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Despertar. Cerebro y corazón. Razón y sentimiento.
Nos
levantamos de manera simultánea, con algo de pesadez, aunque fluidamente, sin
torpezas o lentitud.
Eran
las 4:00 PM. Habíamos dormido casi 10 horas seguidas.
Fue extraño,
fue como haber despertado de un letargo invernal. Fue también, como si nada de
lo acontecido, de la teatralidad metafísica, la intensa euforia y desesperación
hubiesen ocurrido.
Nos
quedamos un momento ahí en la cama, esperando que se reincorporaran nuestras
psiques a nuestros cuerpos físicos. Ya no habían alucinaciones de ningún tipo,
más se me venían ocurrencias fluidas de vez en cuando.
“Jah,
mira”, le dije señalando los cordones colgantes que activaban los switches del
ventilador del techo. Uno tenía en su extremo un corazón rojo de plástico y el
otro una estrella de diez puntas, con una de esas puntas rotas. Continué con la
micromini reflexión espiritual espontánea:
“Mira,
los interruptores que ponen a andar la “Rueda” (el ventilador) de la conciencia,
de la existencia misma, son el amor y la sabiduría, el del amor, que es
naturalmente esa cuerda que tiene en su extremo atado un corazón, está más
cerca del ventilador, y es la que hace que se encienda, que pone a andar en
movimiento el aparato, a su vez que enciende la luz que ilumina ésta recámara.
La cuerda más larga que tiene la estrella rota se encuentra un poco más
alejada, y ésta es la que modula las velocidades con la que gira el aspersor de
aire. ¿Ves? El amor, el corazón enciende, da vida, activa las cosas, hace que
la energía fluya por los canales, por los circuitos del ventilador, que a su
vez te permitirá tener discernimiento para poder ver en la oscuridad, para que
distingas las cosas que son sombras indefinidas en la oscuridad. La otra
cuerda, con la estrella atada en su punta, es la que da la rapidez con la que
giran las aspas que te brindan frescura, aire, oxígeno, que expulsa el sofocamiento
en los días de gran calor, de encierro y que te impiden disfrutar tus
actividades, haciendo que te sientas acosada por el calor, tu propio calor,
cosa que te impide realizar cosas creativas, debido a la incomodidad, tanto del
entorno como de tu persona. Más ambas cosas, Amor y Sabiduría, son necesarias
para que haya orden, paz, comodidad, armonía, en la Rueda de la Vida del
ventilador”
“Woaaao”
exclamó ella, “mira nada más, te volviste filósofo”.
“Espera…espera,
hay más”, proseguí, “El amor del corazón y la estrella luminosa del entendimiento
se complementan, pero están separados, uno está por encima del otro, ligeramente
distanciados. Tienes el corazón por encima de la estrella, justo a un escaso
centímetro de distancia, se rozan el uno al otro. No están juntos por una
razón. Si estuvieran a la misma altura, chocarían, el corazón golpearía a la estrella,
amenazando con romper otra de sus puntas y a su vez, la estrella rasgaría el
corazón de plástico, se incomodarían el uno al otro y esto causaría conflictos,
así que, quizás como mujer, hayas resuelto esto instintivamente, o quizá fue
por capricho meramente decorativo, estético, impensado”
“¡Oy!...
es verdad” exclamó ella, riendo, como
descubriendo un regalo que siempre había estado en su habitación desde hacía ya
varias navidades y que apenas lo iba descubriendo. “¿Qué más?” pidió ella más
de mis palabras que eran rolo el resultado de mi desentumecimiento onírico.
“Esas
posiciones son idóneas, eres muy instintiva y toda la experiencia y cosas que
conoces, son debido a tus vivencias. Aun así, con todo y las vivencias, uno
puede ser víctima de engaños, susceptible a las mentiras, ajenas y propias,
autoengaños, porque el corazón es fuerte, y le gusta aferrarse, también el
intelecto, pero el corazón es más fuerte, pues de él depende toda la vida de tu
cuero, se aferra a la vida, desde el primer momento de su formación en el vientre
materno. Ese corazón es de plástico, y es transparente, rojo. Igual que tú:
intensa, transparente y fluida, plástica, en el sentido de Gran elasticidad
sentimental, sensorial. Y tu intelecto tiene una pequeña “falla”, está ligeramente
roto, tal como la estrella del interruptor. Como si así debería de estarlo,
siempre. El intelecto, la inteligencia nunca termina de completarse, es
infinita. No sólo hablo de ti, sino de todos nosotros, los seres sintientes,
pensantes. Tiene una punta rota, que por cierto se ha roto porque, debido a que,
por olvido o por causa de las tinieblas, te has golpeado en la cabeza de vez en
cuando pasabas por ahí, antes o después de acostarte, como recordatorio quizás,
de que también debes de usar la cabeza, tu sentido común, tú inteligencia. Ya
sea con falsos gurús, falsos amores, falsas creencias, supersticiones, engaños
y auto-engaños. Hay que creer, sí, y tener fe, también, pero hay que fortalecer
las debilidades. En tu caso, ser un poco de discernimiento, para establecer
distancias adecuadas, con las personas que quieres, que te dejan enseñanzas y
sentimientos buenos, y alejar a todos aquellos que sólo son vampiros
emocionales, que te ensucien la mente y el corazón”
Ella
guardo silencio, no sé si aceptando mis palabras en despabilado estado de
trance, o negándolas, yo aún no terminaba de abrir los ojos bien, y por último
añadí: “Hay que tener cuidado, el corazón de plástico aguanta, y siempre estará
latiendo, pase lo que pase, hasta el final de los días de uno. No es complejo,
es una forma “redonda” integrada a sí misma, es un recorrido redondo, como un
pequeño planeta. Pero la estrella del conocimiento tiene varias puntas, una
rota, incompleta. Cada punta es una vertiente y podría representar una entrada
y a su vez salida de muchas cosas, desprendiendo sus rayos siempre nuevos,
ideas. Es una estrella de sabiduría, de conocimientos, que le permite brillar,
e iluminar, no sólo a sí misma, sino a los demás, cada punta representa quizá
una virtud, o un área de inteligencia: físico-matemática, artística, visual-espacial,
lingüística, corporal, intrapersonal-interpersonal, ¿qué se yo?… pero al ser
cada una de sus puntas una parte de su todo, todas éstas áreas tampoco terminan
de perfeccionarse, su luz se expande por todo el espacio y llega a todos los
confines del espectro visible e invisible.”
Tomé
una pequeña pausa, como de 3 segundos, y seguí con el corolario, al mismo
tiempo que me incorporaba para tocar los objetos e ilustrar la idea mejor.
“Así,
las estrellas, luces, faroles, personas virtuosas, brillan, deleitándonos,
inspirándonos. Todas esas estrellas, todas esas personas que admiramos,
representan esperanzas, ilusiones. Y las estrellas son soles, soles que vemos
en las noches más oscuras, y soles que dan calor y vida durante el día, en
aquellos planetas de los sistemas solares donde se encuentren. Por eso, mi
querida amiga chamana, hay que tener cuidado. El corazón no se fragmenta,
permanece unido, se puede rasgar, si, se le pueden hacer fisuras, ero seguirá
andando y seguirá sintiendo, amando con la misma o mayor intensidad, Es
plástico. Pero el intelecto es de vidrio, como esa estrella. Se rompe, con los
descuidos, las malpasadas, los accidentes, el mismo correr de los años, pero
más que nada, por descuido. Así, si no te percatas de tus pasos, la podrías
terminar de romper a cabezazos. Que imagen tan graciosa, que rompas sin querer
la estrella de tu conocimiento, a cabezazos”
“No
lo había visto de esa forma” dijo ella…
“Y
hay más, mucho más, pero ya, que quiero terminar para ir a comer” murmuré en
voz alta “La estrella refleja mucho de si misma, de su interior y del exterior.
Hay momentos en que, dependiendo del ángulo, y de las luces externas, pareciera
que los cristales son espejos, ¡y lo son! Y esto puede resultar muy confuso a
veces, pero no hay porque temer, cuando está el corazón presente, para darnos
la llave de la intuición, de la creatividad natural, ardiente de nuestros seres
y liberarnos. Dependemos, finalmente, de las dos. Esto es finalmente, lo que
sucede, de acuerdo a estos símiles:
Si
accionas sólo el corazón, habrá luz en tu habitación, en el mundo, tu mundo.
Pero no habría movimiento, habría calor, y en días calurosos sería además de
innecesario, nefasto. Su uso constante terminaría por hacer uso de más
corriente eléctrica y terminarías por acortar la vida del foco del ventilador.
Ni que decir de nosotros, ¿no? Si un ser humano somete a su corazón a todo tipo
de emociones sin control, llega un día en que se rompe, se funde, se muere.
Si
accionas sólo la estrella, tendrás frescura, comodidad, tranquilidad, arrullos
de viento. En una analogía, el conocimiento del mundo es lo que nos permite
lograr avances artísticos, culturales, tecnológicos, nos ahorra tiempo y
trabajo en actividades, nos permite sustento económico, y por ende alimentario,
confort…Pero su uso constante o excesivo también terminará por gastar más
electricidad, y ciertamente las vibraciones del movimiento oscilatorio del ventilador, a la larga, y sin revisiones eventuales,
harían un día que ese “desbalanceado” intelecto, que también es más pesado,
debo añadir, terminase por desprenderse del cordón, cayendo al piso y
rompiéndose para siempre. Pues aunque todos sus fragmentos se volviesen a unir, dejaría de ser el mismo.
Pero
en cierto modo, el acomodo en que los tienes está bien, lo sutil mueve lo
denso, el amor es etéreo, la inteligencia es también sutil, pero más pesada que
el amor. Sin amor el intelecto es un intelecto muerto. Y sin intelecto, el amor
es sólo una bestia suelta, que tarde o temprana será asesinada por crueles
cazadores.
Se
necesita pues, amar con inteligencia, y pensar con amor. Unir los dos en uno,
cuando hay amor en aprender uno realmente aprende, y cuando hay inteligencia en
el amor, uno realmente ama. Es posible realmente, decidir que querer, necesitar,
conocer, saber y amar…ahora ¿te imaginas la bella imagen del amor y el
conocimiento juntos? ¿Un resplandeciente corazón-estrella de diez puntas
finalmente completa? : Un mismo activador que brindase frescálidas brisas de
luz, de amor y entendimiento: La sabiduría…”
“Finalmente… uno no es su corazón, sus emociones,
tampoco su cerebro, sus pensamientos, uno tiene emociones y pensamientos, corazón
y cerebro, y es uno quién los debe cultivar, alimentar, cuidar, controlar,
relajar. Decidir cómo, cuándo, con quién, para qué y por qué”
“Pero
ya hable mucho, perdón. Hay que comer y continuar nuestras vidas” le dije y le
pedí el baño para darme un regaderazo antes, ella aceptó, y así lo hice. Me
metí a la regadera, enjabonándome despacio, como sintiendo mi cuerpo por
primera vez, me enjuagué la cabeza con champú. Sentí el agua. Fue un bautizo.
Un bautizo que me daba yo mismo, de manera consciente, luego de haber nacido
siendo adulto, y renacido como un anciano de los días. Un viejo sabio dentro de
un niño ingenuo dentro de un adulto teóricamente íntegro.
Cielos y Cursos
Bajamos
a comer. Nos preparamos recalentado de la sopa de acelgas con tallarines chinos de la noche anterior. Platicamos y platicamos de los eventos, y… no
teníamos, creo, cabeza para platicar de otra cosa, más que de eso y de los
planes a corto plazo de los días siguientes.
Dieron
las seis de la tarde. Nos despedimos. Nos abrazamos, y nos volvimos a despedir.
Ella se metió a su casa para bañarse, arreglarse e ir a impartir sus clases, y
yo me fui a mi casa, sólo para cambiarme de ropa y salir nuevamente, ésta vez a
los campos a entrenar.
Una
vez en los campos, miraba atenta y entretenidamente, sin ningún otra cosa en mente que no fuese el objeto de observación silenciosa. El cielo rosa, las nubes
moradas, las libélulas, las filitas de hormigas arrieras, los tordos, los pájaros, el césped húmedo, los niños
jugando Foot-ball, base ball , basket Ball, los trotadores… todo volvía a ser
como antes, y me parecía fantástico, no había nada más bello que fantastico que la cotidaniedad, el momento, ls personas y los eventos, la naturaleza. Todo era como debía de ser, naa era caos, todo era orden. Quizás todos tuvieran preguntas, aflicciones, contradicciones mentales, cada una de las personas pesentes tendrían sus propios estados anímicos, sus propias cosas en mente, y así debía de ser. Me pregunté entonces si todos alguna vez en algún determinado momento o momentos habían o
llegarían a experimentar las mismas cosas y llegar a las mismas conclusiones,
si todos habrían de trascender en sus mentes y corazones, si llegarían a verse
todos, a si mismos, a los demás, a los lugares, sus percepciones del tiempo,
con la misma magia y belleza que yo los veía y me veía en ese momento…No lo sabía, pero fuese como fuese, así estaba bien. La creación era perfecta, todo estaba bien.
El
cielo, el sol las nubes, todo… era belleza… era como ese cielo de Bahía en la
película de Los Tres Caballeros y los sonidos de los gritos de los niños, de
sus madres, de los pájaros contándose chistes, los rebotes e impactos de los
balones, de las suelas de los tennies de los corredores eran en conjunto una
canción de amor, libertad, de beatitud.
No
pude entrenar, no tenía ganas de nada que no fuese a reflexionar detenidamente y en silencio, así que me dediqué a pasear tranquilamente entre los campos, caminar,
sin casi despegar la vista del eterno horizonte que tornaba carmesí. Todo
estaba conectado, todos estábamos conectados. Todos éramos parte del todo. Más
no éramos el todo, éramos parte del Uno, más no éramos Uno, ni parte del uno. Todos
éramos distintos, y a la vez iguales. ¡Oh! Gracias por las enseñanzas de las
paradojas, gracias por la experiencia, por la vida. Me sentía agradecido, a la
ve que algo confundido por haber estado digiriendo toda esa información, todas
las vivencias y la sabiduría…
Seguí
caminando, vi las últimas nubes doradas de la tarde apagarse, y recordé un
haiku que había escrito, precisamente una tarde a la misma hora, en agosto del
2011, luego de una experiencia liberadora-iluminadora:
“El
monje observa:
Las nubes se iluminan
Y siguen su curso”
Las nubes se iluminan
Y siguen su curso”
Y seguí
mi curso a casa, al día. A la vida…
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