sábado, 30 de julio de 2016

¿Artes internas, artes externas? ¿Amor o guerra?

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 De la revista Cinturón negro
Año XV. No. 157
Por Alfredo Tucci
Eros y Eris

Si existe una división esencial y eterna en las Artes Marciales, ésta viene marcada por su propio nombre.De un lado lo artístico, del otro Marte. El Arte como paradigma de Eros y Marte como perfecto ejemplo de Eris.Eros, el antiguo dios del Amor nace del Caos a la vez que su hermano Eris nace de la Guerra. Como veis, en las raíces de nuestra cultura también existía, en sus orígenes, el concepto de los opuestos complementarios del Yin y del Yang del mismo modo que en las tradiciones de Oriente. 

Amor y Guerra son dos fuerzas opuestas y complementarias y todas las culturas participan de ambas, si bien es cierto que en determinados periodos de la historia de los pueblos la tendencia ha sido ensalzar más a una que a otra.Como fuerzas indiferenciadas, Eros es tan necesarios como Eris. El uno crea, el otro destruye para poder renovar así, el ciclo de la vida, la evolución y el cambio siguen su curso eternamente. Pueblos como Esparta pusieron más acento en Eris, mientras Atenas lo puso en Eros, sin embargo de aquella dialéctica surgió una gran cultura de la que todos en Occidente somos deudores.

La guerra tal y como dice el gran estratega chino Sun Tsu, es un asunto de vital importancia, constituye la
base que determina la vida o la muerte, el camino hacia la supervivencia o la aniquilación. La guerra no es un asunto muy popular en nuestros tiempos en los que el valor de la vida del individuo se ha incrementado enormemente, especialmente si miramos hacia atrás en la historia y lo comparamos con el que se le atribuía en tiempos pretéritos. Por empatía, más que por ninguna otra razón, ninguno de nosotros amamos la idea de la guerra. Ni siquiera el principio que representa posee, digámoslo así, lo que se dice una muy buena prensa. Esto eventualmente debería dejar a Eros campando a sus anchas por el Planeta, y el cuerno de la abundancia, la cultura del vino y la miel sería el pan nuestro de cada día… pero todos sabemos que no es así. El fiel de la balanza en los corazones y en las mentes de los humanos (¡al menos formalmente!) se inclinan hoy en día hacia “la hermana suave” antes que hacia el hermano destructivo. Esta preferencia, de facto, ha creado un desequilibrio en nuestras sociedades modernas. Todo aquello que represente a Eris, la fuerza de repulsión, lo guerrero, se ve con desagrado y ha sido apartado y pospuesto: la violencia, la guerra, la muerte… ¡si hasta el propio invierno tiene mala prensa!. El ideal humano, el paradigma del paraíso es Eros y desde luego se asemeja mucho más a una isla paradisíaca llena de jóvenes felices haciendo el amor y por supuesto… ¡en verano! Las Artes Marciales deben, como un todo completo, representar en sí mismas ambos principios y así lo han hecho durante siglos, si bien y dado que todo existe en grados, las ha habido con mayor o menor predominancia de ambas fuerzas a medida que los estilos se han ido especializando.

Las Artes Suaves, las Artes Duras

Un hipotético escenario de origen común (una imagen siempre idealizada) nos hablaría del mítico principio puro en el que un perfecto equilibrio existiría entre ambas. Un Arte Marcial donde tanto el Arte como lo Marcial tuvieran su justa cabida, en el que tanto los aspectos marciales representando a Eris, como los artísticos en representación de Eros, se expresarán y formarán parte de su filosofía y práctica. Sin embargo, con el paso del tiempo se desarrolló una especialización diferencial que existe como bien sabéis entre los estilos. Los hay más propensos, en cuanto a la forma, a los movimientos suaves y lentos; los hay duros y rápidos. En cuanto al contenido: hay estilos que fijan la atención del practicante predominantemente al interior, mientras otros sólo existen en función del contrincante externo. Así, hasta para el mayor de los profanos, hay dos tipos de Artes Marciales: las suaves o internas y las duras o externas.

Bien es cierto que tal división, como todas, es antes una gama de grises que una línea trazada con un palo en el suelo. Los diversos estilos afortunadamente y muy especialmente aquellos más antiguos, inciden en ambas partes de esa línea, aunque la ley de la predominancia está implícita en cada forma de entender el Arte Marcial. Pero permitidme ahondar más en esa característica diferencial para ver hasta donde nos puede llevar y, dislocando así la realidad, poder comprenderla un poco más. A veces sólo poniendo las cosas en los extremos podemos apercibirnos más profundamente de lo que está oculto tras ellas, ¿no es así? Nadie se sienta pues ofendido por una caricatura que, a la postre, sólo nos ofrecerá una ocasión de mirar el conjunto de nuestras prácticas con perspectiva.

Los estilos internos y sus querencias. ¿Bailas o peleas?
 
Los estilos internos, tal como sus hermanos del lado opuesto, atraen decididamente como practicantes a aquellos que les son afines, que vibran en su mismo tono. Por supuesto, los de los estilos predominantemente internos no tendrían ningún empacho en declararse abiertamente y sin ningún pudor como “amantes de Eros”. Los sinuosos y suaves movimientos del Tai Chi son el “queso en la ratonera” de ese hombre longuilíneo, intelectual, interesado en las Artes, amante de la Paz y del silencio, preocupado con la salud, las buenas formas y por el estado de la capa de ozono. El practicante de Tai Chi (bien entendido que estamos usando el Tai Chi como ejemplo, y describiendo un personaje estereotipado y en tal medida falso) se siente atraído de forma inconsciente hacia su Arte, pues éste sin duda muestra su cara mas “erótica” (Eros) en un primer contacto. Luego la práctica, si bien enseñada, sorprende al adepto con sus formas de combate, lo contrasta con el esfuerzo, con esas posiciones que, para ser correcta y naturalmente adoptadas, requieren de un enorme trabajo y de una perseverancia a toda prueba, ¡algo mucho más “Erítico”! Pero no sería el primer caso de un Maestro de Tai Chi, ni posiblemente el último, que se acercara a mí para quejarse de lo mucho que le cuesta imbuir a sus alumnos del adecuado “espíritu marcial” en sus prácticas. Hace unos días, y por cambiar de estilo (no sea que se de el caso de que se me queje alguno) grabamos un vídeo con un grupo de practicantes de Esgrima, entiéndase ésta en sentido amplio, es decir no sólo esgrima de espada sino también Escrima filipina y lucha con todo tipo de armas. Su peculiaridad, reside en que sus prácticas se han visto enriquecidas por el estudio de un material interesantísimo vinculado a la historia de su país, Italia, desde la Edad Media y especialmente durante el Renacimiento, donde este Arte era ampliamente practicado por todo el mundo. “Nova Escrimia”, que así se hace llamar este grupo que tan diligentemente dirige Graciano Galvani y del que sin duda oiréis hablar mucho en el futuro, ha escrito varios e interesantes tratados sobre la materia que han despertado la atención de muchos jóvenes universitarios. El D’Artagnan que habita en cada uno de nosotros despertó por supuesto en ellos sus fantasías románticas. Maese Galvani descubrió, no sin desazón y más pronto que tarde, que en el preciso momento que en sus clases apretaba el acelerador de lo marcial (algo por otra parte esencial en su trabajo cotidiano), sus ilustres pupilos desertaban despavoridos. Y es que Maese Galvani trabaja su Arte tal y como debe de hacerse… pero el sudor, el esfuerzo y los golpes no son románticos…Algunas escuelas de Aikido, afortunadamente no todas y cada día menos, siguen danzando entorno a Tori en lugar de aprender a lanzar un ataque verdadero; algunos ¡Aikidokas no aman nada a Eris! y, sin embargo, el verdadero Aikido es imposible sin él, pues tal como lo describió su fundador el Aikido es la unificación de los dos principios.

Los estilos externos:la vía de Robocop

La eficacia en el combate está sin duda en el origen de todas las Artes Marciales como una básica aspiración de justa utilidad. Sin embargo, el reduccionismo de las actuales modas en el sector están relegando a muchos estilos a una colección de técnicas para, deportivamente o sin regla alguna, conseguir reducir al enemigo a un trozo de carne tal y como lo expresó Groucho Marx “despreciado hasta en una carnicería mexicana” (¡y que me perdonen los amigos de México! donde hay, por cierto, magníficas carnes). Casi completamente entregados en brazos de Eris, las formas profesionales de combate se focalizan en un aspecto que, no por ser importante, debe de ser excluyente en la práctica de Artes Marciales. Las formas policiales y militares de combate se podrían confesar abiertamente amantes de “Eris”, como no podría ser de otra manera. Sin embargo, en los estilos nacidos o recreados al calor de los “Vale todo” han transformado al combatiente en un patético remedo del guerrero e incluso del “militia”. Llevado al paroxismo estas tendencias conducen a muchos individuos a entregarse, como es bien sabido en estos círculos, al consumo de esteroides anabolizantes que los convierten verdaderamente en masas espectaculares de carne, tremendos “Robocop” cuya función no parece ser otra que la de conseguir destruir con saña a otra enorme masa de carne en un ring. ¿Cómo puede haber desarrollo personal en quienes se destruyen a sí mismos?, ¿dónde quedó Eros en tal camino?

Es cierto que hay entre los amantes de la eficacia toda suerte de personas, muchos de ellos afortunadamente magníficos deportistas y luchadores que cultivan sanamente su cuerpo y explayan su ardoroso espíritu combativo haciéndonos correr ríos de adrenalina y entusiasmo por su valentía, pundonor y bravura; individuos, algunos de ellos, que además cultivan su lado femenino, su intelecto, y su sensibilidad. Pero éstos son sin duda los menos, no nos vayamos a engañar. Así pues, si eres más ancho que alto, gustas más de la acción que de la reflexión y te pone el heavy metal, es más fácil que termines haciendo Boxeo antes que Aikido, Free-Fight que Tai Chi, que entrenes pesas y no estires adecuadamente y que adores la tensión en lugar del relax.

Verdaderas “Artes Marciales”
Todas las mitologías nos hablan del principio único, de lo indiferenciado y luego de la dualidad. Nuestro mundo esconde tras ella su esencia primordial única y, a medida que nos alejamos de ese principio único, las infinitas combinaciones binarias dan lugar al Universo en todas sus facetas y posibles. De las formas unicelulares a las multicelulares, de lo inanimado a la vida; la evolución es siempre complejidad, multiplicidad, diferenciación. Las Artes Marciales no podrían haber seguido otro criterio. Desde sus orígenes los estilos más diversos han sido estilos completos, donde el adepto era iniciado en formas de combate que implicaban un conocimiento de sí mismo y de los demás cada vez más sofisticados.Había que atender tanto lo interno como lo externo, había que ser capaz de escuchar a la Naturaleza y sus signos, curar a la vez que herir, matar a la vez que dar la vida, pues el guerrero era a la vez chaman, defensor de la tribu y guardián de los conocimientos. La especialización vino después, mucho después y trajo sin duda muchas cosas buenas: nuestra habilidad creció, nuestros arsenales se afinaron, nuestro conocimiento también, pero algo se perdió tal vez en el camino…, algo muy especial que algunos Grandes Maestros se empeñan en no olvidar. Las Artes Marciales son Marciales pero también Artes. Internas, pero externas. Como todo lo grande, las Artes Marciales son paradójicas y su adecuada comprensión y práctica implican nuestro ser total: mente, emoción y cuerpo, en un trabajo transformador y evolutivo que atiende a la persona de un modo completo y no sólo parcial. 

El tiempo de los extremos
 
Hoy en día la sociedades modernas miran a otro lado cuando quien aparece en escena es el díscolo Eris. Sus virtudes han sido denostadas, sus propósitos más bellos desvirtuados, su presencia apartada. Eris da la vida al destruirla, renueva como los inviernos la tierra, cuando con sus hielos rompe la fibra vegetal caída al suelo en el otoño, permitiendo así que la primavera la pudra para crear el fértil fundamento de un nuevo ciclo de vida.

La muerte se aparta de nuestras vidas, los cementerios se alejan de lo cotidiano; la vejez no es ya algo respetable, sino defectuoso; los niños ya no aprenden de ella pues no conviven con sus abuelos, y al militar, como al policía, no se les considera sino un mal necesario al que hay que acudir para que nos saquen las castañas del fuego. Nuestras sociedades sólo quieren oir hablar de Eros, pero claro está, esto no es posible y acaban encontrando (así lo parece indicar la silenciosa ley no escrita) aquello de lo que huyen. Las Artes Marciales de hoy en día viven tiempos de extremismos, como los del propio Planeta. Los estilos internos cada día se alejan más de todo aspecto duro pues los propios alumnos que acuden a ellos atraídos por su encanto, buscan sólo este aspecto y muchos profesores, que no quieren ver como sus clases se vacían, ceden indefectiblemente a la presión. Los estilos externos más extremos cultivan cada vez de forma más denodada y salvaje la destrucción del oponente olvidando que existe el Arte, la suavidad, la lucha con uno mismo y desde luego otro modo de resolver los conflictos que machacando al prójimo.

La Vía de la armonización
 
La armonía siempre surge de los opuestos y las Artes Marciales, si no quieren stricto sensu dejar de serlo, deben combinar ambos principios para alcanzar la armonía y el equilibrio que los alumnos demandan en el fondo para sí mismos. Tal vez hoy, en este marasmo de miles de estilos sin las referencias de autoridad de antaño, cuando cualquiera opina ¡aún sin saber!, no nos quede más remedio que mirar a nuestro alrededor y mirarnos a nosotros mismos para respondernos sinceramente si el nuestro es un trabajo verdaderamente equilibrado. 

Para saber si es Eros quien nos domina en exceso o tal vez Eris quien gusta de poseernos. Sabemos que no se puede simplificar, que las cosas no son blancas o negras, pero con este artículo sólo aspiramos iniciar una reflexión antes que abrir un debate. Es el típico texto con el que es difícil “hacer amigos” pues es crítico, pero nosotros no queremos “mirar a otro lado” y por ello lo publicamos. Luego que cada cual haga de “su capa un sayo”, pues siempre habrá diversidad y no sólo la aceptamos, sino que además somos de la opinión de que ésta nos enriquece a todos. De un extremo al otro del mapa marcial todo es posible, pero también no es menos verdad que existe un justo medio. Como en la flecha de la evolución el justo medio es la forma mas incisiva de avanzar, la aguzada vanguardia de la evolución y el cambio por el que discurrirán siempre los caminos del futuro.Para todos, sea cual fuere vuestro estilo, ahí va nuestro sencillo consejo. Cada uno debe seguir su naturaleza, pero sin descuidarse de trabajar lo opuesto: como artista marcial pero también y, sobre todo, como personas. 

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