miércoles, 17 de octubre de 2012

¿Y mis 72 vírgenes?

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Un musulmán que recién se había inmolado llegó a las puertas del cielo. San pedro lo recibió pero antes de que éste le diera la bienvenida, el musulmán se adelantó exclamando en un tono muy déspota:

- ¿Dónde están mis 72 vírgenes?

- ¿Perdón? - dijo San Pedro

- Ya me escuchaste, ¿dónde están mis vírgenes?, soy un martir, tengo derecho a 72 vírgenes en el paraíso. Vamos no tengo todo tu tiempo.

- Mmmh, ya veo...otro musulmán - dijo suspirando San Pedro - aquí vamos...

- Bueno, ¿pero que eres sordo o qué? ¿Dónde están mis vírgenes? ¿Están ahí adentro? - dijo el cabreado musulmán mientras ya se estaba cruzando hacia el paraíso.

San Pedro lo detuvo y le dijo:

- Lo siento, pero debes de esperar, no hay 72 vírgenes esperando por ti

- ¡¿Qué?! ¡¿Qué carajos estás diciendo?! ¡¿Quién te crees que eres?! ¡Quiero ver a Mohammed! ¡ Salla Allahu alay hi wa sallam! ¡¿Dónde está el profeta?!
 

- Lo siento, aquí no está

- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo de que aquí no está Mohammed?!

- Así es - contestó San Pedro - pero si quieres puedes ver a Jesús o...

- ¡No, no, no, no, no! - lo interrumpió bruscamente el musulmán encabronado - ¡Yo quiero ver al sagrado profeta! ¡Yo quiero mis 72 vírgenes! ¡Déjate de juegos! ¡¿Dónde está el profeta Mohammed?!

- Mira, ya te dije que no puedes verlo, pero si quieres puedes hablar con Jesús o con Moises o Abraham o...

- ¡Qué no, carajo! ¡Yo no quier tener nada que ver con judíos! ¡¿Dónde está el profeta?! - gritó ya casi al borde de avalanzarse contra San Pedro

- Mira... si quieres puedes ir a hablar con Dios, mientras te tomas un cafecito ¿te parece?
 

- ... ¿Con Alláh? ¿De verdad?

- Sí...con Alláh o como quieras llamarle

- Bueno, entonces, sí - dijo el musulmán.

Luego vino un ángel que lo saludó y lo guió por un sendero de nubes. El ángel luego lo dejó en un bonito jardín con vista a un mar celestial, en dónde estaba Dios contemplando las olas, sentado en un cómodo asiento reclinable.

Una vez frente a Dios, el musulmán se postró ante él, pero Dios le dijo que se levantara, que no había necesidad de eso. Luego el musulmán ya más calmado, le preguntó que dónde estaban sus vírgenes. Pero Dios le dijo que no había tal cosa

- ¡¿Qué?! Pero tú le dijiste a Mohammed ¡Salla Allahu alay hi wa sallam! que aquí en el cielo habrían mujeres que nos servirían siempre y que habrían ríos de miel y jardines por donde correrían arrollos y...

- ¡Jahahaha! - Rió fuerte Dios - sí, sí, es un tema díficil, casi todos los musulmanes que vienen aquí vienen con esa loca idea que no sé de donde sacaron. Y sí, efectivamente, aquí hay mujeres muy bonitas pero no estarán para servirte, y sí, hay vino y manjares para todos.

- ¡¿Cómo que para todos?! ¡¿Acaso aquí también hay cristianos y judíos?!


- Sí, y budistas e hindús y católicos y shintoístas y de todo. Incluso ateos - contestó Dios sonriendo

El musulmán estaba atónito. No sabía como reaccionar. Entonces Dios le dijo serenamente:

- Mira, Achmhed. Tranquilízate, ya verás que el paraíso te va a gustar, ¿qué te parece un vinito? ¿O quieres un café? Yo voy a tomarme un capuchino

- ...Bueno... - dijo el musulmán sin mucho ánimo - uno descafeinado... 

- Está bien - dijo Dios, e inmediatamente se puso los dedos en las comisuras de los labios, dio un sonoro silbido y exclamó:

- ¡Hey, Mohammed! ¡Tráeme dos cafés por acá! ¡Un capuchino y otro descafeinado!
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