merecedoras de un Oscar por el realismo de la actuación. Quería abrazarle, pero recordaba que en esos momentos se encontraba ella en Barcelona. Y sabía que durante un viaje con ácido lisérgico, una teletransportación física no era realmente imposible. 

Pero ¡Oye! Me encontraba en un sueño lúcido, ¡podía hacerlo! Pero no lo hice, me preocupaba el momento en que los propulsores mentales hicieran ignición e iniciara el despegue hacia reinos mentales desconocidos.

Terminando de pensar esto último, la cosa hizo efecto. Comencé a sentir la euforia, me dio risa. Reí. Reía de que me encontraba soñando y de que había consumido un cartoncito de pócima lisérgica dentro de un sueño. Reía de que me causaba risa que sintiera miedo sabiendo que cualquier cosa podría suceder después. Reía de que los cuadros en la habitación parecían cobrar vida, de que las moléculas de las estructuras de las paredes y el techo parecieran estar teniendo interacción física y química, de que pareciera que se estuvieran derritiendo. Me reí de que los libros parecieran estar susurrando sus temas, sus capítulos, como personas que rezan dentro de un templo. Me reía de mí mismo, de que la cosa realmente me estuviera causando efecto, me reía de que me encontraba solo riendo, Me reía de que me parecía algo demasiado gracioso y absurdo encontrarme ahí riendo como loco, eso era lo que me causaba más risa, que me estuviesen atravesando muchas ideas que realmente no eran para que me estuviera carcajeando, y sin embargo me riera. “Si pudiera contemplarme” pensé “apuesto que me resultaría la cosa más estúpida y me reiría aún más, hasta caer desmayado. “¡¿Desmayarme en un sueño lúcido?! “Jahahaha!” Y recordé que existía la posibilidad de mirarme en el espejo y reírme de mi condición ¡Pero no! ¡No, no, no! No, un rotundo ¡No! Fue exclamado por mi cráneo, mi garganta, el esternón y el estómago al mismo tiempo, azotando mis tímpanos a la vez que veía las “ondas expansivas” del sonio propagándose desde mi cuerpo hacia todo el lugar. Y las ondas de sonido tenían colores, claro. 

“Bueno, ya, me levanto de la cama” dije-pensé “ésta vez no hay música, no hay cosas que puedan alterarme, estoy en casa, no hay de qué preocuparse, vamos, ésta vez permaneceré dentro todo el tiempo, no saldré a ningún lado. Exploraré la casa, que estoy seguro se transformará en algún otro lugar, sí, eso haré”

Vi hacia el clóset, y pensé que sería buena idea meterme y utilizarlo a modo de elevador. Creí que en ese estado híper-imaginativo podría lograr cualquier cosa, por lo que imaginé que el clóset era un ascensor que podría llevarme hacia otras habitaciones de otras recámaras de otras partes de todo el mundo, en cualquier momento del pasado, presente o futuro. “¡Hey, eso es! Visitaré a mi “Maestra de viaje” y le mostraré mi avance, éste es un nuevo nivel de viaje!” Pensé con todo el optimismo y la euforia más cariñosa e ingenua.

“Sí, pero antes, quiero poner música, debo poner algo bueno que me ponga en un buen estado, que sea un buen viaje. ¡Un viaje alegre!” Quise poner música desde mi laptop, pero recordé que se encontraba en Noruega, y no podía llegar hasta allá. O más bien, no quería. No quería por un lado, irme sin música y por el otro, no quería tener que verme o encontrarme a mí mismo, y sobre todo, despertarme y que el impacto fuese tremendo, un shock psicológico del que no pudiese reponerme luego. 

Como no tenía mi laptop a la mano, decidí entonces encender la computadora de escritorio y seleccionar una Play-List. Algo de “Yellow Submarine” o música de videojuegos, de “Chrono Trigger” estaría bien. Me dirigí hacia el escritorio donde se encontraba la computadora con la intención de encenderla, pero sentí de inmediato los otros efectos, torpeza de movimiento. No percibía bien las distancias de mis extremidades y sentía que los desplazamientos se volvían raros, erráticos, como si mi pierna izquierda quisiera ir hacia un lado, la pierna derecha hacia otro, el brazo izquierdo hacia otro más y el derecho hacia otro tal. 

“¡Carajo, ya empezamos!” dije. Pero mi voluntad seguía en pie y en dirección hacia la computadora para poder finalmente viajar a través del clóset-móvil. 

Llegué como pude, pues sentía que cada paso se hundía en el suelo, pero de todas formas, estaba en una fase en que me causaba algo de gracia. 

Cuando por fin llegué hasta la máquina, en el preciso momento de presionar el botón de encendido, sentí “chipas” interactivas que conectaban “máquina-humano” es decir, “ella, la compleja maquinaría electrónica y yo, el simple humano”.
 
Se accionó música proveniente del aire. Pero no era una canción que quería,y ni siquiera recordaba que la hubiera escuchado en los últimos años, pero se me hacía, de todos modos, conocidísima, y de todas formas, “buena para un buen-viaje”. Podía apreciar la canción con toda claridad. Se me hizo buena, aunque no lograba recordar el título o quién la cantaba, pero daba igual, no quería ésta vez tratar de pensar de forma lógica, sólo quería entregarme a la intensidad. No quería encender el monitor, pero lo hice.

(Luego, al recordar algo de las letras al despertar [recuerdo sobre todo y vívidamente las estrofas: "It´s the end of an era/ Forever is just a state of mind" y "The price you pay is your vision/ collision is highly likely"], busqué en internet algo de la canción y estoy 99% seguro de que se trata de ésta canción. Lo cuál me resulta increíble, pues nunca la había escuchado, es como si el cerebro en ese estado hubiese "sintonizado" esa canción de alguna emisión de alguna estación de radio, club o casa:

El entramado hexagonal de panal que enlaza las realidades
Al momento de presionar el botón de encendido del monitor, percibí como disminuía la intensidad lumínica de la habitación que ya se encontraba haciendo una fiesta de ondas de colores por sí misma. Como luces de disco que danzaban retumbando, es decir, las luces bailaban al ritmo de la canción que sonaba en ese momento, y se movían bien, eran sólo luces sin forma, pero se sacudían, asemejando gente en una disco. No sé cómo explicarlo, eran como círculos de luz, que se movían por todas partes, alegres, felices, enérgicas y conforme avanzaba la canción, que ya sentía que tenía unos diez minutos tocando, las luces comenzaban a enlazarse, formando una malla ondulante de luz arcoírica. Y los “orificios” de las mallas adoptaban formas hexaédricas, como los de un panal de abejas. Un muy psicodélico panal de abejas, por cuyos bordes corrían destellos continuos de energía.

“¡Wow!, ¡esto es nuevo!” pensé “estoy teniendo un Buen viaje y estoy sólo, como es que cuando me pasan este tipo de experiencias no hay nadie más aquí para presenciarlo”. 

El monitor mostraba todo “en orden” de acuerdo al proceso de encendido, pero al llegar donde decía “iniciando”, la cosa se comenzó a llenar de “manchas” como de mercurio de colores que no tardaron en llenar el monitor, a la vez que la canción comenzaba a “desaparecer” para convertirse en “Do It Again”, de Steely Dan, canción que tenía meses, probablemente años sin escuchar. Y no sabía cómo era posible que estuviese escuchando esa canción en ese momento, con toda claridad, aunque bueno, la parte del “solo” se puso realmente intenso, y sentí como si hubiese durado una hora, en la que aparecían cristales cortados como de candelabros que se liquidizaban y formaban luces puras de prismas que a su vez formaban estructuras cristalinas de elementos químicos. Fue como estar entrando paulatinamente en el universo de las partículas subatómicas, visto a través de un muuuuy potente microscopio. Un Muy potente microscopio psicodélico y hippie.

“Las moléculas” se solidificaban y formaban otras estructuras que a su ve llenaban los “espacios vacíos” hexagonales del panal de luces de todos colores. Y una vez que las moléculas terminaban de solidificarse, se convertían en espejos hexagonales que me reflejaban “hecho de partículas danzantes” en todas direcciones, formando caleidoscopios fractale que terminaban formando “ojos”.

Todo era entonces redes entretejidas ojos, ojos por todas partes, entrelazandolo todo. Pero no me dio miedo ésta vez, porque ya en el viaje anterior – recordé en ese momento – había logrado ver cosas así, antes del contacto con “Dios”, y presenciar el origen del cosmos.
Y de hecho, esperaba que en cualquier momento la música, que seguía en el súper-solo y que seguía sonando y llenándolo todo - “dictando el modo de formación de patrones psicotrópicos de la alucinación” -, con todos sus sonidos, se unificaran en cualquier momento, logrando ese terrible e indescriptible zumbido que precede a la desconexión con el cuerpo y prosigue con la unión al todo, a lo Absoluto. Pero de algún modo supe que no sucedería, porque necesitaba forzosamente de m contraparte energética, una mujer, la mujer con la que había logrado el Gran Viaje de Mi vida, de hacía un mes y medio.

El solo se llenó de efectos sonoros alucinantes (vaya, decir alucinantes le queda corto, cortito, cortísimo), de ecos, de retrocesos, fades, y por un momento, me vino a la cabeza la idea de que la canción misma se había confundido y que ya no sabía cómo seguía, así que estaba improvisando. Una improvisación fuera de éste mundo, de la galaxia. Se había vuelto un recital de versos cantados por grillos intergalácticos, acompañados de guitarras de mil cuerdas y órganos de cristales eléctricos, baterías electromagnéticas, que daban por resultado que la gravedad se despertara y se “desnudara” causando efectos impredecibles. Sí, suena raro, pero no encuentro otro modo de describirlo por ahora.

“Dios” pensé asombrado “No puedo creerlo, en verdad tomé ácido dentro de un sueño, esto es Real, es de verdad, la cosa es de verdad” repetía. Y cuando terminé de decir esto, fue como si el recuerdo de que poseía voz, le hubiese hecho “recordar” a la canción que también tenía voz, voz humana, en este caso la del tipo de Steely Dan. 

Sentí que habían transcurrido horas de estar viendo todo tipo de enlaces químicos luminosos dentro y fuera de mis ojos. No sabía ya donde me encontraba y no recordaba en lo absoluto el haber estado teniendo un sueño lúcido, de estar dormido, pero “algo” como un “presentimiento de voz muda” me hacía saber que “no había diferencia entre los sueños y la realidad, que nada en verdad era real”. 

Luego, los “hexagramas-espejos caleidoscopios luminosos", comenzaban a cambiar de forma, volviéndose estrellas “bidimensionales-tridimensionales” (Sí, coño, es difícil tratar de describirlas con palabras coherentes) de muchas aristas, ángulos, vértices. Ya no sabía a que figuras pertenecían, pues tenían más de 20, 40, 60 lados, dimensiones, caras poligonales, ¡no sé!  Los ojos de contraían y colapsaban dentro de sí mismos y “se escupían” hacia afuera, formando estrellas reales. Soles. De pronto, sentí y “pensé” que me encontraba en una superficie solar, pues los colores cambiaron a amarillos-anaranjados, luego a anaranjados-rojizos, de rojo a morado y de morado a violeta-verdoso que terminó volviéndose y envolviéndose en azules sensuales, románticos, hermosos, ¡bellísimos! “Ah, me encuentro en una estrella azul” Pensé con palabras mientras contemplaba mis brazos iluminados, traspasados e interactuando con las “partículas envolventes” de azules.

Dentro del núcleo del sol de un átomo de una canica: El lado azul del infinito.
 “¡Esto es hermoso! ¡Esto es hermoso” repetía como disco rayado “El azul es hermoso”. Ahora todo era calma y la canción ya se había desvanecido, dejando entonces sonidos “cósmicos-marinos” como “pulsos telepáticos magnéticos de ballenas y delfines” sonidos de las profundidades de los océanos de todos los planetas que albergan vida. “Éste es el azul que da vida e inteligencia, consciencia a las criaturas marinas inteligentes, éste es el aspecto azul del Amor, el Amor que le es entregado a aquellos seres, de aquí nacen sus "voces", y aquí vienen y vuelven, aquí sus esencias son acariciadas, creadas, guiadas… esto es…” pensaba extasiado.

Me encontraba ya flotando, pero de algún modo avanzando, a través de incontables “brazos de luces ondulantes de estrella azul” Sentí la calma, la ingravidez marina y a la vez, la sideral. En ningún momento pensé que pudiera calcinarme estando en el núcleo de esa estrella. Todo era calidez y frescura y reconfortantes. Era como sumergirse en la playa o en una piscina en el más caluroso día de verano, y como meterse bajo la ducha con agua caliente en el más helado día de invierno. Como un “placer dual” atribuí, y enseguida luego de pensar esto, atribuí esta misma atribución a la fase casi obligada del LSD, en las que uno cree o siente que se hace Uno con el universo, y a su vez, disocia los pensamientos relacionados con la dualidad. “¡Bien!” pensé “Estoy consciente, todo está bien, hay orden, todo está en orden, el universo es orden, aún en el más aterrador de los Caos, hay orden, pero no los percibimos porque las emociones nublan la contemplación, la percepción”

Debí permanecer ahí por cosa de… no lo sé, realmente no lo sé. Todo era belleza, una belleza de todos los azules contenidos. Una belleza que jamás cansaba. Una belleza que no terminaba de llenar y deleitar las pupilas, el corazón. Más, tratando de ser justos con la “percepción del tiempo” que tuve dentro de “La Gran Estrella de Amor Azul” contemplé todas las tonalidades de azules existentes, y de algún modo, no sabía cómo era que sabía, pero “sentí” que además la “esencia” de esa “estrella” era la que otorgaba de azul al color azul: a las plumas de las aves, lo pétalos de algunas flores, a los cielos de los días y las madrugadas, a los azules de los mares y estanques, los azules de los zafiros y las turquesas, los azules de los ojos, los azules de las notas suaves de ciertas melodías, sonidos, músicas y voces.

Para entonces me encontraba en silencio. En silencio de verdad, Silencio Puro. ¡Y no sabía desde cuándo, cuánto tiempo había permanecido en silencio! ¡Días!, ¡Meses! ¿¡Años?! Había llegado a la parte donde el tiempo ya no significaba nada, que no existía. 

El silencio… Flotar en silencio, me percaté también que no había cerrado los ojos en ningún momento, que ni siquiera había parpadeado en todo ese tiempo. Como si nunca los hubiese tenido cerrados, y a la vez como si nunca hubiesen estado abiertos. Abiertos a tanta belleza, a la existencia, a la belleza de la existencia. El recuerdo de haber estado en mi recámara en Tampico teniendo un sueño lúcido a la vez que mi “primer cuerpo” que dormitaba era ya una memoria de tiempos extintos hacía miles de años. Recordaba muy-muy poco, o nada. Y lo muy-muy poco se tornaba poco-a-poco en nada. 

Ésta vez no había pánico ¡Bien! Seguía flotando, teniendo “visiones-percepciones” del desprendimiento de las luces azules, y todo dentro y fuera era azul, me encontraba en el interior de una canica, una enorme canica luminosa diez mil veces más grande que nuestro sol. Infinitud azul. O era quizás el interior del núcleo de un átomo. No lo sabía. Seguía percibiendo “pulsos”. “Débiles pulsos atómicos” que sacudían mi interior y el de la totalidad del espacio interno y externo, que para entonces eran casi ya uno solo.

Pero tras varias "horas-meses" en el "vientre cósmico del color azul", los pensamientos hicieron acto de presencia e interferencia. Preocupación…preocupación que se iba transformando en miedo. Miedo de haber muerto, de estar muerto, miedo de estar por nacer. Miedo de renacer. Miedo de renacer y olvidar todo. Miedo de no saber quién era o quién sería. Miedo de haber olvidado que me había comido un cartón de LSD dentro de un sueño lúcido. ¡Miedo de no recordar eso último!

No podía salir del “Corazón del átomo-canica-estrella azul” y no sabía si quería o podía. A pesar de que todo ahí era paz y tranquilidad, sentía incomodidad de estar tan cómodo, quería regresar, ¡quería regresar! A lo que fuese que era antes, ¡quería recordar! La ironía hizo de las suyas. Irónicamente no sentía paz al estar en el lugar-tiempo más pacífico, tranquilo del universo. No quería tener la paz de tener paz. Es difícil de explicarlo, como todo, en los viajes psicodélicos, creo. 

Tenía la certeza de que ese estado no era para quedarse para siempre. Que no era mi tiempo de estar ahí, que era insoportable la eternidad en paz, en tranquilidad total. Si bien la primera vez, en el primer viaje con LSD, había también viajado a “La eternidad”, y había contemplado y vivido su lado Oscuro, ahora me había encontrado en el lado luminoso, calmo, bello, espiritual… o al menos, en el lado “¿Azul?” de la eternidad…

Vino algo de introspección, hilos de atisbos. Chispas tenues que se engrosaban y formaban hebras, hilos de entramado contrastante con los azules. ¡Bien! Me encontraba en el momento introspectivo del LSD, aunque ésta vez no en un desierto que a su vez era algún solar baldío entre las calles de Tampico durante la madrugada del 17 de septiembre. Era el interior de algo, de inocuas bellas flamas azules de un “Átomo-canica-estrella” en algún lugar de la galaxia nuestra o vecina. Es decir, físicamente me veía ahí y no había pista alguna que me indicara que podía estar distorsionando visualmente algún objeto o lugar, interpretándolo mentalmente como ese núcleo resplandeciente.
つづく
Continuará...
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