miércoles, 7 de noviembre de 2012

La Idiosincrasia en los últimos momentos



Un japonés, un alemán, un francés, un judío, un árabe, un jamaiquino, un chino y un mexicano se encontraban en un avión que debido a serias averías mecánicas se encontraba en peligro inminente a miles de metros de altura.

Luego de escalofriantes maniobras aéreas, el piloto les comunica a los pasajeros de la fátidica noticia de su destino:

- Señores y señoras pasajeros, les informo que después de hacer todo lo posible para mantenernos en vuelo, el impacto será inminente... nos estrellaremos sin remedio, en apróximandamente 5 minutos así que... gracias por haber elegido volar en nuestra aerolínea,
fue un honor haber volado con ustedes y... bueno... no tengo nada más que decirles ... que Dios los bendiga.
 

Luego de escuchar estar terribles palabras, los pasajeros estaban en shock.

El japonés fue el primero en reaccionar. Se levantó de su asiento, abrió el compartimiento superior, sacó su katana "Hattori Hanzo" y procedió a hacerse el sepukku (también conocido como harakiri): traspasó su abdomen con el terrible filo de su espada y cayó al suelo en agonía. 

El alemán, que tenía amplios conocimientos de ingeniería fue a la cabina a toda prisa a tratar de reparar las averías del avión e hizo hasta lo imposible, metiéndose en la complicada maquinaria interna. 
El francés se levantó de su asiento y se dirigió a toda prisa a besar apasionadamente a las chicas más bonitas que había visto en el avión.

El judío fue de asiento en asiento convenciendo a la gente de que le hiciera compras de varios inmuebles a precio especial con sus tarjetas de crédito.

El árabe por su parte, se levantó furioso contra el judío y le gritó:

- ¡Esto es por tu culpa, maldito judío! ¡Espero que la furia de Allah recaiga en ti y ardas en el infierno!

Y acto seguido se le avalanzó, lo tumbó al suelo del avión que iba cayendo en picado y lo mató a golpes.
El jamaiquino se levantó de su asiento y se puso a cantar a capella "Don’t Worry, Be Happy"

El chino, que se asomaba a través de la ventana, calculó la altura, la trayectoria, la velocidad y demás, se dirigió hacia la puerta del avión, la abrió y saltó al vacío dando giros ninjas, tratando de planear en el aire con las técnicas de Kung Fu del tigre y el dragón y de shaolin que sabía para intentar un peligroso aterrizaje y sobrevivir.

El mexicano, viendo todo el caos alrededor, exclamó encabronado:

- ¡Chingada madre, hombre! ¡No valen verga! ¡No valen verga!

Se levantó de su asiento furioso, se dirigió hacia la cabina, abrió la puerta en donde estaban el piloto, el co-piloto y el alemán intentando reparar frenéticamente la maquinaria, los miró con desprecio y les dijo en tono inquisitivo:

- ¡A ver, cabrones! ¡¿Cómo chingados está eso de que nos vamos a estrellar?! ¡No mamen!
¡¿Dónde está el gerente?! ¡Exijo ver al gerente!
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