domingo, 30 de junio de 2013

¿Cómo se potencia la creatividad?

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Del artículo ¿Cómo se potencia la creatividad?
de Eduardo Punset
(26 de Noviembre del 2006)

Estamos a punto de comprobar un hallazgo que dará respuesta a una de las preguntas que hemos formulado repetidas veces sin dar con la solución.
Aun partiendo de la premisa de que no hay un solo cerebro idéntico a otro, ¿por qué hay personas que son más creativas que otras? Está claro que hace falta un cierto nivel de inteligencia por debajo del cual es muy difícil la creatividad.
Pero está también demostrado que, siendo un factor necesario, no es suficiente. Vayamos por aproximaciones.

La primera pasa por un descubrimiento de hace algunos años del neurólogo Simon Baron Cohen, que no se relacionó entonces con el nivel de creatividad, sino con las diferencias de sexo. Los hombres eran, en promedio, más sistematizadores y las mujeres, más empatizadoras; es decir, el sexo femenino nace con una mayor facilidad para ponerse en el lugar del otro y el masculino, para lidiar con sistemas como la meteorología, la caza o las máquinas.

Recientemente se ha querido aplicar esta diferenciación a los científicos y a los artistas por separado y se ha comprobado que los científicos son más sistematizadores y los artistas, más empatizadores.
Hasta aquí todo es normal y explicable. Un artista como Picasso se relacionaba con el resto del mundo y Newton, con la Naturaleza. El primero intentaba comunicar su visiónal resto del mundo mediante su pintura y el otro, buscar la razón de los sistemas preguntando a la Naturaleza.

La novedad radica en que se está comprobando que, en contra de todas las apariencias, el porcentaje de creativos en el mundo del arte es mayor que en la comunidad científica. ¿Por qué? La respuesta tiene que ver con unos circuitos cerebrales que los neurólogos llaman ‘inhibidores latentes’. Cuando se activan esos circuitos, tendemos a filtrar y hasta eliminar toda la información o ruido ajenos a la tarea que estamos ejecutando: leer un libro en un tren de cercanías abarrotado de gente, bajar el correo electrónico, escalar una montaña o hacer el  amor. Esos inhibidores latentes han permitido focalizar nuestra atención en una tarea en detrimento de lo irrelevante, garantizando con ello la supervivencia de la especie. Son unos circuitos cerebrales fabulosos para sobrevivir, pero – y éste es el nuevo y sorprendente hallazgo – incompatibles con el pensamiento creativo. Los artistas son más creativos que los  científicos, simplemente, porque no les funcionan bien los inhibidores latentes.
En lugar de concentrarse en el objeto de su investigación, sabiendo cada vez más de menos hasta saberlo todo de nada – como decía Marx de los monetaristas –, los artistas mantienen la mente abierta al vendaval de ideas, coherentes o enloquecidas, que les llegan del mundo exterior.

Es muy fácil leer un libro en el tren cuando los inhibidores latentes funcionan bien. Todo lo que no conviene o es irrelevante no hace mella; ni el ruido ni el pensamiento de los demás. Pero con este tipo de inhibidores es sumamente complicado ser creativo. La creatividad requiere una apertura de espíritu y confianza en las ideas y opiniones de los demás que difícilmente puede darse cuando los inhibidores no tienen imperfecciones flagrantes.

Mi consejo no es tanto que nos esforcemos en ser creativos – se podrá o no incidir en nuestra estructura cerebral – como en saber distinguir entre el pensamiento creativo y el que no lo es en los demás. Desconfiemos de todos aquellos que tienen un mecanismo perfecto de inhibidores neurológicos. Y confiemos en aquellos cuyos defectos les permiten atender a los sentimientos de los otros, intereses diversos, realidades, quimeras; así como desatender – por lo menos durante un rato – lo que es fruto exclusivo de los intereses o las ideas de uno mismo.
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