martes, 21 de junio de 2016

Importancia

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De Conviértete en lo que eres, de Alan Watts
(Capítulo 4: Importancia)

A menudo se acusa al budismo de ser una religión tan absorta en lo impersonal y en lo eterno que descuida la importancia de las cosas individuales y temporales. Según sus enseñanzas, todo aquello que tiene forma está sujeto al cambio y carece de un yo perdurable, pero esto no implica que no sea importante. La importancia no se mide por el tiempo, y el cambio es un síntoma de la presencia de vida. Como dice un poema japonés:

El dondiego de día florece durante una hora;
sin embargo, en el fondo, no se diferencia
del gigantesco pino, que vive mil años

Ante la inmensidad del tiempo y del espacio, el ser humano parece absolutamente insignificante. En comparación con los problemas enormemente  complicados del mundo moderno, los deseos y temores menores del individuo parecen no tener importancia. Pero como el Budismo es el Camino Medio, debe considerar forzosamente como falsa filosofía esta actitud extrema. Es cierto que alguien demasiado preocupado por sus propios asuntos debería considerar la inmensidad del universo y el destino de la raza humana. Pero no dejemos que lo considere durante demasiado tiempo, y menos que olvide  que también es suya la responsabilidad, no solo de la prosperidad humana, sino también del orden del universo. A pesar de que la astronomía moderna nos muestre nuestra insignificancia bajo las estrellas, nos dice también que solo con alzar un dedo las afectamos. Es cierto que nuestra existencia es pasajera, que no tenemos un yo perdurable, pero el tejido de la vida es de tal naturaleza que un hilo roto puede causar una ruina inconmensurable .La magnitud del mundo al que va vinculado nuestro destino incrementa mas que disminuye nuestra importancia. Parece que la naturaleza tenga  en poca consideración a los individuos, y quizá provoque la muerte de millones de ellos como si no importase nada. Pero el valor se mide por la calidad, no por la cantidad. Un garbanzo puede ser tan redondo como el mundo, y en lo que concierne a la redondez, uno no es mejor que el otro.

Y el ser humano es en sí mismo un pequeño universo, la configuración de su mente y de su cuerpo es tan compleja como la configuración de las  estrellas. ¿Podemos decir, entonces, que gobernar el universo de un ser humano tiene menos importancia porque éste es de diferente tamaño?
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