miércoles, 22 de mayo de 2013

Todos los dioses dentro de ti

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Apertura de un curso sobre filosofía india de Heinrich Zimmer
organizado en 1942 [ Philosophies of India pp. 1-2] )
Del capítulo 10: "El paraíso terrenal" (1.- Todos los dioses dentro de ti)

 de Las Máscaras de Dios 4: Mitología Creativa de Joseph Campbell

Los occidentales estamos a punto de alcanzar la encrucijada a la que los pensadores indios llegaron unos setecientos años antes de nuestra era.
Esta es la verdadera razón por la que nos sentimos turbados y estimulados, inquietos y, sin embargo, interesados ante los conceptos e imágenes  de la cultura oriental. Es el cruce de caminos al que llegan las personas de todas las civilizaciones en el desarrollo típico de su capacidad  y necesidad de experiencia religiosa, y las doctrinas de la India nos obligan a comprender cuáles son los problemas de dicha experiencia.
Pero nosotros no podemos adoptar las soluciones indias. Debemos entrar en ese nuevo periodo por nuestro propio camino y resolver sus problemas por  nosotros mismos, porque la verdad, el resplandor de la realidad, si bien es una y la misma universalmente, muestra una imagen distinta según donde se refleje. La verdad aparece de forma diferente en distintos países y épocas de acuerdo con los materiales vivos en los que estén labrados sus símbolos.

Los conceptos y las palabras son símbolos, igual que las visiones, los rituales y las imágenes; como también lo son las formas y costumbres de la vida diaria.
En todos ellos se refleja una realidad trascendente. Son otras tantas metáforas que reflejan e implican algo que, aunque esté expresado de tantas maneras, es inefable; y aunque se nos aparezca múltiple, permanece inescrutable. Los símbolos hacen que la mente se adhiera a la verdad, pero no son la verdad en sí mismos, de ahí lo engañosos de tomarlos prestados. Cada civilización, cada época, debe producir los suyos.

Por lo tanto, deberemos seguir el difícil camino de nuestras propias experiencias, reaccionar por nosotros mismos y asimilar nuestros sufrimientos y vivencias. Sólo entonces la verdad que manifestamos será carne y sangre nuestra como el hijo lo es de la madre; y la madre, por amor al Padre, se regocijará al ver en su hijo Su imagen.
La semilla inefable, debe concebirse, gestarse y generarse a partir de su propia substancia, alimentarse de nuestra sangre, para que sea un verdadero hijo en el que la madre renazca: y el Padre, el Principio Trascendente divino, también renacerá entonces - rescatado, por así decirlo, del estado de no-manifestación, no acción, aparente no-existencia.
No podemos tomar prestado a Dios. Debemos realizar Su nueva encarnación desde nuestro interior. La divinidad debe trascender, de alguna forma, a la materia de nuestra substancia y participar en este peculiar proceso vital.
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