martes, 11 de febrero de 2014

El temprano origen de las dudas sobre el origen de la vida

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Durante mi primer lustro en éste mundo, me intrigaba de sobremanera el origen de la vida. A menudo, en medio de la oscuridad y el silencio de la media noche, me hacía esas típicas preguntas acerca de dónde estaba yo antes de nacer, sobre los límites del universo, el que habría más allá de la oscuridad delimitante de éste, de Dios, del origen de Dios, y lo más inquietante, el final de mis días.

Pero volviendo a lo intrigante y no a lo inquietante, le llegué alguna vez a preguntar a mi progenitora acerca de cómo había nacido, puesto que ya había escuchado la versión de las cigüeñas trayendo bebés en la tele y me parecía ridícula, así como la de diosito enviándolos a punta de invisibles disparos entéricos de la punta de sus dedos, desde el cielo. No me convencían. Además veía a las embarazadas haciendo alarde de sus criaturas parasitarias creciendo cómodas en sus entrañas, por lo que de algún modo sospechaba que las madres eran las responsables de los críos.

La incómoda pregunta que le hice a mi madre entonces no fue ¿De dónde vienen los niños? sino ¿Cómo vienen? ¿Cómo son creados? Su respuesta fue "Deseándolos mucho" 

En la precoz imaginería mental mía, visualizaba pues, a las doñas, cerrando los ojos y apretándolos fuertemente, a la vez que los puños, conteniendo el aliento, haciendo ciertas suertes de esfuerzos respiratorios y deseando, deseando desde lo más profundo de sus seres hasta que ¡Pum! Sentían mágicamente en sus estómagos la inoculación y posterior inflamación que advertía una nueva criatura en formación.

No tardé ni diez minutos en provocarme conflicto la adquisición de ésta nueva idea, esto era porque:

1.- Entonces, ¿por qué en esas películas, series y novelas de la tele, habían mujeres que juraban haber intentado de todo y no lograban la preñez? Algo debían haber estado haciendo mal, o bien, se saltaban un paso en el ritual femenino de fecundación mental que toda mujer debía saber. O eran brutas o en verdad no lo intentaban ni lo deseaban mucho.

2.- Si esto era así, ¿Por qué los hombres no se embarazaban? ¿Acaso ellos nunca deseaban tener niños? 

3.- ¿Qué hay de las personas malas, de los niños malos? ¿En verdad sus madres habían deseado traer a este plano existencial a tremendos infelices hijoputas?

Y

4.- La que más me provocaba confusión era cuando mi madre me daba tremendas zarandeadas a cinturonazos que dejaban la piel con un bonito tono rojo fluorescente. Pensaba:
" Carajo, si en verdad mi madre tanto me deseaba tener, ¿Por qué me golpea así de feo? " Una de dos: O en verdad no me deseó tener tanto así como clamaba, o dos: No era en verdad su hijo y se trataba de la malvada impostora del cuento.

Esto me llevo luego a tomar subrepticiamente el libro de "ciencias naturales" de Sexto grado de primaria de una de mis primas mayores.

Ahí fue donde hice el gran descubrimiento a tan corta edad, de que la vida se generaba mediante el místico ritual biológico del "Zuku-zuku" y "Chaka-chaka". Dí por sentado entonces que al llegar a sexto grado tendría la profunda y mágica sabiduría y el innegable derecho de crear vida cuando yo quisiere, pues daba por sentado que al llegar al quinto o sexto grado, sabría a ciencia cierta los más grandes misterios del universo, al igual que todos esos "grandes" de la escuela primaria.

Desde entonces, procuré siempre leerme y entenderme los libros más avanzados sobre ciencias y filosofía.
Hoy día entiendo casi todo lo referente al ciclo de vida y las condiciones para que ésta se den. Entiendo también lo que es la vida y lo más importante: tengo una filosofía de vida, siempre en práctica. Más sigo sin entender el origen de la vida, su "¿Por qué"?
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