lunes, 1 de julio de 2013

Sobre el lóbulo frontal...

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 De Tu Cerebro Inmortal: El arte de la observación
del Dr. Joe Dispenza

Una publicación de noviembre de 2004, se anunció que un grupo de científicos de la Universidad de Wisconsin decidió ver si la observación o prestar atención, era una habilidad como cualquier otra cosa. Diseñaron un experimento en el que reunieron a un grupo de monjes budistas. Monjes que habían estando meditando y concentrándose en conceptos como la compasión, el amor y la divinidad.

Durante largos períodos de tiempo, la mayoría de estos monjes había pasado entre diez mil y cincuenta mil horas de meditación. Así que esta gente sabía prestar atención; formaron otro grupo de control con personas que nunca se habían centrado en algo con su mente desde su interior.

Les dijeron a los monjes: - ¿Entrenarían a esta gente durante una semana, para ver si aprenden a desarrollar el arte de la meditación? -. Entonces conectaron unos doscientos cincuenta y seis electrodos en todo el cerebro de los monjes, para medir que tipo de actividad se registraba cuando estos monjes prestaban atención; luego harían lo mismo con el grupo de control.

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Cuando estos ocho monjes se conectaron a este escáner, cuando se concentraron en un concepto como la compasión, cuando se concentraron en una idea dentro de sí mismos; su lóbulo frontal se encendió, como nada que hubiesen visto los científicos anteriormente.
La actividad del lóbulo frontal era enorme, al compararlo con el grupo de control, la gente que recién aprendía a concentrar su mente y a prestar atención. Su capacidad de mantener fijo ese pensamiento había tenido muy poco efecto en el lóbulo frontal.

Los científicos sabían que un área específica en el lado izquierdo del lóbulo frontal, es donde experimentamos alegría y felicidad. En un monje en particular, el escáner mostraba que la actividad cerebral del lóbulo frontal era tan grande, que los científicos dijeron: -Debe ser el hombre más feliz del planeta-, debido a esa gran actividad. Cuando los científicos empezaron a especular y a ver los efectos de ese experimento, se dieron cuenta de que a lo mejor la observación y la tensión es una habilidad.

Tal vez, al igual que el tenis o el golf, podemos desarrollar la habilidad de prestar atención. Y si desarrollamos esta habilidad tendríamos cada vez más capacidad y como efecto y resultado nuestro cerebro realmente cambiaría.
De modo que la observación es una habilidad como cualquier otra, si podemos desarrollarla, quizás no solo las pequeñas partículas subatómicas respondan a nuestro mundo; sino incluso las partículas subatómicas más grandes o los objetos más grandes, tal vez respondan de acuerdo a nuestra capacidad de observar.

En los años treinta en los Estados Unidos, se realizó un experimento con un grupo de chimpancés agresivos, que presentaban rasgos personales antisociales. Los científicos dijeron: - Bueno veamos si al hacer un experimento, una operación en el lóbulo frontal, cambia el comportamiento de estos chimpancés-. Tomaron un instrumento parecido a un pico para el hielo, lo insertaron en el lóbulo frontal de los chimpancés y empezaron a revolver. Lo llamaron el experimento “picahielo”. Después del experimento, los monos de
volvieron muy dóciles, muy controlables y dejaron de ser agresivos hacia los demás chimpancés.
 
Durante esta época en los Estados Unidos, a finales de los treinta, las instituciones psiquiátricas estaban atestadas de gente con la misma enfermedad. Trastornos de personalidad antisocial y rasgos agresivos, debido a la depresión de los años treinta; era muy costoso administrar medicina a esta gente a fin de mantenerlos bajo control.
De modo que los científicos de cierta universidad dijeron: - ¿Por qué no probamos este experimento en algunos pacientes de estas instituciones?, ahorraríamos mucho dinero en medicinas -. Entonces escogieron algunos pacientes, los llevaron al quirófano mientras dormían y los anestesiaron con pentatol. Una vez anestesiados insertaron un bisturí por debajo del párpado y perforaron la parte más blanda del cráneo, detrás del globo ocular. Cuando perforaron el cráneo en esa área con un bisturí, la rasparon de lado a lado, se llamó el experimento “limpiaparabrisas”.

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Por supuesto como ya sabemos eso es una lobotomía. Cuando retiraron el bisturí, suturaron las incisiones y los llevaron a sus habitaciones; estos sujetos de pronto comenzaron a comportarse de otro modo, notaron cosas muy interesantes en estas personas, que era el efecto de la lobotomía. Lo primero fue que todas ellas se volvieron perezosas y letárgicas, lo siguiente fue que carecían de inspiración, perdieron la iniciativa de hacer cosas. También notaron que tenían un enorme deseo de hacer lo mismo de siempre. En otras palabras, les gustaba escuchar la misma estación de radio, comer la misma comida, usar la misma ropa y si les alteraban la rutina de alguna manera, se desmoronaban emocionalmente.
Así que tenían un deseo tremendo de hacer siempre lo mismo. También se dieron cuenta de que no se podían concentrar en una tarea única. En otras palabras, empezaban algo y se distraían, empezaban otra cosa y se distraían, y empezaban otra cosa. Nunca terminaban un ciclo de acción.
También se dieron cuenta de que no podían entender el significado de la situación, no podían aprender nada nuevo, no podían modificar su conducta. Así que se atascaban a la rutina de hacer algo una y otra vez insistentemente, que nunca modificaban su conducta en ninguna circunstancia. Y lo último que percibieron es que no podían proyectarse al futuro, no podían hacer planes para el futuro, no podían proyectar ideas al futuro. Por ejemplo: si se ataban el cordón de los zapatos y el cordón se rompía, en vez de buscar uno nuevo seguían tratando de atar el mismo cordón, aunque estuviese roto.
 
Entonces si consideramos esto, un daño en el lóbulo frontal produce ciertos efectos en la gente. La gente se vuelve perezosa, letárgica y sin inspiración. Pierde la iniciativa, tiene un deseo de hacer siempre lo mismo, no hace nada nuevo. No puede proyectarse al futuro, no aprende nada nuevo y se distrae fácilmente.

Bueno, esto empieza a parecerse a la mayoría de la gente de nuestra cultura, y la razón esque no hemos dominado la capacidad de usar el lóbulo frontal apropiadamente.

Quizás no hemos dominado el arte de la observación, quizás la observación es un arte en sí mismo. Que la mayoría de las personas se distrae tanto con su mundo externo, que no usa el lóbulo frontal debidamente. Si lo pensamos, todo lo que nos rodea le envía constantemente información al cerebro. Nuestros sentidos nos permiten interpretar la realidad, nuestros sentidos nos permiten responder a la información del mundo exterior.
 
Mientras creamos que el mundo exterior es más real que el mundo interior, siempre usaremos los mismos circuitos del cerebro para procesar esa información.
Cuando aceptamos que el mundo interior afecta al mundo exterior, tenemos que empezar a usar el lóbulo frontal. Científicamente sabemos que es cierto, indudablemente cierto, que el cerebro está influenciado y moldeado por el entorno, eso lo sabemos específicamente.

Sin embargo la ciencia también está empezando a descubrir que nuestro cerebro está influenciado y moldeado por nuestra capacidad de prestar atención. Y que cuando podemos prestar atención y tenemos la capacidad de adquirir conocimiento y fijar ese conocimiento en nuestro cerebro, empezamos a crear nuevos circuitos.

Cuando somos capaces de hacer nuevos circuitos, empezamos a percibir la realidad de otra manera, según las conexiones establecidas en nuestro cerebro. Veamos un ejemplo: supongamos que yo tomara un cuadro de Monet, por ejemplo, y lo pusiera sobre una pantalla aquí arriba y dijera: - échale un vistazo a este cuadro de Monet y sólo disfruta del cuadro -. La mayoría de la gente miraría el cuadro unos minutos, reconocería ciertos objetos en el cuadro y diera por terminado el asunto.


Ahora bien, si quitase el cuadro y te dijera: - quiero contarte algo acerca de Monet, ¿Sabías que pasó cuarenta y cuatro años de su vida tratando de entender como se unificaba todo el mundo? Le interesaba especialmente el estudio de la luz, le encantaba la luz de primera hora de la mañana, y la luz del atardecer y del anochecer. Él pensaba que la mayor parte de la gente nunca se detenía a prestar atención al efecto que tiene la luz en las flores, en los colores y el entorno. Y se desvivía por pintar con pasteles y colores, iluminar las cosas según la luz de esa hora del día en particular. Y decía cosas como: " el puente y la piscina no están separados en realidad, son la misma cosa y sólo puedo pintarlos de ese modo". Y al envejecer contrajo cataratas, y sus cataratas eran muy gruesas, así que cuando percibía la luz, esa luz que él percibía, se difuminaba en sus ojos, y él efectivamente empezó a pintar lo que veía -.

Si después de darte está información, volviera a colocar el cuadro y miraras de nuevo a este Monet, seguramente lo percibirías de manera diferente, según tu capacidad de prestar atención a los detalles.
 
En realidad lo que sucedió en un primer momento fue que te dimos conocimiento e información que tu cerebro descartó, y tú mirabas el cuadro basándote en las conexiones que se forman en tu cerebro a partir de lo que sabias.

En cuanto le damos al cerebro información nueva, y el cerebro puede prestar atención a esa información por medio del lóbulo frontal, empezamos a ver cosas que ya existían, pero que las hemos dejado fuera de la ecuación.
 
Otro ejemplo: un conocedor de vinos, si un conocedor de vinos agita y saborea el vino, él o ella tiene los circuitos en su cerebro que le permiten apreciar las sutilezas. Reconoce el sabor de los taninos y de los ácidos, puede oler el bouque y los aromas. Eso puede integrarse en datos más específicos acerca de robles, y diferentes clases de uvas. Puesto que su cerebro ha sido educado, y él ha establecido circuitos, y por que ha puesto atención en percibir las diferencias en la realidad llamada “catar el vino”, es capaz de percibirlas sutilezas.
Ahora bien, para las personas que no tienen instalados los circuitos de esas experiencias en particular y que no tiene las conexiones en su cerebro, que le permitan saber que buscar, ese vino sabrá como cualquier otro vino, y así es como funciona la realidad. 

Percibimos la realidad según la estructura de las conexiones del cerebro. Los científicos han hecho ciertos experimentos para comprobar si esto es realmente cierto, y llegaron a la conclusión de que sí lo es.

Convocaron a un grupo de personas y les preguntaron si querían participar en un experimento, en el cual tendrían que usar gafas durante dos semanas. Ahora bien, estas gafas no eran comunes y corrientes, estaban divididas a la mitad y al mirar a la izquierda se veía azul, y al mirar a la derecha amarillo. Así que, las lentes estaban separadas de manera que un lado era azul y el otro amarillo. Y les dijeron: - Queremos que uséis estas gafas para todo lo que hagáis durante el día, usadlas cuando llevéis a vuestros niños a la escuela, cuando vayas a trabajar, usadlas para todas vuestras actividades habituales, y usadlas durante dos semanas.
Entonces diferentes personas usaron estas gafas cierto tiempo, y al final del experimento se los invito a regresar al laboratorio. Cuando los participantes llegaron al laboratorio se les dijo: - Lo que queremos ahora es que miréis este trozo de papel -, era una hoja de papel blanco, y les preguntaron: - ¿Qué color veis cuando miráis este papel?-. Cada una de las personas que participo en el experimento dijo: - Es una hoja de papel blanco -. Bien les dijeron: -Mirad a la izquierda, ¿Veis un trozo de papel azul allí? -. No, respondieron. - Y cuando miráis a la derecha, ¿Veis un trozo de papel amarillo? -. Dijeron no.
 
Así que los científicos tuvieron que dar marcha atrás, porque se dieron cuenta de que esas personas estaban “coloreando” la realidad, de acuerdo con su memoria. Estaban “revistiendo” la apariencia de las cosas según los circuitos que ya tenían instalados. Y cuanto más participaban en el mundo, más rápido se desvanecía el color para ellos.
Esencialmente eso es lo que hacemos en la realidad, nuestro cerebro está interconectado de una cierta manera, estamos provistos de una cierta cantidad de circuitos en nuestra vida, y luego ampliamos esos circuitos con las conexiones que establecemos a partir del conocimiento que adquirimos.
Si no adquirimos nuevos conocimientos usamos siempre los mismos circuitos, lo que hace que la realidad se presente exactamente igual. Si el conocimiento y la información que obtenemos no son convencionales, si se salen de los parámetros de lo que se acepta científica, social y políticamente e incluso de lo que se acepta religiosamente; a lo mejor empezamos a percibir la realidad de otra manera, basándonos en ese conocimiento que hemos adquirido.

El lóbulo frontal, la corona de la evolución del ser humano, nos permite hacer eso, el lóbulo frontal nos da permiso para que el pensamiento sea más real que todo lo demás. El lóbulo frontal nos da permiso para aferrarnos bien a un concepto, a una idea, aferrarnos a una visión, a un sueño, independientemente de las circunstancias presentes en nuestro mundo, de las circunstancias presentes en nuestro cuerpo, y de las circunstancias relacionadas con el tiempo.
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