miércoles, 15 de mayo de 2013

El Poder Divino no ha creado ningún ser más inmenso que la Imaginación

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De La belleza del mundo es la belleza de Dios
(El núcleo estético de Irfān de Ibn Arabī)
De José Miguel Puerta Vílchez

El conocimiento consiste, para Ibn ‘ArabÌ, en un esfuerzo por reunir lo visible y lo invisible, para dar una dimensión existencial a lo imaginario y, viceversa, por imaginar la existencia en ese inmenso espacio intermedio barzajī, la Imaginación, en el que se reúnen lo existencial y lo divino, lo patente y lo oculto, el ser y el símbolo, el Verdadero y la creación:

El barzaj es la más amplia Presencia de la existencia, pues en él confluyen dos océanos, el océano de las ideas (baḥr al-mānī
) y el océano de los sensibles (al-maḥs ūsāt), siendo que el sensible no origina la idea ni la idea el sensible. La Presencia de la Imaginación de que hemos hablado corporifica las ideas y sutiliza los sensibles, y transforma ante la mirada del observador la esencia de toda información, puesto que es el juez que enjuicia sin ser él enjuiciado aun siendo criatura.

Por ello, para Ibn ‘ArabÌ la Imaginación trasciende las teorías del conocimiento clásicas en la cultura árabe islámica, y más específicamente, el psi cologismo de la falsafa, que consideraba la imaginación como una más de las potencias anímicas, y sitúa en ella nada más y nada menos que el secreto y la realidad del Mundo:

Todo lo que percibimos es la existencia del Verdadero en las esencias de los posibles.
En tanto que identidad del Verdadero, se trata de Su Existencia, y, en tanto que la diversidad de formas que hay en Él, se trata de las esencias de los posibles (...) Si es verdad lo que acabo de mencionarte, quiere decir que el Mundo es imaginario (mutawahhim) y carece de existencia verdadera. Y éste es, precisamente, el sentido de la Imaginación. Es decir, que tú te lo imaginas como algo añadido, existente per se fuera del Verdadero, y no es así (...) Has de saber que tú eres Imaginación, y que todo lo que percibes (tudriku-hu) y aquello de lo que dices “no soy yo” también es Imaginación, puesto que la existencia toda es Imaginación sobre Imaginación, siendo la Existencia verdadera únicamente Dios, o más específicamente Su Identidad (Datu-hu), su Esencia (‘Ayn), no en lo que a sus Nombres respecta (...) Y es que todo lo que hay en el Universo (kawn) es lo significado por la Unicidad (Aḥadiyya), mientras que todo lo que hay en la Imaginación es lo significado por la diversidad (Kaṭra).

La Imaginación es, por tanto, la mayor de las creaciones divinas:

Dios no ha creado nada de más alto rango que la Imaginación, ni nada de más amplia jurisdicción, puesto que su jurisdicción se expande por todos los seres existentes y por todo lo inexistente, por lo imposible y por lo que no lo es.

En su dimensión de Imaginación Absoluta o Separada (al jayāl al-muṭlaq, al-munfaṣil), donde se manifiesta, en la autonomía del Mundus Imaginalis, la Majestad divina en las diversas existencias del Verdadero, o en su dimensión de Imaginación Unida (al jayāl al-muttaṣil) al sujeto cognoscente, constituye una impresionante potencia creadora en permanente movimiento y transformación, que anima todo el pensamiento akbarí y, de manera especial, su teoría del conocimiento gnóstico. En efecto, contra la hermenéutica tradicional, desde Ibn Ru sd hasta el fiqh, pasando por el Kālam, el sufismo de Ibn ‘ArabÌ trata de fundar una exégesis total y profunda al margen de las luchas sectarias uniendo la iluminación sufí con el conjunto de la percepción humana y con el viaje místico. Su intento traslada el lenguaje de su espacio social habitual a un espacio ontológico. Las exégesis convertidas en poder destruyen la unidad profunda entre ser y lenguaje, la unidad del mundo. El sufí trata de recuperar esa unidad perdida eliminando el poder del yo que conoce y sumergiéndose en el lenguaje de la formas simbólicas existenciales que expresa la relación del ser humano con la Unidad Existencial. Frente al lenguaje cerrado de la ortodoxia, Ibn ‘ArabÌ proclama el lenguaje del símbolo siempre abierto y renovable por la fuerza de una Imaginación calificada en todo momento de creativa e inagotable, cuya sola limitación estriva en no poder operar más que con imágenes.
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