martes, 7 de mayo de 2013

El dios - árbol

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De Mitos y Leyendas hindúes y budistas 
 de Sister Nivedita y Ananda K. Coomaraswamy

Tiempo atrás, cuando Brahmadatta era rey de Benarés, vino esto a su mente: «En todas
partes en la India hay reyes cuyos palacios tienen muchas columnas; ¿qué sucedería si yo construyera un palacio soportado por una sola columna? Entonces yo sería el primero y único rey entre todos los otros».
Reunió a sus artesanos y les ordenó construir un magnífico palacio soportado por un solo pilar. «Será hecho», dijeron, y se marcharon al bosque. 
Allí encontraron un árbol alto y recto, apropiado para ser el único pilar de tal palacio. Pero el camino era demasiado difícil y las distancias demasiado grandes para que ellos trajeran el tronco a la ciudad; entonces volvieron al rey y le preguntaron qué hacer. «De una forma u otra», les dijo, «traedlo, y Fsin demora.» Pero ellos contestaron que nadie ni de ninguna forma podía hacerlo. «Entonces», dijo el rey, «debéis elegir un árbol de mi propio parque».

Allí ellos encontraron un señorial árbol sal, recto y hermoso, adorado igualmente por la ciudad y el pueblo y la familia real. Se lo dijeron al rey, y él les dijo: «Bien, derribad el árbol inmediatamente». Pero ellos no podían hacerlo sin hacer al dios-árbol que allí vivía las ofrendas de costumbre, y pidiéndole a él mismo que muriera. Entonces hicieron ofrendas de flores y ramas y lámparas encendidas, y dijeron al árbol: «Oh el séptimo día a partir de éste derribaremos el árbol, por orden del rey. ¡Permite que cualquier deva que pueda estar habitando en el árbol parta a cualquier sitio, y que la culpa no caiga sobre nosotros!» El dios que habitaba en el árbol oyó lo que decían, y pensó esto: «Estos artesanos están de acuerdo en derribar mi árbol. Yo mismo moriré cuando mi árbol sea destruido. Y los jóvenes árboles sal junto a mí en los que viven muchos devas de mis parientes y amigos también serán destruidos. Mi propia muerte no me afecta tanto como la destrucción de mis hijos, por ello, dejadme, si es posible, por lo menos salvar sus vidas.» Así a media noche el dios árbol, divinamente radiante, entró en la cámara resplandeciente del rey, iluminando con su gloria toda la habitación. El rey se sobre-saltó y tartamudeó: «i,Qué haces tú, tan divino y tan lleno de pena?» El príncipe deva respondió: «Me llaman en tu reino, oh rey, el árbol de la suerte; durante sesenta mil años todos los hombres me han amado y adorado. En muchas casas y en muchos pueblos y muchos palacios, también, ellos nunca me hicieron mal.


¡Honradme vos como ellos lo hicieron, oh rey!» Pero el rey respondió que un árbol así era
justamente el que necesitaban para su palacio, un tronco tan fino y alto y recto; y en ese palacio, dijo, «tú durarás mucho tiempo, admirado por todos los que te miren». El dios árbol contestó: «Si debe ser así, entonces tengo un deseo para pediros: Cortad de mi primero la copa, luego el medio y después la raíz» El rey protestó que esto era una muerte más penosa que la de ser derribado entero. «Oh señor del bosque», dijo, «¿qué ganas así al ser cortado parte por parte y pieza por pieza?» A lo que el árbol de la suerte respondió: «Hay una buena razón para mi deseo: mis amigos y parientes han crecido a mi alrededor, bajo mi sombra, y yo los aplastaría si caigo entero sobre ellos y sufrirían excesivamente».
 
Ante esto el rey se quedó profundamente conmovido, y pensó en las razones nobles del árbol, y, alzando sus manos a modo de saludo, dijo: «Oh árbol de la suerte, señor del bosque, dado que tú salvas a tus parientes, yo te salvaré a ti; así que no temas nada».

Entonces el dios árbol dio al rey buen consejo y se fue por su camino; y el rey al día siguiente dio generosas limosnas y gobernó hasta que llegó el momento para su partida al mundo celestial.
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