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De Lie Tse: una guía taoísta sobre el arte de vivir
Versión de Eva Wong
Versión de Eva Wong
Hace mucho tiempo había un músico que podía encantar pájaros y peces haciéndolos bailar con su música. Un músico que tocaba el laúd llamado Wen, del reino de Cheng, oyó esta historia y quiso adquirir esa habilidad. Así pues, abandonó a su familia y se fue a estudiar con el maestro músico Hsiang.
Durante mucho tiempo, Wen no pudo tocar nada. Sus dedos se agarrotaban y cada vez que tomaba el laúd no era capaz de tocar. Después de tres años no había aprendido nada. «Deberías volver a tu casa» - le dijo el maestro.
Wen puso su laúd en el suelo y asintió, y dijo: «No es que no haya aprendido ninguna canción o que no pueda afinar mi instrumento adecuadamente. Lo que ocurre es que no puedo tocar desde mi corazón y por ello la música nunca se ha convertido en parte de mi. Esta es la razón por la que no me puedo animar a tocar. Déjame descansar un poco y veamos qué ocurre»
No mucho después, Wen volvió a su maestro.
«¿Cómo te va con tu música?»
«Creo que he dado un salto adelante. Déjame que te lo muestre.»
Wen tomó el laúd y con suavidad acarició la cuerda llamada Otoño. Aunque era primavera soplaba un viento fresco, y las hojas crujían mecidas por la brisa de otoño, y el cielo estaba brillante y sin nubes. Después, en otoño, tocó la cuerda llamada Primavera y se produjo una suave brisa. Cayó una lluvia cálida y se abrieron las flores. En medio del verano, Wen tocó la cuerda llamada Invierno, y de repente cayó nieve y los ríos helaron. Cuando llegó el invierno, tocó la cuerda llamada Verano. Inmediatamente brilló el sol con fuerza, desapareció la nieve y se fundió el hielo de los ríos.
Finalmente, cuando tocó la última cuerda junto con todas las demás, sopló una brisa refescante, aparecieron flotando nubes celestes, cayó un dulce rocío en el suelo y brotaron manantiales fragantes.
Durante mucho tiempo, Wen no pudo tocar nada. Sus dedos se agarrotaban y cada vez que tomaba el laúd no era capaz de tocar. Después de tres años no había aprendido nada. «Deberías volver a tu casa» - le dijo el maestro.
Wen puso su laúd en el suelo y asintió, y dijo: «No es que no haya aprendido ninguna canción o que no pueda afinar mi instrumento adecuadamente. Lo que ocurre es que no puedo tocar desde mi corazón y por ello la música nunca se ha convertido en parte de mi. Esta es la razón por la que no me puedo animar a tocar. Déjame descansar un poco y veamos qué ocurre»
No mucho después, Wen volvió a su maestro.
«¿Cómo te va con tu música?»
«Creo que he dado un salto adelante. Déjame que te lo muestre.»
Wen tomó el laúd y con suavidad acarició la cuerda llamada Otoño. Aunque era primavera soplaba un viento fresco, y las hojas crujían mecidas por la brisa de otoño, y el cielo estaba brillante y sin nubes. Después, en otoño, tocó la cuerda llamada Primavera y se produjo una suave brisa. Cayó una lluvia cálida y se abrieron las flores. En medio del verano, Wen tocó la cuerda llamada Invierno, y de repente cayó nieve y los ríos helaron. Cuando llegó el invierno, tocó la cuerda llamada Verano. Inmediatamente brilló el sol con fuerza, desapareció la nieve y se fundió el hielo de los ríos.
Finalmente, cuando tocó la última cuerda junto con todas las demás, sopló una brisa refescante, aparecieron flotando nubes celestes, cayó un dulce rocío en el suelo y brotaron manantiales fragantes.
El maestro músico Hiang se golpeó el pecho exclamando: - «Tu música supera con mucho cualquier palabra que pueda describirla. Los mejores músicos tendrán que aprender de tí a partir de ahora.»
Wen ya era un buen músico en la época en que acudió a estudiar con Hsiang, pero se percató de que la perfección solamente de la técnica no producía una gran música. Cuando fue finalmente capaz de disolver la dualidad entre sí mismo y la música, las canciones que tocaba no solo tenían poder de crear estados de ánimo, sino que literalmente cambiaban la realidad.
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