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Bueno, la siguiente historia que a continuación será relatada, por más inverosímil, irracional y absurda que pudiera parecer, está basada en hechos verídicos. No obstante, para proteger la identidad de los afectados, habremos de cambiar los nombres originales.
Además se cuenta con el total consentimiento del relator original, para publicar la anécdota aquí en el presente espacio.
Empero, hay que considerar que aunque a algunas personas les podrá parecer algo grotesco y ofensivo, por verse - quizás - reflejados en esta impersonal historia, (ya que según quién me la contó en base a su experiencia, dice que es algo que le puede pasar a cualquiera), sin embargo, yo le desmentí, diciéndole que era una historia totalmente fantástica, sobrecargado de melodrama explosivo.
Sencillamente, me pareció genial su historia, no es un rompimiento amoroso convencional, he aquí que hay una historia poderosa para aquellos que reflexionan, una escena digna de un dramón hollywoodense merecedor de Oscares y premios a la academia.
Otra cosa, antes de comenzar las líneas del relato, hay que advertirse que se trata de una historia con implicaciones homosexuales. Digo, para que no digan que no se les advirtió.
Todo está relatado según la visión y versión (con adornos literarios míos, por supuesto) de un muy buen amigo y artista de Tampico, quien en este escrito cambia su nombre por "Adalberto".
Advierto también y por último, que aunque no soy homofóbico ni tengo nada contra esos monstruosos seres del lado oscuro, he de informar a los honorables lectores justos, heterosexuales, que ciertamente hay una conspiración por parte de los homosexuales para subyugar el mundo. Vislumbren la posibilidad de ser recluídos y asesinados en campos de concentración para heterosexuales.
Pero bueno, eso es parte de otro cuento.
Pasemos entonces con el relato:
En una calmada noche, al punto de las 10:00 PM, llegó Rogelio en su auto, a la casa de Adalberto, muy feliz, contento, contentísimo. Con un ramo de rosas rojas y una tarjetita con un breve poema cursi de cuatro versos.
Se detuvo ante la puerta de su amado, y antes de dar un rítmico y coqueto golpeteo a la puerta (ya que nunca se han molestado en reparar el timbre) se acicaló un poquito, se desfajó un poquito y tocó por fin, nervioso y eufórico a la vez, pues creería él que sería una romántica noche a la luz de las velas que terminaría en una frenética noche de pasión con ambos personajes cubiertos de sudor y fluidos corporales que brotan de la lujuria.
Adalberto abrió la puerta y recibió inexpresivo, los besos apasionados de su novio.
Rogelio entonces le dijo:
- Hola Amor, buenas noches flaquito bonito.
- Ah sí, buenas noches - contestó con un tono plano e inflexivo, atonal, desanimado.
Rogelio no se percataba aún de la actitud pusilánime de Adalberto.
- Toma - Rogelio le dio el ramo de rosas rojas - son para ti.
- Gracias - contestó seco Adalberto, pero no las recibió
- ¿Te gustan? - preguntó sonriente el enamorado
- Sí, son bonitas
- Y bien...- replicó cachondamente Rogelio - ¿pasamos a tu casa? Ten, toma las rosas, son para ti, te dije.
- No
- ¿No?
- No
- ¿Por qué no? Ándale que hoy traigo unas ganas que no te la vas a acabar - le susurró éste a Adalberto en el oído mientras que con una mano le daba un pellizco en su nalga izquierda.
- Mira, Rogelio, tenemos que hablar... - Dijo serio Adalberto sin dirigirle la mirada, algo nervioso ya
- ¿De qué? - Rogelio entonces se preocupó, suponiendo una mala noticia que afectaba gravemente su inmoral relación de pareja. Río nervioso, mostrando toda su dentadura, forzando la sonrisa, tratando de ocultar su naciente angustia.
- Ya no te quiero - dijo de golpe Adalberto, dejando escapar un suspiro que parecía haber estado confinado en sus pulmones por largos meses.
- Já já, uy si, entonces yo tampoco te quiero - respondió Rogelio de manera inmediata y más nerviosa aún, sin saber dar una réplica inteligente o con cargas humorísticas - já já. Ándale Adalberto, ya no estés de payaso, vamos a pasar, que me muero de hambre, de comida y de ti.
- No
- ¡Ay! - dando un suave golpecito con la mano abierta en el pecho de Adalberto - ¡Que payasa estás el día de hoy!
Adalberto no respondió, y un silencio incómodo imperó sobre los protagonistas de este melodrama.
No habían pasado ni veinte segundos, cuando Rogelio sintió unas ligeras arritmias cardíacas, suspiro lenta y profundamente, su larga sonrisa se había esfumado completamente, dejando en su lugar unos labios de embalsamado. Preguntó amargado:
- ¿Qué pasa Beto? ¿Te peleaste con tu papá? ¿Descubrió otro mensaje cochinote de los que te envíe?
- No
- ¿Entonces? Ándale Betito, ya no te hagas de rogar. ¡Dime que te pasa, hombre! ¿Estás enojado conmigo?
- No - Adalberto apretó los labios, como desesperado por terminar el trágico encuentro e irse a dormir o a ver una película y olvidar el asunto. Tragó saliva y prosiguió - Ya te lo dije Rogelio, por favor, vete.
- ¡Jehehehehe! ¡Ay perra! - Rogelio, visiblemente molesto, intentó bromear un poco, más no pudo inventar algo, bajo su ramo de rosas rojas y miro hacia el piso por un momento. Finalmente apretó los dientes, sintió el abdomen, los pulmones y la coronilla incendiadas - Ya, en serio, Adalberto, no juegues así, no seas cruel, condenada.
- No estoy jugando. Tenemos que cortar, ya no te amo, no siento nada por ti, esa la verdad, y tú lo sabes.
El silenció volvió, creció y se hizo asfixiante, caluroso, bochornoso.
Las glándulas lacrimales traicionaron a Rogelio, cuya tez de piel se había tornado rosada, por acción de la presión sanguínea. El caminó entonces de un lado para otro desesperadamente, gruño, suspiró, volvió a gruñir, se llevo ambas manos a la cabeza, apretó los dientes, los rechinó, pateo el suelo, y después de un irracional acto que se volvería dentro de las próximas líneas, más irracional aún, trato de recobrar la compostura y tener un diálogo serio y maduro, y preguntó de nueva cuenta:
- ¿Hablas en serio?
- Sí, muy en serio Rogelio. Perdón, pero así son las cosas... - Contestó Adalberto rotundamente, en aparente calma.
Rogelio no aguantó más, le arrojó el ramo de rosas a la cara a Adalberto y murmuró con acidez asesina, mi:
- Hijo de la chingada...maldito...maldito... ¡Te odio! ¡Te odio maldito! ¡Te odio! ¡¿Me escuchas?! Siempre te he odiado, eres insoportable, te odio, te odio!
No hubo respuesta por parte del cínico inmutado, más el despechado recapacitó inmediatamente, midiendo la intensidad de su ofensa y sus posibles repercusiones en las posibles relaciones futuras, creyó nuevamente que se trataba de una broma, pero con rapidez la realidad le dio otra fuerte cachetada, pero de todas formas intentó reparar sus palabras,que al parecer le pasaban como si nada a Adalberto.
- ¡No, no, perdón, perdón! ¡Perdón Betito, Betito, te amo, te amo! ¡No quise decirte eso! ¡Estaba bromeando, sí como tú! ¡Te amo, te amo! ¡Jehehe! ¿Estás bien? ¿Te lastimé? - El sufrido muchacho le llevó las manos al rostro del producto de su amor-odio, acariciándole con temblorosa delicadeza, más Adalberto, simplemente se las retiró, diciéndole en completamente calma:
- Por favor...vete, entiéndelo, ya no siento nada por ti. No sé porque , así son las cosas. Vete y no te hagas sufrir más de la cuenta.
- ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooo! - Gritó el pobre Rogelio con desgarrador alarido que resonó a 20 cuadras a la redonda e hizo que algunos vecinos se asomaran por las iluminadas ventanas. Adalberto se percató de esto, más no así su encabriputecido amante - ¡¿Por quéééé?! ¡¿Por quéééé?!! ¡¿Qué te hice para que me trates así?! ¡No es justo! ¡No es justo!
El nerviosismo incandescente de Rogelio aumentaba, era una olla de presión, su sangre sulfuraba, se llevó las manos al cuero cabelludo y empezó a tirar de éste, arrancándose una buena cantidad de pelos. El ardor que le provocaba el arrancarse los cabellos solamente le encendía más este mál ánimo. Se acercó a la pared, le dió una patada, y le dió algunos puñetazos, dándole rienda suelta al llanto.
- Rogelio, por favor, ya cálmate y vete a tu casa, es algo tarde ya, y los vecinos se pueden molestar...
- ¡Ah! ¡¿Y a mi qué me importan tus pinches vecinos?! ¡Se trata de nosotros, por el amor de Dios! ¡De nosotros dos! ¡¿Qué chingados te importa lo que piensen los vecinos, los demás?!...¡Ah! ¡Sí, ya veo, eso es todo lo que te importa, ¿verdad?! ¡Lo que piensen los demás! ¡Pues sabes qué,vete a la mierda con los demás!
- Bueno - y Adalberto entonces se dispuso a cerrar la puerta de inmediato - pero rápidamente la furibunda mano de su enloquecido amante se lo impidió violentamente.
- ¡Betito! ¡Betito! ¡Por favor! no quisé decir eso, tú lo sabes, yo te amo! ¡Yo te amo! ¡No me hagas esto, te lo suplico, dame una oportunidad, por favor! ¡Perdoname! ¡Perdoname! ¡Seré bueno...seré bueno...buuuuuhhhh
Rogelio cayó de rodillas al polvoriento suelo, se postró, derramando de manera incesante lágrimas, sudor, saliva y mocos al sueño. Y ahí se mantuvo llorando por unos 3 minutos, pegándole eventualmente al suelo con el canto de sus manos. Los vecinos contemplaban la escena. Algunos inexpresivamente, otros reían, otros se compadecían, y otros hasta comían y bebían refresco, como si se tratará de una secuencia cinematográfica.
Adalberto simplemente permanecía ahí, sin mostrar emoción alguna...más bien...una pequeña sonrisa comenzaba a esbozarse en su rostro...una sonrisa malévola, que gozaba del dolor que siempre le fue ajeno...
Rogelio reocogió todas las rosas, las juntó e intentó colocárselas en las manos a Adalberto, pero éste no hacia ni el mínimo intento por flexionar su mano para sostenerlas, dejándolas caer nuevamente sobre la sucia superficie sobre la que se encontraba derrumbado Rogelio.
- ¿Por qué?...¿Por qué?...¿Por qué? - repetía incesantemente a manera de mantra - eres tan cruel...eres tan cruel...pe-pe...pero...pero espera ¡eso es! ¡Espera! ¡Ya lo sé! ¡Eso es!
No me cierres la puerta Betito mío, espera, tengo algo para ti en el auto, déjame ir por él, te va a gustar, espérame aquí...
- No. Por favor, no insistas Rogelio, no podría aceptar tus regalos.
- No,no, no, no, no, no, sólo espera, te va a encantar, te va a encantar
Rogelio se limpió con el antebrazo la cortina viscosa de mocos que tenía embarrada por toda la cara, sonrío abiertamente y se dirigió a toda prisa hacia su auto. Abrió la puerta y tomó una caja rectangular envuelta en una fina envoltura metálica de un color rojo vivo, y un listón de guinda. Volvió apresurado y entre risas propias de cualquier tampiqueña menopáusica histérica.
- Ten, ten, ten, a-a, ábrelo, ábrelo, ¡te va a encantar!
- Ya te dije que no...
- Mira, yo lo abriré por ti, te -te v-v-va a gustar - decía tartamudeando con demencial felicidad amarga mientras hacia pedazos la envoltura y estiraba el listón hasta romperlo. Era una cajita de madera oscura, muy fina y cara. Levantó la tapa y descubrió largo y grueso vibrador de doble cabeza.
- ¿Ves? ¿Te gusta? - preguntó extasiado y con la esperanza medio devuelta, atisbando un rayo de luz de alegría - mira, y le mandé grabar nuestras caras en las cabezas, la tuya está aquí de mi lado, y la mía aquí de tu lado. ¿Verdad que es genial? ¿verdad? Y mira, tiene 5 velocidades, y viene con lubricantes y- y- y - y, y eso no es todo, también te compraré un anillo y nos iremos a vivir juntos a -a -a...a ¿a dónde quieres mi amor? ¿Hawai? ¿Las vegas? Y- y-y...y te llevaré a ver todas las funciones del Circo du Solei, siempre, siempre ¡Siempre! ¡¿Verdad que sí?! ¿Te gusta tu regalo?
- ...No lo puedo aceptar
- Anda, toma, toma, tómalo, mira, ya le puse baterías antes de venir
El enloquecido hombre encendió hasta la tercer velocidad el gran juguete sexual y comenzó a vibrar vigorosamente y el ruido del motor resonaba fuertemente. Se lo puso entre las manos, pero al igual que con las rosas, Adalberto simplemente lo dejo caer al suelo.
- ¡Nooooo! ¡¿Qué haces Adalberto?! ¡Es muy caro!
- Es muy bonito...pero no lo quiero, llévatelo
- ¡Maldito!¡Te odio! ¡Te odio maldito! ¡Basta ya de tus niñerías!¡Tú sabes que yo puedo conseguirme cualquier hombre cuando quiera! ¡Yo puedo salir con quien quiera y cuándo quiera! ¡No tienes idea de todos los hombres que quisieran salir conmigo!¡Yo los tengo aquí en la palma de mi mano, pero te quería a ti! ¡Eres un estúpido! ¡Sí, eso es lo que eres! ¡Un estúpido!
- Está bien, entonces soy un estúpido - dijo Adalberto, mientras daba la media vuelta para irse a su casa. Los vecinos seguían atentamente el desarrollo de la escena.
- ¡No! ¡Espera no te vayas....no te vayas...no...no me dejes... - Lqs lágrimas volvieron a correr libremente por el enrojecido rostro hinchado de Rogelio, la garganta se le secó, su nariz se congestionó nuevamente y se entregó a un enternecedor llanto, como de niño abandonado para siempre por sus padres, por el mundo. Volvió a tirarse de rodillas y se sujetó con ambas manos de los pies de Adalberto, mientras el largo y grueso consolador texturizado simulando hinchadas venas, vibraba en el piso, moviéndose en círculos alrededor de la melodramática pareja.
- No te vayas...no me dejes...no me dejes Betito...Al menos...déjame darte una última cogida...por los buenos tiempos...¡por favor! ¡Por lo que más quieras!...ándale...te lo suplico...es más, mira, mira, mira lo que hago por ti - y acto seguido comenzó a lamer fervientemente y lleno de temor los tennis converse de Adalberto - ¡Mira! ¡Estoy a tus pies, lamos tus pies! ¡¿Qué más quieres?! Sí, sí, sí, ¡Pónme la suela de tus tennis! ¡Déjame lamerlos!
El cínico y descorazonado Adalberto levantó la pierna para dejar al descubierto la suela del tennis de su pie derecho y Rogelio la lamió sin vacilar, tembloroso y con la respiración agitada y entrecortada. El sabor amargo de la suciedad parecía no importarle, cerró sus ojos y por alrededor de un minuto, mientras Adalberto se llevaba la mano sobre su boca para cubrir su sonrisa e hizo un enorme esfuerzo por contener la risa. Rogelio terminó de pasarle la lengua. Tragó saliva y le preguntó lleno de inseguridad, conservando aún un átomo de esperanza:
- ¿Te gustó? ¿Quieres más? ¿Quieres que siga con el otro pie?
Adalberto, bajó el pie y dijo con toda la sencillez del mundo:
- No. Así está bien, ya puedes irte...
- No, por favooooorr...no seas así Beto...no, espera - y sujetó aún más fuerte el pie de Adalberto - mira lo que me hiciste hacer! -
- Yo no te dije que lo hicieras
- ¡Aaaarrgh! ¡Beto, por favor! ¡Está bien! ¡Pero mira lo que voy a hacer entonces!
Rogelio apretó su puño con fuerza y toda la mano temblaba con más intensidad que el vibrador que seguía recorriendo el suelo sin rumbo fijo y en un santiamén un seco y sonoro golpe resonó con eco en las paredes de la casa de Adalberto. Rogelio se golpeó el cráneo y se dió otra intensa serie de fuertes puñetazos que le provocaron visibles inflamaciones - chipotes - después de unos minutos.
- ¡Mira! ¡Toma! ¡Esto es por ti! ¡Mira lo que me haces hacer! ¡Mira, mira!
Y el enfurecido y atemorizado puño dirigió el impacto hacia otras áreas de la cara: el tabique nasal, los labios, los ojos, los pómulos...
Después de un breve rato de golpizas autoprovocadas, Rogelio se detuvo adolorido, escupiendo sanngre, sin voz, con los ojos hinchados, morados. Con la cara vuetlo un cúmulo de hematomas.
Pronunció unos quedos quejidos de dolor y se hincó, se postró nuevamente hacia los pies y su desesperación fue otra vez encendida de manera repentina.
- ¡Mira Betito! ¿Quieres que sea tu perrito? Seré tu perrito, mira - y el maltrecho hombre comenzó a andar a cuatro patas y a ladrar como un Fench Poodle - Wuuf, wuuf, wuuf wuuf...y se fue corriendo así a cuatro patas a dos metros de distancia y con la misma se regresó, y simuló respirar agitadamente como un perrito, para lamer después los pies de su amo - ¡wuuf wuuuf! ¡baha baha waha, wuuf wuuf!
Adalberto soltó una sonora carcajada.
- ¿Ah? ¿Wuf wuuuf? - siguiendo en su papel de perro. De un perro que parecía entender las reacciones de su amo - ¿te gustó amor? ¿Quieres que te ladre? ¿Te muevo la colita? - Rogelio movió graciosamente la cadera de un lado para otro, así a cuatro patas, simulando ser aún el perro y comenzó a reír también.
Ambos hombres rieron, y hasta el cosolador vibrante de doble cabeza con los rostros de la pareja grabados en sus respectivos extremos parecía reír también, como una de esas dentaduras de cuerda.
No obstante, Adalberto detuvo sus hilarantes riostadas y el aturdido muchacho con la cara vuelta un costal de papas sangrante siguió con las carcajadas por otro largo minuto...hasta que volteó a ver a su amo, la risa fue disminuyendo paulatinamente y el silencio hizo acto de presencia por tercera vez. Los vecinos contemplaban con una atención increíble, totalmente fascinados por tal exhibición pública de drama. Hasta los grillos dejaron de cantar y contemplaban la escena, confundidos.
Finalmente y para no extender esto de más, Rogelio calmó un poco su ira y se fue del lugar, completamente humillado, sangrante, amargado, y con un profundo pesar rencoroso oprimiéndole el pecho. No sin antes darle de patadas a su propio auto, rompiéndo los focos delanteros, el espejo retrovisor, provocando algunas abolladuras por aquí y por allá, mentándole la madre a su ahora ex-novio, haciéndole señas obscenas, deseándole la peor de las muertes, y de paso deseándole la peor de las muertes también a los vecinos, llamándoles chismosos, mediocres, nacos, buenos para nada, sin que hacer.
Recogió el vibrador de doble punta. Se subió a su carro y arrancó a toda marcha, rechinando llantas, llorando por todo el camino, gritando como demente. Pegándole de vez en cuando al volante. Rompió el espejo retrovisor interior al verse reflejado, y lanzó tremendos gruñidos, ruidos guturales salían con toda naturalidad de su garganta, sonaba como un mandril furioso.
Se dirigió a los campos oscuros de la Universidad, y bajo un árbol se estimuló sexualmente con el vibrador de doble punta mientras lloraba y sollozaba con el más amargo de los gestos y murmuraba apretando los dientes: "Te mataré, maldito bastardo, te mataré...te lo juro...te lo juroooo".
Aquello iba más allá de eros y tanatos, de lo absurdo.
Finalmente el estropajo viviente eyaculó un breve chorrito de vital líquido y se quedó viendo las estrellas. Se calmó y se subió la cremallera, se abotonó el pantalón y se dirigió hacia su casa en completo silencio.
Empero en cuanto abrió la puerta de su hogar, su madre estaba en la entrada y al ver las magulladuras del auto y de su inflamado rostro exclamó sorpendidísima:
- ¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué te pasó criatura?!
Rogelio respondió de inmediato con una impensada cachetada que le volteó el rostro a su madre, y le gritó:
- ¡¿Qué te importa?! ¡Déjame en paz!
Y subió corriendo las escaleras de su cuarto entre ahogados llantos de magdalena. Abrió la puerta de su recámara y se lanzó hacia su cama con los brazos cubriendo su rostro inundado en llanto.
Sin embargo, su deprimente ira irracional cegó el cálculo de su lanzamiento y aterrizó con la mandíbula sobre el borde rígido de madera de su cama, tumbándole los dientes incisivos de inmediato.
Rogelio perdió la conciencia y su cuerpo quedó tendido sobre la alfombra de su recámara, iluminado por la luz lunar que entraba por la ventana.
Por supuesto que hay más historia, pero ya ocupé demasiado espacio aquí y quiero descansar un ratito.
Hasta la fecha Rogelio sigue insistiéndole a Adalberto, vía telefónica más que nada, un reconciliación, un reencuentro o por lo menos un fajecito, prometiendo que sólo meter la puntita, o cosas así, pero ante la rotunda negativa de Adalberto, él vuelve a perder los estribos con locura demencial que asustaría hasta a un asesino serial o algún adorador de Satán. Termina arrojando los teléfonos hacia la pared, luego le sigue con los platos y la cristalería...y así. No es algo muy agradable de ver que digamos. Pero bien, La vida sigue su curso.
Me despido y hasta pronto.
Que tengan sanas relaciones con sus amadas, amados y seres queridos.
La paz sea con ustedes.
Hasta otra n_n!
Además se cuenta con el total consentimiento del relator original, para publicar la anécdota aquí en el presente espacio.
Empero, hay que considerar que aunque a algunas personas les podrá parecer algo grotesco y ofensivo, por verse - quizás - reflejados en esta impersonal historia, (ya que según quién me la contó en base a su experiencia, dice que es algo que le puede pasar a cualquiera), sin embargo, yo le desmentí, diciéndole que era una historia totalmente fantástica, sobrecargado de melodrama explosivo.
Sencillamente, me pareció genial su historia, no es un rompimiento amoroso convencional, he aquí que hay una historia poderosa para aquellos que reflexionan, una escena digna de un dramón hollywoodense merecedor de Oscares y premios a la academia.
Otra cosa, antes de comenzar las líneas del relato, hay que advertirse que se trata de una historia con implicaciones homosexuales. Digo, para que no digan que no se les advirtió.
Todo está relatado según la visión y versión (con adornos literarios míos, por supuesto) de un muy buen amigo y artista de Tampico, quien en este escrito cambia su nombre por "Adalberto".
Advierto también y por último, que aunque no soy homofóbico ni tengo nada contra esos monstruosos seres del lado oscuro, he de informar a los honorables lectores justos, heterosexuales, que ciertamente hay una conspiración por parte de los homosexuales para subyugar el mundo. Vislumbren la posibilidad de ser recluídos y asesinados en campos de concentración para heterosexuales.
Pero bueno, eso es parte de otro cuento.
Pasemos entonces con el relato:
En una calmada noche, al punto de las 10:00 PM, llegó Rogelio en su auto, a la casa de Adalberto, muy feliz, contento, contentísimo. Con un ramo de rosas rojas y una tarjetita con un breve poema cursi de cuatro versos.
Se detuvo ante la puerta de su amado, y antes de dar un rítmico y coqueto golpeteo a la puerta (ya que nunca se han molestado en reparar el timbre) se acicaló un poquito, se desfajó un poquito y tocó por fin, nervioso y eufórico a la vez, pues creería él que sería una romántica noche a la luz de las velas que terminaría en una frenética noche de pasión con ambos personajes cubiertos de sudor y fluidos corporales que brotan de la lujuria.
Adalberto abrió la puerta y recibió inexpresivo, los besos apasionados de su novio.
Rogelio entonces le dijo:
- Hola Amor, buenas noches flaquito bonito.
- Ah sí, buenas noches - contestó con un tono plano e inflexivo, atonal, desanimado.
Rogelio no se percataba aún de la actitud pusilánime de Adalberto.
- Toma - Rogelio le dio el ramo de rosas rojas - son para ti.
- Gracias - contestó seco Adalberto, pero no las recibió
- ¿Te gustan? - preguntó sonriente el enamorado
- Sí, son bonitas
- Y bien...- replicó cachondamente Rogelio - ¿pasamos a tu casa? Ten, toma las rosas, son para ti, te dije.
- No
- ¿No?
- No
- ¿Por qué no? Ándale que hoy traigo unas ganas que no te la vas a acabar - le susurró éste a Adalberto en el oído mientras que con una mano le daba un pellizco en su nalga izquierda.
- Mira, Rogelio, tenemos que hablar... - Dijo serio Adalberto sin dirigirle la mirada, algo nervioso ya
- ¿De qué? - Rogelio entonces se preocupó, suponiendo una mala noticia que afectaba gravemente su inmoral relación de pareja. Río nervioso, mostrando toda su dentadura, forzando la sonrisa, tratando de ocultar su naciente angustia.
- Ya no te quiero - dijo de golpe Adalberto, dejando escapar un suspiro que parecía haber estado confinado en sus pulmones por largos meses.
- Já já, uy si, entonces yo tampoco te quiero - respondió Rogelio de manera inmediata y más nerviosa aún, sin saber dar una réplica inteligente o con cargas humorísticas - já já. Ándale Adalberto, ya no estés de payaso, vamos a pasar, que me muero de hambre, de comida y de ti.
- No
- ¡Ay! - dando un suave golpecito con la mano abierta en el pecho de Adalberto - ¡Que payasa estás el día de hoy!
Adalberto no respondió, y un silencio incómodo imperó sobre los protagonistas de este melodrama.
No habían pasado ni veinte segundos, cuando Rogelio sintió unas ligeras arritmias cardíacas, suspiro lenta y profundamente, su larga sonrisa se había esfumado completamente, dejando en su lugar unos labios de embalsamado. Preguntó amargado:
- ¿Qué pasa Beto? ¿Te peleaste con tu papá? ¿Descubrió otro mensaje cochinote de los que te envíe?
- No
- ¿Entonces? Ándale Betito, ya no te hagas de rogar. ¡Dime que te pasa, hombre! ¿Estás enojado conmigo?
- No - Adalberto apretó los labios, como desesperado por terminar el trágico encuentro e irse a dormir o a ver una película y olvidar el asunto. Tragó saliva y prosiguió - Ya te lo dije Rogelio, por favor, vete.
- ¡Jehehehehe! ¡Ay perra! - Rogelio, visiblemente molesto, intentó bromear un poco, más no pudo inventar algo, bajo su ramo de rosas rojas y miro hacia el piso por un momento. Finalmente apretó los dientes, sintió el abdomen, los pulmones y la coronilla incendiadas - Ya, en serio, Adalberto, no juegues así, no seas cruel, condenada.
- No estoy jugando. Tenemos que cortar, ya no te amo, no siento nada por ti, esa la verdad, y tú lo sabes.
El silenció volvió, creció y se hizo asfixiante, caluroso, bochornoso.
Las glándulas lacrimales traicionaron a Rogelio, cuya tez de piel se había tornado rosada, por acción de la presión sanguínea. El caminó entonces de un lado para otro desesperadamente, gruño, suspiró, volvió a gruñir, se llevo ambas manos a la cabeza, apretó los dientes, los rechinó, pateo el suelo, y después de un irracional acto que se volvería dentro de las próximas líneas, más irracional aún, trato de recobrar la compostura y tener un diálogo serio y maduro, y preguntó de nueva cuenta:
- ¿Hablas en serio?
- Sí, muy en serio Rogelio. Perdón, pero así son las cosas... - Contestó Adalberto rotundamente, en aparente calma.
Rogelio no aguantó más, le arrojó el ramo de rosas a la cara a Adalberto y murmuró con acidez asesina, mi:
- Hijo de la chingada...maldito...maldito... ¡Te odio! ¡Te odio maldito! ¡Te odio! ¡¿Me escuchas?! Siempre te he odiado, eres insoportable, te odio, te odio!
No hubo respuesta por parte del cínico inmutado, más el despechado recapacitó inmediatamente, midiendo la intensidad de su ofensa y sus posibles repercusiones en las posibles relaciones futuras, creyó nuevamente que se trataba de una broma, pero con rapidez la realidad le dio otra fuerte cachetada, pero de todas formas intentó reparar sus palabras,que al parecer le pasaban como si nada a Adalberto.
- ¡No, no, perdón, perdón! ¡Perdón Betito, Betito, te amo, te amo! ¡No quise decirte eso! ¡Estaba bromeando, sí como tú! ¡Te amo, te amo! ¡Jehehe! ¿Estás bien? ¿Te lastimé? - El sufrido muchacho le llevó las manos al rostro del producto de su amor-odio, acariciándole con temblorosa delicadeza, más Adalberto, simplemente se las retiró, diciéndole en completamente calma:
- Por favor...vete, entiéndelo, ya no siento nada por ti. No sé porque , así son las cosas. Vete y no te hagas sufrir más de la cuenta.
- ¡Noooooooooooooooooooooooooooooooo! - Gritó el pobre Rogelio con desgarrador alarido que resonó a 20 cuadras a la redonda e hizo que algunos vecinos se asomaran por las iluminadas ventanas. Adalberto se percató de esto, más no así su encabriputecido amante - ¡¿Por quéééé?! ¡¿Por quéééé?!! ¡¿Qué te hice para que me trates así?! ¡No es justo! ¡No es justo!
El nerviosismo incandescente de Rogelio aumentaba, era una olla de presión, su sangre sulfuraba, se llevó las manos al cuero cabelludo y empezó a tirar de éste, arrancándose una buena cantidad de pelos. El ardor que le provocaba el arrancarse los cabellos solamente le encendía más este mál ánimo. Se acercó a la pared, le dió una patada, y le dió algunos puñetazos, dándole rienda suelta al llanto.
- Rogelio, por favor, ya cálmate y vete a tu casa, es algo tarde ya, y los vecinos se pueden molestar...
- ¡Ah! ¡¿Y a mi qué me importan tus pinches vecinos?! ¡Se trata de nosotros, por el amor de Dios! ¡De nosotros dos! ¡¿Qué chingados te importa lo que piensen los vecinos, los demás?!...¡Ah! ¡Sí, ya veo, eso es todo lo que te importa, ¿verdad?! ¡Lo que piensen los demás! ¡Pues sabes qué,vete a la mierda con los demás!
- Bueno - y Adalberto entonces se dispuso a cerrar la puerta de inmediato - pero rápidamente la furibunda mano de su enloquecido amante se lo impidió violentamente.
- ¡Betito! ¡Betito! ¡Por favor! no quisé decir eso, tú lo sabes, yo te amo! ¡Yo te amo! ¡No me hagas esto, te lo suplico, dame una oportunidad, por favor! ¡Perdoname! ¡Perdoname! ¡Seré bueno...seré bueno...buuuuuhhhh
Rogelio cayó de rodillas al polvoriento suelo, se postró, derramando de manera incesante lágrimas, sudor, saliva y mocos al sueño. Y ahí se mantuvo llorando por unos 3 minutos, pegándole eventualmente al suelo con el canto de sus manos. Los vecinos contemplaban la escena. Algunos inexpresivamente, otros reían, otros se compadecían, y otros hasta comían y bebían refresco, como si se tratará de una secuencia cinematográfica.
Adalberto simplemente permanecía ahí, sin mostrar emoción alguna...más bien...una pequeña sonrisa comenzaba a esbozarse en su rostro...una sonrisa malévola, que gozaba del dolor que siempre le fue ajeno...
Rogelio reocogió todas las rosas, las juntó e intentó colocárselas en las manos a Adalberto, pero éste no hacia ni el mínimo intento por flexionar su mano para sostenerlas, dejándolas caer nuevamente sobre la sucia superficie sobre la que se encontraba derrumbado Rogelio.
- ¿Por qué?...¿Por qué?...¿Por qué? - repetía incesantemente a manera de mantra - eres tan cruel...eres tan cruel...pe-pe...pero...pero espera ¡eso es! ¡Espera! ¡Ya lo sé! ¡Eso es!
No me cierres la puerta Betito mío, espera, tengo algo para ti en el auto, déjame ir por él, te va a gustar, espérame aquí...
- No. Por favor, no insistas Rogelio, no podría aceptar tus regalos.
- No,no, no, no, no, no, sólo espera, te va a encantar, te va a encantar
Rogelio se limpió con el antebrazo la cortina viscosa de mocos que tenía embarrada por toda la cara, sonrío abiertamente y se dirigió a toda prisa hacia su auto. Abrió la puerta y tomó una caja rectangular envuelta en una fina envoltura metálica de un color rojo vivo, y un listón de guinda. Volvió apresurado y entre risas propias de cualquier tampiqueña menopáusica histérica.
- Ten, ten, ten, a-a, ábrelo, ábrelo, ¡te va a encantar!
- Ya te dije que no...
- Mira, yo lo abriré por ti, te -te v-v-va a gustar - decía tartamudeando con demencial felicidad amarga mientras hacia pedazos la envoltura y estiraba el listón hasta romperlo. Era una cajita de madera oscura, muy fina y cara. Levantó la tapa y descubrió largo y grueso vibrador de doble cabeza.
- ¿Ves? ¿Te gusta? - preguntó extasiado y con la esperanza medio devuelta, atisbando un rayo de luz de alegría - mira, y le mandé grabar nuestras caras en las cabezas, la tuya está aquí de mi lado, y la mía aquí de tu lado. ¿Verdad que es genial? ¿verdad? Y mira, tiene 5 velocidades, y viene con lubricantes y- y- y - y, y eso no es todo, también te compraré un anillo y nos iremos a vivir juntos a -a -a...a ¿a dónde quieres mi amor? ¿Hawai? ¿Las vegas? Y- y-y...y te llevaré a ver todas las funciones del Circo du Solei, siempre, siempre ¡Siempre! ¡¿Verdad que sí?! ¿Te gusta tu regalo?
- ...No lo puedo aceptar
- Anda, toma, toma, tómalo, mira, ya le puse baterías antes de venir
El enloquecido hombre encendió hasta la tercer velocidad el gran juguete sexual y comenzó a vibrar vigorosamente y el ruido del motor resonaba fuertemente. Se lo puso entre las manos, pero al igual que con las rosas, Adalberto simplemente lo dejo caer al suelo.
- ¡Nooooo! ¡¿Qué haces Adalberto?! ¡Es muy caro!
- Es muy bonito...pero no lo quiero, llévatelo
- ¡Maldito!¡Te odio! ¡Te odio maldito! ¡Basta ya de tus niñerías!¡Tú sabes que yo puedo conseguirme cualquier hombre cuando quiera! ¡Yo puedo salir con quien quiera y cuándo quiera! ¡No tienes idea de todos los hombres que quisieran salir conmigo!¡Yo los tengo aquí en la palma de mi mano, pero te quería a ti! ¡Eres un estúpido! ¡Sí, eso es lo que eres! ¡Un estúpido!
- Está bien, entonces soy un estúpido - dijo Adalberto, mientras daba la media vuelta para irse a su casa. Los vecinos seguían atentamente el desarrollo de la escena.
- ¡No! ¡Espera no te vayas....no te vayas...no...no me dejes... - Lqs lágrimas volvieron a correr libremente por el enrojecido rostro hinchado de Rogelio, la garganta se le secó, su nariz se congestionó nuevamente y se entregó a un enternecedor llanto, como de niño abandonado para siempre por sus padres, por el mundo. Volvió a tirarse de rodillas y se sujetó con ambas manos de los pies de Adalberto, mientras el largo y grueso consolador texturizado simulando hinchadas venas, vibraba en el piso, moviéndose en círculos alrededor de la melodramática pareja.
- No te vayas...no me dejes...no me dejes Betito...Al menos...déjame darte una última cogida...por los buenos tiempos...¡por favor! ¡Por lo que más quieras!...ándale...te lo suplico...es más, mira, mira, mira lo que hago por ti - y acto seguido comenzó a lamer fervientemente y lleno de temor los tennis converse de Adalberto - ¡Mira! ¡Estoy a tus pies, lamos tus pies! ¡¿Qué más quieres?! Sí, sí, sí, ¡Pónme la suela de tus tennis! ¡Déjame lamerlos!
El cínico y descorazonado Adalberto levantó la pierna para dejar al descubierto la suela del tennis de su pie derecho y Rogelio la lamió sin vacilar, tembloroso y con la respiración agitada y entrecortada. El sabor amargo de la suciedad parecía no importarle, cerró sus ojos y por alrededor de un minuto, mientras Adalberto se llevaba la mano sobre su boca para cubrir su sonrisa e hizo un enorme esfuerzo por contener la risa. Rogelio terminó de pasarle la lengua. Tragó saliva y le preguntó lleno de inseguridad, conservando aún un átomo de esperanza:
- ¿Te gustó? ¿Quieres más? ¿Quieres que siga con el otro pie?
Adalberto, bajó el pie y dijo con toda la sencillez del mundo:
- No. Así está bien, ya puedes irte...
- No, por favooooorr...no seas así Beto...no, espera - y sujetó aún más fuerte el pie de Adalberto - mira lo que me hiciste hacer! -
- Yo no te dije que lo hicieras
- ¡Aaaarrgh! ¡Beto, por favor! ¡Está bien! ¡Pero mira lo que voy a hacer entonces!
Rogelio apretó su puño con fuerza y toda la mano temblaba con más intensidad que el vibrador que seguía recorriendo el suelo sin rumbo fijo y en un santiamén un seco y sonoro golpe resonó con eco en las paredes de la casa de Adalberto. Rogelio se golpeó el cráneo y se dió otra intensa serie de fuertes puñetazos que le provocaron visibles inflamaciones - chipotes - después de unos minutos.
- ¡Mira! ¡Toma! ¡Esto es por ti! ¡Mira lo que me haces hacer! ¡Mira, mira!
Y el enfurecido y atemorizado puño dirigió el impacto hacia otras áreas de la cara: el tabique nasal, los labios, los ojos, los pómulos...
Después de un breve rato de golpizas autoprovocadas, Rogelio se detuvo adolorido, escupiendo sanngre, sin voz, con los ojos hinchados, morados. Con la cara vuetlo un cúmulo de hematomas.
Pronunció unos quedos quejidos de dolor y se hincó, se postró nuevamente hacia los pies y su desesperación fue otra vez encendida de manera repentina.
- ¡Mira Betito! ¿Quieres que sea tu perrito? Seré tu perrito, mira - y el maltrecho hombre comenzó a andar a cuatro patas y a ladrar como un Fench Poodle - Wuuf, wuuf, wuuf wuuf...y se fue corriendo así a cuatro patas a dos metros de distancia y con la misma se regresó, y simuló respirar agitadamente como un perrito, para lamer después los pies de su amo - ¡wuuf wuuuf! ¡baha baha waha, wuuf wuuf!
Adalberto soltó una sonora carcajada.
- ¿Ah? ¿Wuf wuuuf? - siguiendo en su papel de perro. De un perro que parecía entender las reacciones de su amo - ¿te gustó amor? ¿Quieres que te ladre? ¿Te muevo la colita? - Rogelio movió graciosamente la cadera de un lado para otro, así a cuatro patas, simulando ser aún el perro y comenzó a reír también.
Ambos hombres rieron, y hasta el cosolador vibrante de doble cabeza con los rostros de la pareja grabados en sus respectivos extremos parecía reír también, como una de esas dentaduras de cuerda.
No obstante, Adalberto detuvo sus hilarantes riostadas y el aturdido muchacho con la cara vuelta un costal de papas sangrante siguió con las carcajadas por otro largo minuto...hasta que volteó a ver a su amo, la risa fue disminuyendo paulatinamente y el silencio hizo acto de presencia por tercera vez. Los vecinos contemplaban con una atención increíble, totalmente fascinados por tal exhibición pública de drama. Hasta los grillos dejaron de cantar y contemplaban la escena, confundidos.
Finalmente y para no extender esto de más, Rogelio calmó un poco su ira y se fue del lugar, completamente humillado, sangrante, amargado, y con un profundo pesar rencoroso oprimiéndole el pecho. No sin antes darle de patadas a su propio auto, rompiéndo los focos delanteros, el espejo retrovisor, provocando algunas abolladuras por aquí y por allá, mentándole la madre a su ahora ex-novio, haciéndole señas obscenas, deseándole la peor de las muertes, y de paso deseándole la peor de las muertes también a los vecinos, llamándoles chismosos, mediocres, nacos, buenos para nada, sin que hacer.
Recogió el vibrador de doble punta. Se subió a su carro y arrancó a toda marcha, rechinando llantas, llorando por todo el camino, gritando como demente. Pegándole de vez en cuando al volante. Rompió el espejo retrovisor interior al verse reflejado, y lanzó tremendos gruñidos, ruidos guturales salían con toda naturalidad de su garganta, sonaba como un mandril furioso.
Se dirigió a los campos oscuros de la Universidad, y bajo un árbol se estimuló sexualmente con el vibrador de doble punta mientras lloraba y sollozaba con el más amargo de los gestos y murmuraba apretando los dientes: "Te mataré, maldito bastardo, te mataré...te lo juro...te lo juroooo".
Aquello iba más allá de eros y tanatos, de lo absurdo.
Finalmente el estropajo viviente eyaculó un breve chorrito de vital líquido y se quedó viendo las estrellas. Se calmó y se subió la cremallera, se abotonó el pantalón y se dirigió hacia su casa en completo silencio.
Empero en cuanto abrió la puerta de su hogar, su madre estaba en la entrada y al ver las magulladuras del auto y de su inflamado rostro exclamó sorpendidísima:
- ¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué te pasó criatura?!
Rogelio respondió de inmediato con una impensada cachetada que le volteó el rostro a su madre, y le gritó:
- ¡¿Qué te importa?! ¡Déjame en paz!
Y subió corriendo las escaleras de su cuarto entre ahogados llantos de magdalena. Abrió la puerta de su recámara y se lanzó hacia su cama con los brazos cubriendo su rostro inundado en llanto.
Sin embargo, su deprimente ira irracional cegó el cálculo de su lanzamiento y aterrizó con la mandíbula sobre el borde rígido de madera de su cama, tumbándole los dientes incisivos de inmediato.
Rogelio perdió la conciencia y su cuerpo quedó tendido sobre la alfombra de su recámara, iluminado por la luz lunar que entraba por la ventana.
Por supuesto que hay más historia, pero ya ocupé demasiado espacio aquí y quiero descansar un ratito.
Hasta la fecha Rogelio sigue insistiéndole a Adalberto, vía telefónica más que nada, un reconciliación, un reencuentro o por lo menos un fajecito, prometiendo que sólo meter la puntita, o cosas así, pero ante la rotunda negativa de Adalberto, él vuelve a perder los estribos con locura demencial que asustaría hasta a un asesino serial o algún adorador de Satán. Termina arrojando los teléfonos hacia la pared, luego le sigue con los platos y la cristalería...y así. No es algo muy agradable de ver que digamos. Pero bien, La vida sigue su curso.
Me despido y hasta pronto.
Que tengan sanas relaciones con sus amadas, amados y seres queridos.
La paz sea con ustedes.
Hasta otra n_n!
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Y QUE PASÓ ???? DIGO LA HISTORIA ESTÁ CHINGONA, POR QUE LO DEJÓ DE QUERER ??? JAJAJAJAJAJA
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